28 de Junio de 2012.

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28 de Junio de 2012.

Primera parte: Vysenya

Me han tenido aquí encerrada dos días, aunque la verdad podrían haber sido más y yo no me he dado cuenta, ya que tampoco hay ventanas aquí dentro. No hay una gota de aire fresco, ni un poco de iluminación natural, así como en mi habitación anterior. Es igual de blanca, eso sí, y ahora puedo recorrerla a mi antojo. Sí... una buena caminata por estos lindos diez metros cuadrados. Qué gratificante.

Cuando se supone que es de noche, me apagan la luz y me sumen en la oscuridad, a pesar de que puedo ver un poco porque por debajo de la puerta se cuelan rayos de luz. Son como mi luz de noche, o la luz de noche de Alex. Eso es tierno.

En este momento, estoy intentando dormir. Normalmente no puedo; aquí dentro hace demasiado frío y mi camisón es de tela muy fina, además de que tengo tan solo una sábana para cubrirme. Mi almohada es muy plana, así que también estoy incómoda por ese lado. Para contrarrestar el frío, me pongo en posición fetal en una esquina de la pared junto a la que está mi camilla e intento mantenerme en calor mientras dormito, porque es lo único que consigo hacer.

Hace días que no duermo.

Nunca he tenido problemas para hacerlo hasta hace poco, y con poco me refiero hasta que me metieron aquí. Desde ese entonces he dormido poco y nada, aunque tampoco es que me sentiría mejor si lo hiciera. La sensación de desolación que tengo no me la quita nadie, ni siquiera yo mediante el sueño.

―Odio estar aquí ―murmuro para mí mientras me recorre un escalofrío e intento hacerme más pequeña.

Yo también.

Esa es otra novedad, tengo una voz dentro de la cabeza que me habla. Ahora no me asusta tanto como antes, ahora me acompaña un poco en mi soledad, a pesar de que no sé de dónde proviene. Quizás ya me volví loca y soy yo misma, cosa muy probable teniendo en cuenta el dolor al que estuve expuesta.

La primera vez ocurrió ni bien me dejaron sola en mi nueva habitación. Me empujaron dentro para luego cerrar la puerta e irse, dándome a mí la posibilidad de mirar mis nuevos aposentos. Pasé la mirada por las paredes, deteniéndome en la pequeña cámara que había en la esquina superior de la pared a mi izquierda, y luego miré lo que vendría a ser mi nueva cama. No había más muebles. No sabía cómo es que iba a ir al baño hasta que di un paso hacia adelante y miré hacia la izquierda... donde había un cubo. Me dio asco de solo verlo, aunque sentí algo de alivio al ver que la cámara no apuntaba en esa dirección, a pesar de que no sabía y sigo sin saber si hay otras cámaras mirando.

Sin decir nada, avancé un par de pasos y me giré, mirando el lugar por el que vi a la doctora rubia, a mis padres y a Strucker marcharse. Sentí un roce sobre mis hombros y bajé la mirada. Me toqué el cabello y lo alcé a la altura de mis ojos. Sentí que soltaba un suspiro entrecortado mientras lo miraba. Me examiné todo el cabello, sin poder creerme que fuera azul. Me senté sobre la camilla mientras dejaba mi cabello escapárseme de los dedos. Y entonces me encontré con el mechón verde. Ese color, tan inusual y raro dentro de todo el azul, me hacía preguntarme qué hacía allí. Me lo acerqué a los ojos para examinarlo bien, como si así fuera a descubrir el secreto de por qué mi pelo ya no era castaño..., y en ese momento vino. En ese momento, vino otro ataque.

Me fui hacia atrás y me golpeé la cabeza contra la pared, aunque no lo noté a causa de una oleada de dolor que vino desde la cabeza y se extendió por todo mi cuerpo. Por lo menos era más leve que antes. Apreté los dientes, pero eso no evitó que soltara un grito. Sabía que no iban a venir a ver qué me pasaba, ya habían visto lo que necesitaban ver, y no les iba a importar nada más, así que no me preocupé por que entraran de repente en mi habitación. Respiré profundo mientras el dolor iba menguando y tan solo quedaba un sonido constante en mi cabeza, como una radio a la que se le pierde la señal.

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