40. Vieja herida

2.3K 222 40
                                    

Seis años atrás nadie lo hubiera pensado, nadie lo hubiera creído, gran parte de los sucesos nacían ese maldito día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Seis años atrás nadie lo hubiera pensado, nadie lo hubiera creído, gran parte de los sucesos nacían ese maldito día. Azazel tenía un mal humor muy particular, fastidiado como un adoles­cente al que le arruinan su salida nocturna. Se peinaba el largo cabello como si no hubiera un mañana, tomaba su Whisky con violencia, de un trago, listo para servirse otro. Enojado era poco, pero no podía expresarlo, los Arsenic tenían la última palabra en el clan de los vampiros.

Nikola Arsenic, el padre orgulloso de dos mocosos idénticos, los cuáles no tenían más de trece años, interfería en sus planes a la hora de elegir ofrendas para sus hijos. Al ansioso vampiro le gustaba tener todo bajo control para el futuro. Quería asegurarse que las habladurías acerca de Azazel no se cumplieran, esas que señalaban la elección de ofrendas "especiales" con el fin de ablandar a los vampiros, y, como el cáncer, hacer metástasis en su sociedad.

Nikola estaba seguro que una doncella obediente, que se li­mitara a servir de comida y no trajera ningún problema, saldría del orfanato que su familia apadrinaba: El Cordero de Dios, ese inmundo antro que escondía su naturaleza diabólica tras las figuras religiosas.

Azazel, por ende, echaba espuma por la boca, odiaba ese re­pulsivo lugar. Bien sabía el trato que les daban a las pequeñas, eso lo llenaban de irritación. En fin, había una realidad, y era que las habladurías eran ciertas, claro que no lo diría en voz alta. Tan solo los más cercanos compartían la conspiración para humani­zar a los vampiros, pero no estaba seguro de conseguir mucha­chas fuertes y aptas en un lugar que se las sometía hasta hacerles perder la cordura.

—Nikola ha llegado —dijo Víctor, ingresando al despacho sin aviso, recibiendo una fiera mirada del director; pero éste no lo tomó en cuenta, sabía muy bien el porqué de su malestar.

El profesor estaba igual de molesto, después de todo tendría que acompañarlo.

Aguantando una falsa mueca, Azazel salió de su oficina para atender a sus invitados. Allí estaban los tres Arsenic; aquel hom­bre de cabello negro y ojos cristalinos, y esos dos asquerosos niños, que parecían haber sido calcados a imagen y semejanza de su padre. Ahora entendía su preferencia por ellos. Sus caras so­berbias daban náuseas, esos vampiros estaban al tanto de lo sig­nificativos que eran. Azazel podía asegurar, que ese par de dia­blillos, tan solo crecerían de un modo degenerado y abominable.

—Familia Arsenic, qué gusto tenerlos en el Báthory —dijo el director con un tono dulzón y suave—. ¡Por Satán! ¡Qué niños tan excepcionales!

Jack y Jeff rodearon sus ojos ante los falsos halagos. Estaban cansados de las adulaciones, a ellos no les faltaban. Eran niños muy bonitos, dos irresistibles muñecos malditos. Las familias más importantes ya planeaban casar a sus hijas con ellos, en lo posible querían casar a más de una. Los descendientes que sal­drían de ese par no tendrían comparación. Los Arsenic eran si­nónimo de perfección, y los gemelos tenían a todo el mundo enamorado. Excepto a Azazel y a todos esos vampiros, a los que el linaje les importaba menos que las clases de Liam a los internos.

Ofrenda de sangre | Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora