Capitulo 12

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Voldemort no estaba feliz. Lucius y Narcissa lo sabían y mantenían su distancia, sólo empeorando su estado de ánimo.

No habían sido capaces de Aparecerse donde Evan, ya que el collar no le había mostrado el lugar exacto. Así que Voldemort había tenido que movilizarse a la manera antigua y eso lo enfureció. Le dolía el trasero y no había escoba que lo llevara con suficiente rápidez donde su amante. Para empeorarlo todo, parecía que Evan había logrado entrar a Hogwarts.

Cuando Lucius le repitió el mensaje del chico, Voldemort esperó en silencio que su amante no pudiera entrar al colegio. No importaba si lo intentaba como Evan o como Potter, igual sería desastroso. Desafortunadamente había conocido lo suficiente a su amante para saber que no muchas cosas lo hacían cambiar de opinión, y que el joven tenía una sorprendente cantidad de suerte. Lamentablemente, Evan tenía tan mala suerte como buena.

Voldemort se apoyó contra un árbol mientras observaba Hogwarts. Debido a las protecciones, esa era la distancia más cercana en la que podía estar sin avisarle a todo el mundo que había llegado. Aún era temprano, pero pudo ver a algunos mañaneros recorriendo el castillo. Algunas parejas estaban entrando, mientras intentaban lucir como que no habían pasado toda la noche afuera.

Por suerte, la mayoría de los estudiantes le temían demasiado a las criaturas del bosque como para acercarse. Eso significaba que tenían menos riesgo de que alguien los viera mientras él, Voldemort, pensaba en un plan.

Continuó mirando con furia el colegio mientras intentaba figurar alguna manera de entrar al castillo sin que Dumbledore lo descubriera. Por alguna razón dudaba que el viejo le diera la bienvenida. Y aun con los dos Malfoy a su lado, sinceramente no creía que pudieran impedir que el vejete hiciera algo.

Sus ojos rojos siguieron buscando la torre del director. Evan estaba allí, en alguna parte, y estaba matándolo no saber qué sucedía. Quería entrar y hacer explotar algo, pero sabía que las protecciones no lo dejarían avanzar antes de encargarse de él. Había visto con sus propios ojos las defensas del castillo poco después de la muerte de Grindelwald.

Uno de los últimos seguidores de ese hombre había visitado Hogwarts, queriendo vengarse del mago que supuestamente acabó con su amo. El hombre no había terminado de hablar cuando las protecciones se activaron. Muchos de los alumnos menores tuvieron pesadillas por meses ante el recuerdo de la sangrienta muerte de aquél mago, y por mucho tiempo nadie se atrevió a acercarse a las armaduras.

Voldemort miró a los dos Malfoy y apenas logró evitar fruncir el ceño. Incluso cuando estaban en una misión de rescate los dos rubios habían logrado ponerse cómodos. Tan cerca de las protecciones ninguno se atrevía a usar magia; pero eso no impedía que sus elfos domésticos aparecieran con cosas mientras esperaban. Había demasiados elfos domésticos en Hogwarts para que las protecciones notaran a cada uno además de los estudiantes.

En ese momento Narcissa y Lucius estaban sentados en cómodos sillones, al parecer pertenecientes a su mansión, y leyendo libros. Un tercer sillón estaba disponible por si él quería sentarse un momento. Té y pastelillos estaban en una bandeja sobre una mesita entre los sillones.

Pero Voldemort no tenía planeado sentarse. No estaría tranquilo hasta tener a Evan de nuevo donde pertenecía. Y una vez que lo tuviera a su lado, se aseguraría de que su amante no tuviera la oportunidad de dejarlo.

Si Dumbledore sabía que Evan estaba en el castillo estaría atento a las protecciones, preguntándose si alguien seguiría al joven. Voldemort no era estúpido. Sabía que Dumbledore habría programado las protecciones con alarmas si él ponía un pie en los terrenos.

Aunque odiaba tener que esperar al pensar en lo que podría sucederle a Evan mientras tanto, no podía evitarlo. Lucius entraría después a visitar a su hijo. Después todos los Slytherin buscarían a Evan o a un gatito negro. Por el mensaje del joven sabía que tenía planeado entrar como Beleza, pero no significaba que se quedaría en su forma animaga.

Decido mi propio destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora