Alexander.
— ¿Así que tú también vas a donde voy con mami?— preguntó el niño.
Estaban con el niño jugando a juegos de palabras, algo que se le dabas bien a ambos mientras una azafata estaba pasando cerca de ellos, la mujeres que trabajaban ahí eran muy descaradas, dos botones de su camisas desabotonada, pintalabios oscuros, perfumes fuertes y miradas con sonrisas coquetas, algo que Alexander le desagrada ver, no entendía como personas podían atraerse así, además habían niños en el avión, no era bueno eso, vio como la azafata más joven, de pelo ondulado y labial oscuros, acercaba hasta ellos para hacer su juegos con él, se agachó un poco para mostrar sus atributos colocando una sonrisa coqueta para comenzar.
— ¿Necesitas algo señor? ¿Su niño quiere dulce?
Estaba controlando sus impulsos, no quería decir una grosería cuando el niño, de quien estaba tratando de ganar confianza, estaba a su lado si Rafael no estuviese en el otro asiento ya estaría dando un gran sermón de porque era una cualquiera, pero solo dirigió la mirada hacia otro lado y iba a contestar.
— Puede que unos refrescos señorita y si quiero, pero no dulce, si no algo para comer— respondió Rafael— y si puede alejarse un poco de mi cuñado estaría agradecido ¿Vio la mujer que estaba gritando adelante? Bueno es la suegra de él, mi mamá, y no quieres que ella desquite su molestia contigo después de haberse calmado, ya ha visto el espectáculo.
— Le traeré ahora mismo lo que has pedido muchachito— dijo la azafata sorprendida— lo siento, no he querido molestarle.
La mujer se alejó por los pasillos y Alexander miró asombrado al niño, quería retarle por haber dicho una mentira, aunque no lo haría ya que le había salvado de un momento donde estaba a minutos de perder la paciencia y hacer un gran escándalo, Rafael le sonrió mostrando hoyuelos que no había visto antes para comenzar una partida nueva, por primera vez el ojiazul sonrió encandilado por la persona que tenía cerca, un niño que tenía la inteligencia como la de Samuel, alguien a quien estaba extrañando.
— Gracias niño.
— Aún no has respondido mi pregunta— dijo el chico— ¿Tú también vas al mismo lugar que va mami? ¿Las gentes son malas? ¿Me harán daño? Sé que soy distintos a lo demás, ya que tienen una idea diferente, pero no merezco esto, no quiero que me hagan daño, solo quiero volver con Luc.
La azafata volvió con lo pedido, colocándolo en las mesas que eran sostenidas por el asiento de adelante para después irse sin decir nada, ni había amagado a hacer algunos de sus coqueteos baratos, solo se había ido sin decir más nada, el ojiazul sonrió preparando todo para comenzar con la merienda para ambos, pero aún la mirada del niño en el esperando la respuesta.
— Son personas malas, pero solo van a querer ayudarte que mires con otros ojos a Luc, no pueden estar jugando a esos juegos— susurró Alec— no te harán daño, prometo que no lo harán, solo van a querer que cambies lo que ves por ese niño, capaz hasta te separes de un poco de él para que puedas pensar bien cuáles son tus sentimientos.
— Pero no quiero mirar con otros ojos a Luc, ni irme de su lado es mi novio— se quejó el niño— ¿Qué harías tú si te hacen eso? Solo quiero estar a su lado.
El ojiazul remojó sus labios al no poder decir ninguna respuesta por el comentario del pequeño, que le había hecho acordarse una vez más de su niñez, él también había estado así una vez, negando dejar de querer a Magnus, de no verle otra vez, quería al chico de nuevo junto a su lado, pero no había podido hacer nada, no tenía escapatoria, había tenido que soportar lo que sus padres le habían dicho, los castigos, los azotes cuando pedía en sus rezos nocturnos por ver a su principito y ellos los escuchaban, después de eso, cansados le habían mandado a aquella escuela donde el odio como el dolor había entrado en su alma, haciendo odiar a Magnus Bane por todo, pero no quería ese camino para Rafael o por lo menos que no sufriera como le había sucedido.
— Haré todo lo posible para que no suceda ¿Confías en mí?
No se acordaba cuando había sido la última vez que decía esas tres palabras, era rara vez que la usaba, pero ahora mismo lo estaba sintiendo dentro de él, quería ayudar a ese niño de no tener una historia parecida a la suya, no podía evitar acordarse cuando ayudó a Clarissa a huir del círculo, esta vez lo sentía de nuevo, y no fallaría, tenía que armar un plan. Vio cómo el niño asentía.
— Confío en ti, porque sé que me ayudarás a volver a ver a Luc.
— ¿Y no te vas a enojar de lo que haga?— preguntó otra vez.
El niño negó y Alexander asintió mirando la cabeza de la mujer en los asientos más adelante, tenía que librarse de ella también si quería llevar a cabo su primer plan, si lo lograba entonces podría dirigir al niño con alguien que podría cuidarlo, ayudarlo desde adelante, miró de nuevo al niño acercándose un poco más.
— ¿Y si te mando con otra familia?— preguntó.
— ¿Con otra familia?— preguntó sorprendió el niño— ¿Por qué?
— Será con una persona que te cuidará, tiene una historia muy idéntica a la tuya ¿Qué dices?
— ¿P-pero mamá?
El ojiazul suspiró sabiendo que el niño estaba aferrado a su madre, el recién había aparecido en su vida, no aceptaría la propuesta de un desconocido, iba a tener que pensar en otro plan para llevar.
— Déjame pensarlo, no quiero que mamá salga herida— dijo entre susurró el niño.
— Lo siento, no debí decirte eso, eres un niño de poca edad, no tendría que estar diciéndote esto niño— dijo nervioso el ojiazul— solo olvídalo.
Ambos se callaron por un rato comiendo en silencio, Alexander se estaba carcomiendo la mente, estaba nervioso si el chico le decía a su madre de lo que había escuchado, no quería que sus planes se acabarán tan rápido, pero quería ayudar al niño, no soportaría verle sufrir siguiendo sus pasos frente a sus ojos, pero la estaba embarrando, no sabía cómo controlarse frente a un niño, le estaba tratando como alguien mayor, cuando no era así.
— ¿Quién es él?— preguntó Rafael— Al que me quieres llevar.
Volvió la mirada al chico, tenía las yemas de sus dedos manchadas con la sal de sus papas mientras iba saboreando uno por uno hasta darle un trago a su refresco, no le miraba pero estaba esperando por una respuesta ¿Pero que iba a responder? Magnus Bane no era alguien de su agrado, pero a pesar de eso tenía a todos hechizados, le amaban y era un chico de la comunidad LGBT, si le mandaba al niño de seguro que lo cuidaría como parte de su familia, no tendría que sufrir y lo ayudaría, como sus hermanos, a tener una vida mejor, aunque ahora no sabía si quería del todo aquello.
— Un amigo de mis hermanos, es igual a ti, el color de tu piel, y esa sonrisa, aunque nunca le vi sonreír desde hace tiempo, sus ojos son verdes dorados, y a pesar de su pelo colorido el tuyo es idéntico a la que tenía el antes, es una personas que daría la vida por lo que quiere, dedicaría su vida para salvar a alguien si lo ve en un estado que no corresponde, por eso confío en él, porque es igual a ti podrá entender cómo cuidarte— dijo Alec— pero solo hay un detalle, cuando me vine pude verle postrado en una cama por una enfermedad, estará sano en unos meses, solo ha sido una decaída, pero después de unas secciones de recuperación, buena medicina estará caminando ni que menos lo pienses.
— Parece ser importante para ti— susurró el niño— ¿Son cercanos?
— No, ni un poco— mintió.
Miró hacia otro lado tragando con fuerza, estaba mintiendo, claro que eran cercanos, compartían una historia en la niñez, una amistad en esos tiempos, solo que ahora ya no era lo mismo, el odio que tenía dentro por él estaba nublando todo aquello, además no quería que aquella nube desapareciera, no cuando había hecho tales cosas, además no tenía que estar pensando en aquello, no tenía por qué estar sintiéndose así de dolido por los recuerdos, ni por estar pensando en Magnus Bane. Cerró los ojos con fuerza culpando al niño de estar sacando eso de él, podía sentir el dolor cuando había visto en el suelo al moreno y después la información de que estaba crítico de salud cuando debía estar feliz.
— Los adultos son peores que los niños— comentó el niño en voz baja.
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Primer Amor. •Malec•
أدب الهواة||Malec|| Un enamoramiento en la niñez es algo que suele recordarse por años, un amor inocente y aventurero. Pero no para estos dos niños que tuvieron que enfrentar graves situaciones antes de reencontrarse otra vez a su mayoría de edad. Hay un pro...