9. Un poco más cerca

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¿Cómo escapar de la pesadilla, considerando que está ocurría estando en vigilia? Quizás yendo a dormir, pero para Sara eso no era posible

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¿Cómo escapar de la pesadilla, considerando que está ocurría estando en vigilia? Quizás yendo a dormir, pero para Sara eso no era posible. El sol quería brotar entre nubarrones grisáceos, car­gados y pesarosos. La hora del desayuno ya había pasado, pero la humana seguía en la cama atrapada por sus miedos más obvios y recurrentes.

—No quiero ir, me siento mal —dijo a Ámbar, como si tu­viera la solución a sus problemas—. No puedo levantarme, estoy menstruando.

—¿Es por los gemelos, verdad? —preguntó la pelirroja, de un modo perspicaz.

<<¿Por quién más?>>, pensó Sara.

Por algún motivo le aterraban esos dos, incluso más que Adam, incluso más que cualquier otro vampiro. Imaginaba que la idea de repartirse en los días de la semana salía de sus retorcidas cabezas, por lo que no esperaba que la dejaran tranquila o se limitaran a tomar su sangre.

—Escapar solo traerá más problemas. —Ámbar desvió su mi­rada avergonzada—. Es raro que yo lo diga; ya sabes, lo he aprendido a la fuerza.

Sin decirlo en voz alta, ella ya había abandonado la idea de escapar, al menos por el momento.

Sara asintió comprendiendo que, si de esos dos se trata­ban, vendrían por ella llevándola a la rastra a como dé lugar. Esta vez, más que nunca, debía estar lista para defenderse. Ámbar la ani­maba y la contenía, ahora se invertían los roles, las dos sabían que no había más remedio que ceder.

Ambas caminaron por los profundos pasillos, en donde sus pasos hacían eco. Los vampiros tomaban sus clases, las cuales habían comenzado hacía diez minutos, pero poco les preocupaba.

Lo que terminó de sacarle el oxígeno a Sara fue Jeff; él daba vueltas fuera de la habitación, y tan solo se detuvo en seco cuando la vio llegar.

<<Así que es con él>>.

Jeff era menos intimidante que Jack. Lo recordaba actuando de un modo más equilibrado, jamás gritaba, tampoco hacía co­mentarios indecorosos. Pero el hecho que fuera el hermano idén­tico de Jack, y que también la hubiera tomado sin ningún reparo, para beber su sangre, era de temer.

—Pensé que no vendrías —dijo apretando su mandíbula.

—Si tuviera un lugar a donde ir tendrías razón.

Ella desvió su amarga mirada de él, dando un paso adelante. Él se interpuso en su camino, intentando demostrar que no se haría lo que ella quisiera. Por un momento eterno la observó con sus penetrantes ojos azules, con el ceño fruncido, quizás que­riendo leerle la mente.

A pesar que Sara quería faltarle el respeto con su arrogancia, con su desinterés, tembló. De inmediato Jeff se apartó, dejándola entrar a la clase.

Esta vez, Liam daría la clase de Ciencias. Él era un hombre sereno, que parecía congelado en los treinta como Azazel, Evans o Víctor. Su cabello castaño y rizado caía por sus mejillas delga­das, su mirada amarillenta se posaba en la lejanía, y su lenta forma de hablar convertía las horas en milenios. Cada uno tra­bajaba en ensayos, quien más interés ponía era Joan, que le pre­guntaba cosas complejas que todos ignoraban.

Ofrenda de sangre | Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora