uno

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- Puedes besar a la novia, Nate - Había dicho el padre.

Alice Monett por fin se había convertido en la señora Valentine, su esposa, su mujer. La jaló hacía él tomándola por su diminuta cintura, impactó sus labios contra los de ella, esos labios rojos y carnosos que Nate tanto amaba, ella lo miró a los ojos, esos ojos azul turquesa que lo habían enamorado con tan sólo una dulce mirada, el brillo de sus ojos le mostraban lo feliz que se sentía, tan dichosa y llena de vida por formar parte de él.

Nate tomo entre sus manos el diminuto y fino rostro de la chica para mirarla de esa forma amorosa y tierna, simple y sencillamente él no podía creer que la dulce y pequeña Alice ya era su esposa, era de él, iba a cuidarla, iba a tenerla cada amanecer en sus brazos, iba a formar parte de su vida para siempre, él sólo iba a vivir por y para ella.

- Te amo Nate - Le susurró ella al oído sobre los aplausos de los invitados - te amo tanto.

- Y vivieron felices por siempre bajo la nieve de París - gritó una voz femenina desde la entrada de la iglesia.

Todos se paralizaron al ver a la chica entrar, ella era muy alta, su diminuto vestido rojo dejaba al descubierto sus largas y estilizadas piernas blancas, su rostro, a pesar de que era hermoso demostraba coraje y odio, se acercó a los novios a una distancia apropiada, la menuda de Alice se escondió tras del cuerpo robusto y masculino de su esposo pues sentir la mirada fría de la chica la llenaban de miedo.

- Vete de aquí - le gritó Nate a la chica, su voz sonaba fuerte, pero por dentro estaba aterrado pues sabía de lo que ella era capaz - Este no es el momento ni el lugar para tus dramas.

- Es que no es un drama - recalcó la chica acomodando su rubio cabello - estaba sola en mi casa pensando en todo el coraje que sentía al saber que una estúpida te arrebató de mis brazos, en que ahora te tiene, y entonces luego pensé, si yo no soy feliz, ella tampoco lo será, y como ella está casada con mi felicidad se me ocurrió que, te tengo que quitar del miedo, Nate - La chica sacó una pistola de su bolsa y le a punto a él, todos los presentes hicieron un sonido de preocupación, a Nate se le heló la sangre pero tenía que ser fuerte al sentir el miedo de su esposa - Qué se siente saber que el día que naciste te vas a morir, feliz funeral.

- Estás loca - Le gritó Nate sorprendido.

Regina apretó el gatillo y una bala salió disparada, todos gritaron del impacto, Nate se quedó inmóvil y sin respirar por unos segundos, al escuchar a Alice gritar su nombre se dio cuenta de que Regina había fallado, el padre la sujeto del brazo para evitar que ella se acercara a ellos.

- Regina vete antes de que causes un problema - Le dijo Nate llevándose una mano al pecho.

- No quiero causar un problema, quiero matarte.

- En verdad estás loca.

Nate desvió su mirada hacia atrás de Regina, Jean, su primo, iba hacia ella de forma sorpresiva, Regina descifro su mirada, al girar hacia atrás disparó por inercia, Nate se movió por unos escasos centímetros al lado contrario de la dirección de la bala, el par de segundo que pasaron se le habían hecho los más eternos, la bala no lo tocó gracias a su habilidad, se tocó a sí mismo y no encontró ninguna herida, su primo sujetaba a la loca de Regina que no paraba de reírse, todos lo miraban pero no sabía por qué, pero no le importo, él estaba bien y ese mal momento iba a quedar en un horrible recuerdo, sonrió al ver la suerte que tenía, estuvo tan cerca de la muerte por dos ocasiones y ninguna bala lo tocó.

- Feliz cumpleaños, Nate - Le dijo Regina riéndose.

Nate seguía sin entender, tomó su comentario como una más de sus locuras, giró hacia atrás y la sonrisa se le desapareció de golpe, y en su lugar apareció un sentimiento de dolor, de tristeza, de sufrimiento, coraje, todo en uno, no podía creer lo que sus ojos veían, "esto debe de ser una broma, esto es una estúpida broma", se repetía una y otra vez a sí mismo.

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora