Primer Amor. •Malec•

(45)

Alec.

Miró hacia la ventana, estaba encerrado en aquellas cuatro paredes y aunque se riera de las personas que se volvían loca confesando todo en aquel lugar en las películas ahora podía sentir aquella tensión, el silencio torturando su cabeza, diciéndole que debía confesar todo una y otra vez, apretaba su cabeza con sus manos con fuerza y apretaba sus dientes de la misma manera, todo estaba siendo torturador para él que le estaban llevando a un estado donde pronto gritaría para confesar, pero no debía hacerlo, tenía que esperar a su amigos, a su abogado para que todo pudiera ser mejor. Comenzó a llorar en silencio, imaginando a Rafael o a Magnus, a su familia ¿Qué estaría pasando allá? Vio como Luke abría la puerta entrando un poco para mirarle.

— ¿Vas a confesar?— preguntó.

Habían intentado cada hora lo mismo pero se iban sin éxito, Alec había podido escuchar que su abogado venía en camino y que no podían pasarlo a una celda hasta que todo se solucionará ahí. Algo que agradecía, porque si en esas cuatros paredes era un sufrimiento una celda sería el mismísimo infierno. Negó a la pregunta del oficial viendo como la puerta se cerraba una vez más mientras él seguía ahí, lamentándose. Pronto Jonathan traería las pruebas y si todo salía bien, si aquella acta de adopción era válida Rafael podría quedarse con Magnus y el tener menos años de condenas. Su abogado era bueno en esto, tanto que en su otro trabajo, así que debía confiar en él y que todo sería para mejor.

— Todo para mejor— repitió.

Unas horas más tardes donde se estaba quedando dormido en la mesa la puerta se abrió haciéndole sobresaltar, viendo a Jonathan Morgenstern entrando con su ropa informal y su maletín donde debía estar todas las pruebas, se sentó frente a él mirándole atento, Alec sonrió viendo como su amigo estiraba su mano fingiendo formalidad para estrecharla ambos en forma de saludo.

— Era hora de que la ley te atrapará pequeño bandido— bromeó Jonathan— haber dime, de que te han acusado.

Alec miró hacia todos lados buscando cámaras y micrófonos, pero si Jonathan estaba sentado ahí, tranquilo, sabiendo lo que había y no se estaba inmutando entonces él tampoco debía hacerlo, así que solo suspiró y le contó lo poco que sabia viendo como el chico asentía prestando atención a lo que le decía.

— Bueno hemos preparado todo desde antes, los papeles tanto como pruebas que podremos presentar— dijo Jonathan— pero solo debo decirte que irás a la cárcel, de esa no podemos sacarte Alexander, nuestro juez es bravo, será imposible.

El ojiazul sintió una opresión en su pecho, sabía que debía pagar por sus pecados, tenía que ser fuerte y soportarlo, soportar cada castigo que Dios le estaba dando, porque aún que aquellas malas personas habían hecho todo una desgracia en las vidas de muchas personas aún seguía siendo personas y él había pecado matando. Además debía pegar por sus anteriores pecados, las maldades que había hecho, el odio que llevo acumulado en su pecho por tanto tiempo.

— Solo quiero que Rafael este con Magnus, Jonathan debemos hacer que el niño se quede con Magnus— dijo Alec— sé que estaré detrás de rejas, hice muchas cosas malas, pero no me alejen al niño, es quien me ha salvado, ya me llama papá y no es justo.

— Haré lo que pueda Alec, ahora escúchame, mañana tenemos la reunión con el juez— informó el chico— este caso le ha interesado mucho, así que todo esto se resolverá de inmediato, todo te señala a ti como culpable y esta noche contestarás que si, tú lo has hecho, pero mostraremos las pruebas, tenemos tantas para demostrar que aquellas personas muertas estaban a punto de hacer un gran peligro, traigo la muestra conmigo, y traigo todos los papeles. Si llegamos a seis años de prisión entonces alabado sea, la suerte esta de nuestros lados.

Después de unos minutos los dos oficiales que le quisieron interrogar la primera vez volvieron a entrar, Jonathan le dio lugar a la mujer para colocarse junto a Alec, esta vez debía confesar todo como le había indicado su abogado y dejar de hablar cuando esté se lo señalará, la mujer dejó un grabador en la mesa y las preguntas, como la noche comenzó a pasar, hubieron tantas preguntas que le hicieron marear pero mirando a su amigo se podía calmar, aunque no era el único tenso y desorientado ahí, porque el oficial Luke parecía estar peor mientras miraba al abogado, ya reconociendo al hijo mayor de la difunta Joselyn Fairchild, pero ese tema quedaría para después.

— Muy bien, gracias por su colaboración señor Lightwood y señor Morgenstern, tienes veinte minutos para hablar con su cliente y deberá marcharse, mañana a la mañana será la reunión con el juez— dijo la mujer.

Para que ambos oficiales se fueran por la puerta ya con lo que ellos necesitaban, la confesión. Habló con Jonathan por un buen rato sobre el tema de la familia ya que el chico se alojaría en la casa hasta que todo se solucionará, solo veinte minutos antes de que le dijeran que debía irse y el pasaría a una celda por aquella noche. Jonathan caminó hasta la puerta pero se detuvo mirándole.

— Ah me olvidaba, un tal Magnus dijo que tengas fuerzas, todo va a estar bien.

— ¡Dile que se cuide y que cuide a mi Rafael!

Antes de que la puerta se cerrará y volviera a quedarse solo, sentado en la mesa mirando sus manos como una forma de consuelo a aquel mal rato que estaba pasando, solo mejoraba la noche el mensaje que su amigo le había dado de Magnus, si el moreno le enviaba fuerza entonces todo estaría mejor, podría superar aquella mala noche si se enfocaba en cosas buenas y no se dejaba dominar por la mala como le había pasado antes.

"Isabelle, Jace, Sam, Clary, Merliot, Jonathan, Rafael y... Y Magnus"

Lo repitió toda la noche hasta que los oficiales lo sacaron, confiscaron sus pertenencias como cualquier cosa que fuera a hacer daño para después meterlo a una celda fría y oscura.