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DOS MESES ANTES.

Alec.

El avión había aterrizado y Rafael se había quedado a su lado mientras que la mujer, la madre del niño, también venía a su lado con una sonrisa más calmada desde la primera vez cuando la vio, se veía más calmada y bromeaba a su lado, pero no le hablaba al niño, ni lo miraba, era como si no existiera para sus ojos, pero el si lo estaba haciendo, la mujer era amable con él a pesar de no conocerle, y no podía creer que tratará tan mal a su hijo, el niño que había salido de su vientre.

— ¿Así que usted estaba trabajando en Brooklyn? Me imagino que para venir de nuevo a su hogar debe haber hecho un buen trabajo con esas gentes— dijo la mujer.

— No lo creo, me han llamado de regreso, solo he estado muy poco tiempo señora.

Los tres fueron en busca de su equipajes y después hacia las afuera del aeropuerto, el ojiazul les llevó hasta unos de los taxis, cargando con la ayuda del conductor las maletas en la cajuela de atrás, por la mirada de la mujer no había esperado eso, al parecer había creído que le estaría esperando una limusina por ser el hijo de los Lightwood, si supiera, pero haciendo como si no había visto nada el ojiazul le abrió la puerta delantera para que la mujer se sentará y después entró con el pequeño en los asientos de atrás, el niño lo tenía agarrado de la remera, temblando de miedo mientras el auto comenzaba a moverse, y sin darse cuenta él también lo estaba, tenía miedo de todo lo que iba a hacer, el miedo estaba comenzando a llegar a su cuerpo, a temer al pensar si su madre o su padre ya habían ido a terminar con lo que él no pudo, o habían mandado a alguien, tenía que llegar y parar todo aquello antes de que dieran su partida.

— ¿A dónde señora?— preguntó el conductor.

Alexander le dio las indicaciones al hombre mientras escuchaba la música sonar despacio en la radio, eran de un ritmo suave, algo que daba un poco de calma al lugar aunque donde se estaban dirigiendo no sería eso, sería una pesadilla a la cual él había llamado hogar, suspiró viendo como Rafael le agarraba con más fuerza al sentir cómo él estaba y le dedicó una sonrisa para dirigir la mirada a la ventanilla rogando por el destino de los tres, más por el niño que tenía mucho que vivir.

— Tengo miedo Alexander— susurró el niño.

Dirigió la mirada hacia el niño que tenía los ojos cristalinos, sus labios temblaban y novia sus manos entre sus piernas casi nervioso, ya le había soltado el agarré, mirarle así le daba tristeza, tan mal se estuvo comportando y podía ver bajo los comportamientos de otra persona la clase de gente que era, alguien que no estaba siguiendo los pasos de Dios, lo que tanto había creído estar siguiendo, no estaba ni cerca de ello.

— No tienes por qué temer, soy desde ahora tú protector, haré todo lo posible para tu bienestar ¿Entendido?

Vio cómo el niño asentía un poco y volvía su mirada hacia su ventanilla, ninguno creía que podría suceder algo bueno a donde iba, excepto la mujer que estaba confiada de que le ayudarían, si supiera que las madres solteras tampoco eran de su agrado. Cuando llegaron al lugar, bajando su equipaje y pagando al hombre del auto, los tres entraron por el portón de rejas hacia dentro del lugar, era un lugar grande, todo cerrado, con casas alrededor y al medio del lugar el edificio donde el jefe del círculo sabía estar, donde todos trabajaban en conjunto para sus futuros planes, y donde él los mataría a todos para que dejara de extenderse ese odio excesivo que tenía.

— Primero vamos a pasar por mi casa, debemos informar que quiere ayuda y ver si lo tiene permitido— dijo Alec a la mujer— si no es así, la llevaré a que se alojé en algún lugar hasta que esté permitida.

Podía ver las cámaras siguiéndole hasta que llegaron a una de las casas de color dorada, significado que en ese lugar vivían los mejores trabajadores del lugar, eso eran sus padres, los asesinos de la familia Bane y quién sabe cuánto más, ahora que sabía la verdad no podía mirarlos con los mismos ojos, cuando tocó la puerta vio como Maryse, su madre, abría con una sonrisa indicando que ya sabía de su llegada, eran unos de los tantos que tenía acceso a las cámaras.

— ¡Alexander!— dijo su madre abrazándolo— no te esperaba aún ¿Quiénes son tus invitados?

La mujer se separó un poco pero aún sosteniéndose de la mano con cariño, mirando hacia atrás de él a las dos personas que le acompañaba, vio cómo Robert se acercaba a la puerta para saludar a los invitados, ambos estaban ahí y él no podía sentirse bien, se sentía incómodo a su presencia.

— Ellos son la familia Hils, la señora quiere ayuda para su niño.

Vio una chispa diferente en los ojos de los dos Lightwood y con una cortesía fingida los hizo pasar, las maletas quedaron a lado del pasillo y se dirigieron hacia la sala, Rafael se sentó a su lado y los adultos se sentaron en sillones separados, Maryse trajo bebida para pasar el rato.

— ¿Usted es Vanessa Hils?— preguntó Maryse después de un rato— la mujer que ha dejado muchas llamadas, mensajes y pedidos para vernos, es una mujer muy apasionada por conseguir lo que quiere, cuando le dijimos que este mes no podía venir y se impulsó a venir de igual manera.

— Lo lamento, pero mi hijo cuanto más tiempo pase ahí, peor será, no quiero que sea una persona de esas— respondió la mujer.

— Alexander llévate al niño en un paseo por el lugar— ordenó Robert— ahora.

La mirada de su padre le hizo temer, agarró del brazo del niño y después de una última mirada supo que algo malo sucedería, sintió las súplicas de Rafael de no salir de ahí y la madre del niño preguntando porque se lo llevaban, siendo calmada por Maryse de que querían hablar más del niño a sola, Alec empujó al niño con él y así salir rápido de ahí, sintiendo un nudo en la garganta dándole ganas de devolver. Cuando salieron el niño comenzó a sollozar por lo bajo, pero no sé detuvieron, lo siguió arrastrando hasta llegar hasta donde estaba la estatua de un Halcón grande, el niño se sentó ahí mientras Alec saludaba con una asentimiento de cabeza a las personas que pasaban cerca aunque podía notarse tenso.

— ¿Qué le pasará a mamá?— preguntó el niño.

— No lo sé Rafa— susurró.

Sacó su celular para marcar a Merliot, el solo podría darle noticias de lo que estaría sucediendo en el lugar por estar tan ocupados, no era en quien más confiaba pero eran amigos del lugar, al no ser respondido mandó un mensaje de su ubicación para esperar su llegada, después de eso se arrodilló hasta donde estaba el niño viendo como estaba oculto entre sus piernas, le acarició el pelo y comenzó a rezar para que no le pasará a Vanessa.

— Yo sabía de que esto sería peligroso, no es bueno estar aquí— susurró Alec al pequeño.

— ¿Qué pasará conmigo?— susurró el pequeño.

— No lo sé, Rafa no lo sé.

Escuchó un chiflo desde lejos mirando hacia uno de los lados, viendo a Merliot viniendo a pasos largos hacia ellos, tenía una gorra de lana negra con sus pelos largos llegando hasta los hombros, tenía un uniforme informal y cuando se acercó más el ojiazul pudo ver unos que otros moretones como heridas que habían sido arregladas con puntos.

— ¡Alexander!— saludo el chico animado.

El sonido de la alarmas de la ambulancia entrando al lugar le interrumpió el reencuentro, agarró al niño abrazándolo sabiendo ya lo que había sucedido, iban a parar en la casa de los Lightwood y cuándo llegarán a ver qué sucedía encontrarán la información de la muerte de Vanessa Hils, sintió como el niño se removía entre sus brazos queriendo escapar al ver ya las personas entrando dentro de la casa donde habían estado antes.

— ¿Qué sucede?— preguntó Merliot.

— Averigua qué está ocurriendo en mi casa— suplicó Alec.

Apretó con más fuerza al niño a su cuerpo escuchándolo llorar, vio como su amigo sacaba el celular y llama para informarse, la ambulancia se fue haciendo que el ojiazul aflojaba el agarre, susurrando por lo bajo reiteradas veces que todo iba a estar bien, no podía creer que sus padres hicieran eso, frente a los ojos de un niño cuando estaban acabando de llegar, como si ya estuviesen acostumbrados a hacer esos asuntos. Cuando Merliot dejó el celular, suspiró dando que eran malas noticias.

— Vanessa Hils murió de un ataque al corazón.

Primer Amor. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora