(2)

587 71 40
                                    

Magnus Bane es una persona sonriente, nadie lo niega, la más simpática entre la gente que lo rodean, siempre tratando de demostrar que a pesar de vivir tantas situaciones malas, se puede salir adelante, porque dentro de él hay dolor reprimido de una niñez acabada, de no poder cumplir sus sueños, de por no tener la otra parte de su alma, porque ello murió cuando su familia fue enterrada.

Un acompañante, así se definía uno de sus trabajos, vestirse como una dama, lo mejor creíble que pudiera, y acompañar a gentes que se sentían solos y querían a alguien a su lado; era un trabajo que compartía con su segunda familia, la que agradece por haberlo sacado de las calles. Ahora disfrutaba de lo bien que le pagaban, sintiéndose satisfecho de que los clientes nunca se habían sobrepasado con él o hecho daño.

Ese día hacía su recorrido matutino, medio tiempo como limpia baño en un edificio bien caro, el famoso hotel Dumont, después era acompañado por Fran, quién le había dado alojamientos y era su compañero de trabajo, a llevar flores al cementerio, y al final se dedicaban a sesiones de bellezas o ir a trabajar, según el día que le tocaba.

Y podía decir que a pesar de todo, le gustaba su vida, en el camino que se dirigía. Porque era libre, podía decir que era abiertamente homosexual y sabía que su familia, donde estuviera, estaría feliz por ello.

En el país que vivía era difícil la situación, el trabajo no era fácil de conseguir, todos necesitaban que la participación en escuelas estuvieran acabadas, que tuvieras conocimiento, hasta llegar a la universidad, pero por falta de economía y por su situación nunca pudo llegar a estudiar lo que quería. Las personas que terminaban en esa situación, iban a un trabajo en la calle o mucho peor.

— Magnus.

La hora de salida había pasado hace dos minutos, y Fran estaba esperando apoyado en el marco de la puerta con sus brazos cruzados, su rizos colorados se escondían bajo un gorro que Ragnor, su hermano, le había regalado, no le gustaba estar sin ella.

— Voy, lo siento por hacerte esperar.

Metió su ropa de trabajo en la mochila y lo cerró con rapidez para caminar hasta su amigo, les tocaba su matutina rutina. Entraron al auto del muchacho de rizos, encendieron la radio donde una música movible sonaba, dirigieron al auto al lugar de todos los días.

Ya no le dolía, había aceptado que su familia, su madre y Ragnor, habían sido víctima del homicidio más nombrado de la ciudad y que la justicia no encontró a los culpables, no dolía, porque dentro sabía quiénes podían ser los culpables y el resentimiento era un veneno que se plantaba bien dentro para destruir el alma de a poco. Pero no era el único que le dolió, Fran también había sido destrozado cuando se enteró de la perdida, Magnus agradeció que no hubiera estado en sus zapatos, porque él vio a su familia descuartizada y eso había dolido hasta lo más profundo de su alma.

Fue a psicólogos por un tiempo, al igual que Fran siendo cortesía de la madre de éste, habían estado siempre en compañía para que no cometiera una locura. Pero los dos tenían una promesa por cual seguir, Magnus debía luchar por los derechos, derechos la comunidad LGBT ya que eso haría orgulloso a sus difuntos, y Fran debía seguir, porque había prometido a Ragnor ayudar a huérfanos como habían añorado.

Al parar en el estacionamiento y comprar los mejores ramos de flores, entraron al lugar buscando los dos ángeles que sobresalen de las otras lápidas, se colocaba uno en cada lado del lugar. Limpiaban la lápida dejando escapar unas pequeñas lágrimas, tiraban las flores viejas y colocaban las nuevas para después dedicarse a mirar esos ángeles en silencio, rezando porque ya hubiesen encontrado su paz. Pero ese día hubo un cambio.

—­ ¿Sabes a quien estaba recordando a estos días?— preguntó Fran.

Magnus secando un par de lágrimas hizo una seña de que quería la respuesta.

— A ese chico, el que sus padres se lo llevaron ¿Alan?

— Alexander.

Su primer amor, su mejor amigo de niñez, podría decir que solo recordaba la promesa que ese niño de ojos zafiros le había dicho antes de mudarse.

<<Vendré por ti, porque soy tu príncipe azul, solo espérame. >>

Ya habían pasado tantos años que dudaba que ese muchacho apareciera.

Pobre niño que había sido castigado por un sentimiento de niños y los había separado.

— Deja de hablar y reza por tu novio—agregó Magnus.

Ese día pudo recordar a Alexander por unas horas.

Primer Amor. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora