14. Muerte lenta

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Los días en el Báthory se habían vuelto monótonos y cansi­nos

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Los días en el Báthory se habían vuelto monótonos y cansi­nos. A veces, Sara creía que toda su vida había transcurrido en ese sitio, poco recordaba del convento, quería olvidarlo ya que todo la retrotraía a Ámbar, a las mentiras, a la tristeza. No con esto quería decir que estaba mejor, tan solo no pasaba nada, se sentía ajena a su cuerpo, a la realidad; como si estuviese dormida o sedada, no quedándole más opción que dejar las imágenes transcurrir, ver su vida consumirse día a día.

Los chicos hacían de ella lo que querían, como siempre. De hecho, habían vuelto a acomodar sus días sin siquiera pregun­tarle.

Los lunes estaría con Demian, él era celoso y bastante absorbente; le gusta tomarla de la mano y permanecer a su lado hasta las doce de la noche. No hablaban más de lo que hacían en el día, además solía ponerse neurasténico cada vez que ella pretendía conversar. Demian tartamudeaba y no podía tener diálogos muy extensos. Le daba a entender que entre vampiros y humanos no había demasiado que compartir más que la sangre y la soledad.

Los martes con Adam eran una maldita tortura. Cuando De­mian se marchaba, él aparecía para dormir a su lado; no hacía más que enviarla a bañar y acostarse en su cama, sin tocarle un pelo. Adam la seguía a todos lados solo para insultarla, provo­carla y disminuirla. Sara lo ignoraba por completo, no lo enten­día, no tenía más opción con un demente de su talla. Más que enojo, le provocaba lástima.

Los miércoles con Joan eran tranquilos y silenciosos, no compartían más de tres horas juntos, las cuales eran para estudiar a cambio de un trago de sangre. Él mantenía la distancia, por respeto a su "prometida". Más no sabía de él, era hermético y misterioso. Si no leía sobre genética, estaba obser­vando por su microscopio o haciendo anotaciones en su libreta. Sara no quería escudriñar demasiado, pensaba que lo que hacía Joan tenía que ver con el negocio de su familia, algo por fuera del currículo para las ofrendas.

Los jueves con Jeff eran llevaderos, siempre paseaban por los alrededores, siempre por la sombra. Pero, a pesar que los vampiros tenían una "alergia" al sol, él no quería perderse de los buenos días encerrado en la habitación. De carácter curioso, pre­guntón, y muy diferente de uno con su misma cara, Jeff respe­taba los espacios de Sara. No exigía mucho más de lo que nece­sitaba, no la trataba de un modo especial o diferente. Con él, ella se sentía una persona normal.

Los viernes, la ofrenda se encontraba sola desde que Tony no mostraba señales de querer beber de su sangre; pensaba que era mejor así. Ese chico extraño era intimidante, y cuanta más liber­tad tuviera era mejor. Lo mismo sucedía los sábados, Sara cosía sus vestidos en su cuarto, era un pasatiempo que podía parecer estúpido a la mayoría, pero la distendía la basura que era su vida; de igual modo, Jack no la buscaba.

Otra cosa en la que trataba de no pensar, era en la relación con Francesca, la cual parecía cada vez más lejana. Su rubia amiga tomaba muy en serio su trabajo como ofrenda, ella también se repartía entre algunos muchachos, incluyendo a Jack. Sara quería pasarlo por alto, no podía asimilar todo con tanta facili­dad como Francesca pretendía hacerlo.

Ofrenda de sangre | Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora