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— Dime, ¿qué fue lo que pasó para que anoche te encontrara en ese estado?

— No sé cómo me encontró. Llegó a mi apartamento y fue cuestión de que yo abriera la maldita puerta para que él me empujara y me echara en cara la muerte de mi madre. Jimin, yo no la maté. No fue mi culpa que ella quisiera darme su vida a mí, aún no entiendo el odio de él hacia mí.

— No hay nada que entender, te lo he dicho. Ese viejo solo se aburre de su vida, frustra su carga en ti. Tú no tienes la culpa de nada. Debes dejar de beber cuando él aparece. ¿Se fue?

— No lo sé, quiero mudarme.

Mudarse... Aquí hay espacio, pero no para Yon. Bueno, no viven juntos pero lo parece. Ella siempre está encima de él y de solo pensar en tener esa imagen ante mí todos los días a todas horas me encoge el corazón. No puedo ofrecerle mi apartamento.

— ¿Te acompaño a buscar lugares?

— Eso es una buena idea.

Da un último sorbo a su café y no me dice nada más. Se encamina a mi habitación y minutos después le sigo. Se quedó dormido de nuevo. Yoongi es así. Cuando nació él y su madre estaban en riesgo, ella le dijo a los doctores que naciera Yoongi. Que no le importaba morir. Pero su padre odió esa decisión, por eso ha odiado desde siempre a Yoongi. Por lo que él se crió en un internado en Londrés. Se graduó de la universidad allí y ahora vive aquí, en Los Ángeles. Yo lo conocí cuando tenía una semana de relación con Yon.

Estábamos buscando empleo y casualmente terminamos en el mismo lugar. Nos contrataron a los dos y aunque empezamos por lo bajo hemos terminado siendo socios del lugar así que vivimos cómodamente. Por eso se formó nuestra amistad cercana, hablábamos todos los días y salíamos seguido. Aunque admito que últimamente me he alejado, desde que empecé a sentir esto. No resisto verlos tan juntos y felices, no cuando yo me estoy jodiendo.

Por la tarde Yoongi despierta, preparamos algo. Él cocina mucho mejor que yo y me gusta admirarlo mientras está en la cocina. Él solo me sonríe y sigue en lo suyo. Después de ello y de darnos una ducha salimos hacia su apartamento. Alguien me escuchó, rogué en todo el camino que ella no estuviera ahí. Entramos y afano a Yoongi para que se cambie rápido. Se enoja conmigo pero lo termina haciendo.

— No sé por qué mierdas tienes tanto afán. Pude irme sólo entonces si debes hacer algo más.

— No es eso, Yoongi. Quiero ver los apartamentos temprano.

— Jimin, si te estás viendo con alguien puedes decirme. Podríamos salir los cuatro, con Yon.

— No —aprieto el volante—. No salgo con nadie y eso no va a pasar.

Miro por un momento a mi acompañante y miro su ceño fruncido, sé que le molesta que yo sea cortante con él pero esa idea no me gusta para nada. Yoongi ni siquiera sabe que soy gay.

— Ah, señor Yoongi. Buenas tardes, ¿qué puedo hacer por usted?

— Necesito un apartamento. El que tengo está bien, pero deseo mudarme, Hoseok.

— Claro, veré que hay disponible.

Hoseok es como nuestro agente inmobiliario, siempre recurrimos a él. Es agradable y siempre encuentra buenos lugares. Nos recomienda uno no muy lejos de donde vivo y Yoongi solo pasa su tarjeta. No lo ve ni nada, solo dice que sí.

— ¿Seguro que no quieres ir a verlo?

— No, vamos a comer. Cualquier lugar está bien.

Salimos de la agencia y conduzco a un lugar de comida coreana. A él le gustan. Lo sé, conozco todo lo que a Yoongi le gusta y lo que no, pero así es uno enamorado, ¿no? Comemos enfrascados en una conversación trivial. Al menos su resaca ya se fue.

Camino al auto él se detiene frente a la puerta. ¿La razón? Su celular está sonando y estoy seguro de saber quién es. Yoongi contesta con una sonrisa dibujada en su cara.

— ¡Yon, nena! ¿Cómo estás?... No... que no, sí estoy con él... ¿cómo que quién? ¡Pues Jimin! —escucho mi nombre en la conversación y entro al auto subiendo todo el volumen de la radio. Cuando la canción acaba Yoongi sube al auto y me mira de nuevo frunciendo el ceño y bajando el volumen a la radio.

— ¿Qué? —pregunto sin mirarlo.

— Me vas a explicar qué mierda te pasa hoy. Estás demasiado raro, Jimin —enciendo el auto y arranco saliendo del parqueadero del restaurante—. Jimin. Jimin, no me dejes hablando solo, odio eso y lo sabes.

— No es mi día. ¿Cómo está Yon? —pronunciar su nombre es como tragar ácido, soy un hipócrita con título.

— Está con sus amigas, hoy no nos veremos. Así que tienes que cambiar tu actitud porque vamos a estar juntos lo que resta del día y me ayudarás a mudarme.

No permito que vea mi sonrisa, subo el volumen de la radio de nuevo y sigo conduciendo.

— Creo que ni tu misma madre te entiende, Jimin.

Comenta antes de bajar el vidrio de su lado y apoyar la mano en sus labios. Momentos como este son los que valen oro.

¡Mírame, Min Yoon Gi!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora