23 de Junio de 2012.

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23 de Junio de 2012

Vysenya.


Para empezar, tengo que decir que voy a empezar a narrar desde días antes a esta fecha, pero es que tenía que ponerla. ¿Y por qué? Se preguntarán. Bueno, en el 23 de Junio de cada año mi hermana y yo cumplimos años, así que había que poner esta fecha, porque somos así de importantes.

Voy a empezar luego de que pasaran varias semanas desde el ataque de Neryn que dejó hospitalizada a mi hermana. Luego de varias semanas viéndola en cama, ayudándola en todo e incluso a veces dándole de comer pacientemente, por fin, Eira pudo levantarse y comenzar a caminar por la casa. Todavía no iba a la escuela, así que iba yo sola y luego le traía los deberes para que ella lo hiciera en su escritorio. Todos los profesores solían preguntarme por ella, y yo les contestaba lo mejor que podía, a pesar de que tenía ganas de enviarlos a todos al demonio. Claramente había sido Neryn la que había atacado a mi hermana, pero nadie parecía creer ni la versión de mis padres del relato de Eira ni la evidente sonrisa de satisfacción que me ponía la niña estúpida cuando me veía en los pasillos. Decían que como no había cámaras ni testigos no podían hacer nada. No había testigos... ¡¿No había testigos?! ¡Mi hermana era un testigo! ¡Mi hermana había sido la víctima! Aquello no tenía sentido. Supongo que las instituciones nunca se encargan de la manera correcta del bullying y cosas por el estilo. Dicen que actúan a la primera señal, pero mi hermana había sido hospitalizada y decía haber sido atacada por Neryn y no la creían. ¿Quién entendía a la gente?

Cuando le hablaba de este tipo de cosas a mi hermana, ella se reía al verme tan consternada y me ponía una mano en el hombro para calmarme, mientras me decía que no era la culpa de nadie. Si supiera... Desde el día en que pasó lo del ataque, me sentí la peor hermana del mundo. Y era que había sido mi culpa, porque se me había ocurrido la estúpida idea de decir frente a toda la escuela que Neryn había hecho trampa. Tendría que haber previsto que algo así pasaría, pero estaba tan nublada por mi victoria que no lo pensé, me sentía excesivamente valiente, y lo pagué caro, ya que hicieron daño a la persona que más me importaba en este mundo. Además, le habían quedado unas horribles cicatrices en las manos, haciendo que no pudiera moverlas por mucho tiempo, incluso después de que pudiera caminar por la casa. ¡Ni siquiera podía escribir! A ella, que tanto le gustaba meter la nariz en su cuaderno y garabatear versos por horas, no podía ni siquiera tomar el bolígrafo. Por supuesto, me ofrecí para hacer de escritora y, cuando a Eira le daba un brote de inspiración, me dictaba lo que poner. Normalmente, yo hacía comentarios como que no entendía qué diablos estaba poniendo, ni qué quería decir, además de que hacía chistes absurdos porque aparentemente era bastante tonta para entender algo tan profundo como la poesía. Por suerte, mi hermana parecía tener una paciencia de hierro y me aguantaba las mil y una.

Las cosas siguieron normales durante un tiempo, conmigo yendo a la escuela y teniendo que prestar atención a las clases por primera vez en mi vida, y mi hermana en casa, más aburrida imposible. Igual, me estaba acostumbrando a la rutina, ya que cada vez que Alex y yo llegábamos a casa nos esperaba un almuerzo delicioso y tortitas de canela como postre. Definitivamente podía acostumbrarme a eso.

A lo único que no me acostumbraba era al pelo de mi hermana. La maldita de Neryn se lo había cortado aparentemente en un momento de excitación, ya que se lo había dejado horrible. Antes, Eira lo tenía terriblemente liso y hasta los hombros, completamente parejo; ahora, lo tenía en mechones desparejos que creían como querían. Lo único que me recordaba a su corte anterior era el color, que seguía siendo marrón, ya que por suerte no habían decidido teñírselo cuando la atacaron. Había ido creciendo con el pasar del mes, pero aun así no llegaba a ser el corte normal. Algunos mechones llegaban a tocarle los hombros, pero había otros que apenas le llegaban a rozar las orejas. De todos los tamaños y formas, vaya. Y la verdad, su pelo se veía horrible. Por supuesto, no le decía nada, porque no soy desalmada y mucho menos estúpida, además de que percibía que ese era un tema que tampoco a ella le gustaba tratar. Y lo confirmé un día en que entré al baño sin tocar y me la encontré mirándose frente al espejo, con semblante triste. Apreté los dientes mientras la veía, y ella no captó mi presencia hasta después. Me miró mediante el espejo, y la vi suspirar. Me acerqué a ella a paso lento, poniéndole una mano en el hombro.

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