Epilogo

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Voldemort apareció justo fuera del cementerio, sin un pelo fuera de lugar. Con el rostro grave miró a su alrededor, asegurándose de que nadie lo hubiera seguido o lo hubiera visto llegar. Cinco años habían pasado desde que había terminado la guerra con la muerte de Dumbledore. Claro que la resistencia no había terminado de inmediato pero sin nadie que guiara a la supuesta luz habían sido derrotados con facilidad.

Después de asegurarse de que nadie, mágico o no mágico, lo siguiera o notara su presencia, Voldemort guardó su varita. Aunque con facilidad podía derrotar a cualquier enemigo sin ella sabía por experiencia que si perdía su varita durante una pelea la gente pensaba que podrían derrotarlo con facilidad. A veces Voldemort permitía que su varita se le soltara sólo para poder ver las reacciones de las personas cuando se daban cuenta de que no era un novato que podrían derrotar con rapidez.

Caminó entre las tumbas, habiendo estado allí tantas veces que no necesitaba mirar para saber hacia dónde iba. Debido al aire de octubre Voldemort estaba vestido en ropa cálida y había lanzado un hechizo calentador sobre sus ropas para estar seguro. Los zapatos que usaba supuestamente eran para cenas elegantes no para un paseo por un cementerio.

No tomó mucho tiempo antes de que Voldemort encontrara lo que estaba buscando. Tres lapidas en medio del cementerio. Sus apariencias sencillas no eran reflejo de la gente que estaba enterrada bajo ellas.

Voldemort miró las dos tumbas más antiguas. Luego volvió su atención a la tercera tumba y la más nueva. Quizás era equivocado llamar a la tumba nueva, después de todo llevaba allí cinco años. Al igual que las otras dos la lápida era sencilla rodeada de pequeñas muestras de aprecio, que habían sido ubicadas allí con el tiempo. La gente que había visto a Potter como un héroe, un amigo o como parte de su familia habían hecho algo para mostrar su respeto y lo mucho que lo extrañaban pero para él había sido un traidor.

-Llegaste temprano.

Voldemort no miró cuando la personas tras él habló.

-Termine temprano hoy.

El hombre más bajo bufó y se acercó, sin importarle que fuera el líder del mundo mágico a quien le hablaba.

-Mentira. Apuesto a que te marchaste y dejaste a Lucius lidiando con el caos que acontece cada vez que se dan cuenta de que su amado lord y líder ha desaparecido. Sólo porque Lucius es el ministro de magia no significa que puedes hacer estas gracias cada vez que lo deseas.

Finalmente Voldemort alejó la mirada de la tumba y miró a su amante. Los ojos verdes brillaban con alegría y Voldemort sonrió.

-Tienes razón, pero no podía esperar a verte.

-Excusas, excusas- dijo Evan antes de arrodillarse a su lado y poner dos flores blancas sobre las tumbas más antiguas. Voldemort lo dejó, usando el silencio entre ellos para mirar a su amante más de cerca aunque ya sabía todo lo que se podía saber del otro hombre.

Los últimos cinco años le habían hecho bien a Evan. El cabello negro de su amante estaba trenzado y le llegaba hasta más de la mitad de la espalda. Lucía sano pero el lugar en el que había sido obligado a crecer cuando era un niño había obstaculizado su crecimiento y ni siquiera las pociones podrían repara el daño causado. Evan estaba vestido en una simple pero bien hecha túnica de color verde que resaltaba sus ojos. Voldemort hizo una mueca al ver las manchas en las mangas de la túnica.

Cuando Evan se puso de pie Voldemort le ofreció su brazo.

-¿Te gustaría unirte a mí en una caminata?

Evan sonrió y posó su mano sobre su brazo.

-Me encantaría.

Caminaron en silencio, sin mirar en realidad las tumbas que pasaban, solo disfrutando la presencia del otro. La poca gente en el cementerio se hizo a un lado, acostumbrados a ver a los dos amantes allí.

Decido mi propio destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora