El tiempo se escurría de un modo abismal. Tras una semana de la desaparición de las ofrendas del Báthory, las cosas querían retomar un ritmo habitual, o por lo menos era lo que intentaban uno pocos. A decir verdad, las cosas empeoraban a cada instante.
De urgencia, una nueva ofrenda había llegado para alimentar a las bestias. Su nombre: Rosemary. Una chica cálida y respetuosa, de sonrisa perfecta, pecas salpicadas y melena castaña tal como sus ojos. Pero nadie tenía ánimos más que para tomar su sangre. Ella pagaba los platos rotos de la frustración que generaba la vida misma.
Por otro lado, Tony traía muy pocas noticias. El exorcista que interrogaban los Leone no daría ningún tipo de pista sobre el paradero de sus compañeros, era mucho más inflexible que los dos a los que había golpeado en el granero, sin mencionar que también era mucho más fuerte y resistente. Asimismo se había confirmado que estos, no eran hombres comunes. Sus sentidos y fortaleza eran tan increíbles como las de un vampiro.
Los exorcistas eran un perturbador enigma, uno bastante fácil de resolver. Todo indicaba que, los planes de los vampiros, consistirán en seguir protegiéndose bajo el ala del Vaticano, y así buscar un método para exterminar a los exorcistas para seguir viviendo aislados en los bosques.
Nada cambiaría, todo seguiría igual. Los monstruos no escarmentaban.
Otro hecho que perturbaba la paz, era la transformación de Elizabeth. Ahora ella era una vampiresa, y su presencia se oía solo cuando comenzaba a gritar y proferir maldiciones a Azazel, de otro modo se encerraba en su habitación durante días enteros.
La joven era consumida por una furia endiablada, algunos se lo atribuían a los primeros días de transformación, a pesar que ella gritaba a los cuatro vientos el porqué de su enojo.
—¡Toda mi maldita vida estuve encerrada para que tuvieras mi sangre! —vociferaba en una discusión que nadie había visto comenzar—. ¡Tu existencia monstruosa me quitó la infancia y la juventud! ¡Siendo una humana podía recuperar algo de mi vida! Quería ser optimista, no echarte la culpa de todo, y algún día ir a la ciudad, conocer el mundo, casarme, tener hijos. ¡¿Por qué me hiciste esto?! —dijo a punto de quebrarse.
—¡Ibas a morir! ¡Te regalé una eterna salud! —respondía el director fuera de sus casillas—. Pero tú no piensas más que en sueños corrientes y estúpidos. ¡De todas formas no se hubiesen cumplido!
—¡Serán corrientes y estúpidos, pero es mejor que vivir trescientos años encerrado en un castillo asqueroso! Es mejor a estar condenada al infierno, a tener que vivir como un inmundo parásito —escupió con asco—. Eso es lo que eres, Azazel. Eres un ser desagradable que manipula la gente a su antojo, que vive arruinando vidas de inocentes chicas que nunca podrán ser feliz. ¡Mereces morir!
Azazel apretó sus puños repleto de cólera.
—¡Vete! ¡Te vas a ir del Báthory hoy mismo! —Por un segundo Elizabeth no supo que responder—. Te conseguiré una mugrosa casa en la ciudad, y buscarás un hombre estúpido con cual casarte y tener una inmunda familia. ¡Pero no quiero ver tu maldita cara nunca más!
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Ofrenda de sangre | Parte I
VampirosLejos del mundo moderno se esconden los secretos más perversos de la humanidad. Hombres y vampiros están unidos bajo tratados y secretos desde hace siglos. La moneda de intercambio entre las razas son las ofrendas de sangre. Sara, Francesca y Ámbar...