El domingo transcurría tranquilo entre chicas. Ámbar y Francesca se hablaban poco y nada, era evidente que en el fondo querían amigarse. Era raro, era el primer domingo que no iban a misa, que no rezaban, que no confesaban sus pecados. Ahora solo se rodeaban de libros de ciencias e historia, tratando de ayudarse a entender miles de misterios del mundo que las rodeaba.
En Báthory reinaba el silencio como nunca, los vampiros usaban ese día para regresar a sus hogares, por lo que Sara era libre al fin, era su día de descanso merecido. Sabían que Azazel y algunos profesores vivían allí y en las haciendas que rodeaban el sitio, así también se habían enterado que, las ofrendas más antiguas, solían pasar en domingo en casa de algún vampiro.
Aún en silencio, la morocha meditaba sobre la reacción de Jack al ver sus heridas. ¿Qué sucedería por esa cabeza? ¿Asco, decepción? Las lesiones, eran algo que a Sara no le agradaba, siempre tenía cuidado para ocultarlas, de igual manera lo hacían sus compañeras. Los sacerdotes, las monjas y la gente del credo, siempre tenían cuidado de no dañarlas donde se viera. No estaba bien visto una pecadora, aunque no era consciente de los errores que merecían tales castigos. Comenzaba a creer que Jack se había dado cuenta que ella podía ser algo que no parecía, tenía su lado oscuro. En su cabeza estaba implantada la idea de avergonzarse de lo que provocaba, y eso era algo que le preocupaba. A penas lograba confianza con algunos vampiros y de repente todo parecía apunto de resquebrajarse por un idiota.
La preocupación era tanta que los chismes de Francesca se desvanecían en sus oídos.
—Como oíste —decía la rubia a Ámbar—. Hace años no nacen vampiros puros de algunas familias. Sara tiene el minúsculo rejunte de las cinco familias. Las ofrendas de los años superiores solo alimentan a mestizos e impuros.
—Eso es una gran responsabilidad. —Ámbar se rió con ganas—. Quizás si alguno te embaraza puedas cobrar una fortuna.
El solo pensarlo provocó arcadas en Sara, quien punzó a su amiga con la mirada. Ni de broma debía decir algo así.
—Imposible —comentó Francesca—. Los vampiros no pueden embarazar humanas. A menos que seamos convertidas es imposible concebir a un chupasangre. Y si Sara fuera convertida y embarazada sus hijos serían mestizos, lo cual es algo digno de vergüenza para los puros. No admitirían a ese hijo como legítimo.
—Pueden dejar de hacer esas suposiciones con mi cuerpo. —Sara tomó algunos libros e intentó concentrarse en otra cosa.
—Lo lamento. —Francesca se encogió de hombros—. Es irremediable, somos parte de esto, al menos deberías informarte.
—De todas formas no confío en tu información —dijo Sara—. Los vampiros ponen demasiado énfasis en el linaje, de ser así se casarían entre hermanos, primos y familiares, lo que provocaría múltiples enfermedades congénitas.
—¡Carajo, Sara! —Ámbar la miró con sorpresa—. ¿De dónde sacaste tantas palabras raras?
—Joan —dijo sin más.
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Ofrenda de sangre | Parte I
VampireLejos del mundo moderno se esconden los secretos más perversos de la humanidad. Hombres y vampiros están unidos bajo tratados y secretos desde hace siglos. La moneda de intercambio entre las razas son las ofrendas de sangre. Sara, Francesca y Ámbar...