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Magnus.

Después del desayuno, Alexander cumplió con lo que le dijo, lo llevó al trabajo, el moreno seguía desconfiando, estaba tenso y miraba la ventana, con la mano cerca de la manija por si el ojiazul se iba del camino y debía tirarse de aquel vehículo, no dudaría en hacerlo si se lo provocaba, no estaba preparado aún para ese corte de su vida, no cuando ahora tenía bajo su responsabilidad y como promesa a Isabelle cuidar al pequeño Rafael Lightwood-Bane, que después de la trágica historia de la pérdida de su madre necesitaba amor de dos personas que pudieran no ocupar ese lugar de su madre si no que llegaran a hacer su infancia feliz.

— ¿A qué hora quieres que te vaya a buscar a tu trabajo Magg?— preguntó Alec.

No recordaba la última vez que Alexander lo había llamado por ese nombre, solo oírlo le hacía volver el tiempo atrás, cuando eran niño, cuando se amaban, y ninguno de los problemas que habían tenido después de aquel dibujo existía, pero no lograría nada con pensar recuperar aquello, porque no volvería, nadie le devolvería aquella felicidad, debía aceptar que estaba en el presente y que algo los había llevado hasta lo que habían pasado para finalizar donde estaban.

—Le diré a Fran que me traiga o a Simón, ya sabes ellos no tienen problema y tú puedes jugar con Rafael sin problemas— comentó.

En una parte era razón, trabajaría un rato y después compartiría unas horas con sus amigos, mientras dejaba un poco de privacidad al niño con los nuevos adultos con los que conviviría, además necesitaba hablar de lo que dentro de él sentía con personas, o mejor dicho con Fran quien había estado con él desde que era un niño y conocía a Alec desde el mismo tiempo, además una parte de él aún tenía miedo de que el ojiazul se comportará así.

—Ni lo pienses— respondió— entiendo que aún estés asustado, pero te juro por Rafael que he cambiado, Magnus por favor créeme.

—Es tan difícil después de lo que has hecho, no todo se puede olvidar de un día para otro Alec.

Aún seguía mirando por la ventana, faltan para llegar al hotel Dumont y todo estaba comenzando a ser un poco incómodo, Alexander parecía vulnerable a sus ojos pero ¿Y si se ponía molesto? ¿Si se enojaba? No quería observar eso, menos cuando estaban en un auto y podía ocurrir algún accidente si el ojiazul no ponía primordial atención al camino y la carretera.

—Pero he cambiado, he hecho todo para cambiar— reprochó— mis padres me hicieron así.

—Eso no cambia ni hace olvidar de los errores que cometiste, yo perdí a mis padres y podría haber seguido toda mi vida a las personas que le mataron para hacer venganza, pero decidí cuando fui mejor, seguir mi vida. Nosotros buscamos nuestros propios caminos y decidimos por ellos.

—Pero lo he hecho y ahora estoy aquí, quiero participar en la vida que quise y no pude tener— susurró— quiero tener la confianza de mis hermanos, poder jugar con Sam, ver cómo mi sobrino y mi hijo juegan conmigo, quiero hacer lo que mis padres me negaron y me hicieron ver como algo malo ¿Acaso no puedo tenerlo?

—Claro que puedes tenerlo, y yo te ayudaré si lo necesitas, pero debes ser paciente, no todo se obtiene rápido, capaz pasen días, meses, hasta años.

—Tenerte a ti ahora a mi lado, como mi amigo, puede bastar por un tiempo— respondió el ojiazul embozando una sonrisa.

Se quedaron callado durante todo el camino hasta que el auto se detuvo frente al hotel y Alexander le ayudó a bajar abriendo la puerta, haciendo que el moreno agradeciera cuando bajo y apoyó el bastón antes de apoyar las piernas en el suelo, podía notar como el ojiazul era más cortes y atento en esas situaciones pero aún no estaba para creer aquello.

— ¿Entonces a qué hora te vengo a buscar?— preguntó de nuevo el ojiazul.

Le acompañó hasta la puerta, el moreno se detuvo para dedicarle una sonrisa al ojiazul, ahora entendía bien lo que sucedía, Alexander necesitaba cariño, estaba tan mal por lo sucedido, por el daño de sus padres, por la muerte de ellos, que estaba tratando de refugiarse en la búsqueda de más cariño, como el de Merliot a pesar de tratarlo mal, de Clarissa, de Rafael, de Jace hasta el suyo, y si no lo tenía podría desesperarse, su vulnerabilidad era muy grande y estaba comenzando a verse a través de aquellas grietas.

—En dos horas ¿Te parece?— preguntó Magnus.

—Estaré afuera con puntualidad. Nos vemos más tarde Magnus.

—Nos vemos Alexander.

Vio como el ojiazul se iba en dirección al auto y el después de eso entró al hotel, aún podía sentir sus piernas doler al renguear y hacer fuerza con el bastón, pero el doctor le había dicho que pasaría, que con la ayuda del medicamento los dolores pasarían y la recuperación podría ser mucho más fácil y corta. Magnus le pedía a Dios que fuera así, que le ayudara en aquellos momentos dándole una recuperación buena. Vio a Raphael en su silla de rueda a la distancia, en su pierna estaba Simón sentado dándole mimos y a su lado Fran, que parecía estar concentrándose con su celular de aquello que tenía a lado. Había poca gente paseando, así que cuando Fran vio su presencia corrió hasta su lado para darle un abrazo a pesar de que se habían visto esa misma semana.

—Mi persona favorita— dijo emocionado Fran— Has llegado a salvar mi vida, estas dos criaturas parecen querer unirse en uno, están muy cerca y no dejan de besarse y acariciarse, si no fuera por nosotros estarían teniendo relaciones sexuales.

—No exageres mi querido Fran— dijo Magnus.

Quien soltándose del abrazo comenzó a caminar hasta la pareja, Simón y Raphael se amaban mucho, había vencido tanto después de lo ocurrido y aún el amor seguía floreciendo cada vez más, Raphael lo había sacado, mejor dicho a todos, de aquel trabajo tan triste para llevarlos a algo mejor, no podía hacer más nada que estar agradecido, todos agradecidos con esa persona, por una nueva vida donde no necesitarán como primer recurso de plata o tuvieran que hacer esos trabajos, y darle un amor de los buenos al niño Simón.

—Hola mi pareja preferida— saludo— ¿Nuevo trabajo para hoy?

Ambos, Raphael y Simón se separaron sonriendo para mirarlo.

—Solo compartir una buena tarde los cuatro juntos ¿Qué le parece?— preguntó Raphael— no puedes decir no, ya tengo todo preparado.

—Está bien, pero que no sea largo, en dos horas debo irme, Rafael estará esperándome— respondió.

Todos caminaron hasta la sala apartada, llegando a una mesa ya preparada para comenzar aquella merienda, donde hablarían de todo, como amigos que era el tenían siempre temas nuevos para hablar.

Primer Amor. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora