Cuatro

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Era una mañana como cualquier otra, salvo que se sentía un poco más de frío que la anterior, el reloj marcaban las 6:01am, Nate estaba en la cocina preparando café, una noche más sin dormir, una noche más recordándola. Se puso un abrigo ligero y una bufanda suave, sólo estaba esperando el amanecer para poder salir y perderse en su locura cotidiana,  a esa hora su tía bajaba por un vaso de leche, era rutinario en ella, cuando lo  vio ahí solo haciendo café se le acercó y le dio los buenos días, aunque para él no eran tan bueno.

Nate sólo respondió cortésmente para después ir al jardín y esperar la fría mañana.

         ❄❄❄❄❄

Ya estaba amaneciendo y Annie se tardaba en el baño, sus amigas la apresuraban y ella respondía con el ya tan famoso “voy”, se miró por última vez en el espejo, acomodo su ropa y cabello, revisó un par de veces su maquillaje, se puso un poco más de brillo labial y después de una hora en el baño salió.

Ella quería verse perfecta para Nate, no quería lucir como ella, sino quería lucir atractiva y quizá así llamar su atención.

Sus amigas y ella llegaron puntuales a la cafetería,  Annie estaba muy sirviente  y sobre todo contenta, atendía  las mesas sin problema,  limpia, iba y regresaba, traía y llevaba, estaba feliz,  era una cafetería pequeña pero muy visitada así que desde que llegaba hasta que se  iba no descansaban, sólo  eran ellas tres y dos chicas más, 5 meseras que al parecer  no daban abasto,  esa cafetería era famosa por sus ricos pasteles de chocolate y café  negro, cualquier turista que llegaba ahí, tenía que pasar por esas mesas.

Annie limpiaba la mesa cinco después de que una familia llegara ahí a desayunar, el más pequeño había derramado la malteada y ella tenía que limpiar, recogió las cosas en la charola y pasaba el trapo por la mesa, se empezaba a sentir un poco  presionada pues los de la mesa de al lado le estaban llamaban para que tomara su orden y ella tenía que dejar la mesa limpia para... Otro cliente.

Tomó la charola y dio la vuelta para regresar a la cocina, pero se quedó paralizaba al chocar con alguien, la charola se cayó al suelo y los platos y vasos se rompieron en mil pedazos,  ahora eso es lo que más le preocupaba a Annie, incluso más que haber manchado sus zapatos, pero menos que haber manchado los de él.

Sus mejillas enrojecieron y  la pena no la dejó hablar, no sabía si  disculparse o si agacharse a recoger ese desastre antes de que lo viera su jefe, ella no se movía, entonces él se agachó para recogerlo, de inmediato Annie reaccionó  y  se agachó  después, pero ya era tarde, los vidrios rotos ya estaban en la charola y  él la tenía en las manos.

— Loo siento — Le dijo ella.

— No hay problema — Respondió él — ¿Estás bien?

— Sí, siento manchar tus zapatos.

— No te preocupes, me gustan sucios.

Ella río, se sentía un poco mejor.

— ¿Va a ordenar?

— Creí que nos conocimos ayer, ¿No eras tú?

— sí, sí…  es decir, sí, Nate — Sonrió — Sí, sí era yo... ¿ Necesitas algo?

— Bien, lo mismo de siempre... Y ... Por cierto — Suspiró — Ayer dejé aquí me abrigo, ¿ No lo viste?

Annie apartó la mirada intentando no ponerse nerviosa, ella no sabia mentir, pero tampoco quería darle su abrigo, era lo único que tenía de él.

— No, no, yo sólo fui a tomar otra orden en cuanto te fuiste — Intentó sonar lo más honesta — Ahora te traigo lo que pediste ¿Me das la charola?

— Claro.

Annie tomó la charola y se dirigió a la cocina con una gran sonrisa, dejó la charola con los vidrios rotos y pidió “Lo de Siempre" e impaciente esperó a que se lo entregaran, y en  lo que eso sucedía, acomodó su cabello y retocó su brillo labial.

Después fue a toda prisa a entregárselo.

Lo colocó en una charola y con una sonrisa se lo fue a entregar  poniéndolo en la mesa frente a él.

— Aquí está, provecho —  Le dijo.

— Gracias, Annie.

Annie sonrió al simple hecho de que él recordara su nombre.

— Con permiso — Le dijo más a fuerza que de gana.

Habían pasado cinco minutos desde que le había entregado la orden a Nate  y ya quería que le pidiera la cuenta, esos cinco minutos atendió tres mesas más, intentaba caminar de lo más tranquila posible como si no estuviese  Nate,  en cambio él vigilaba cada uno de sus rápidos movimientos, como atendía a las personas, lo amable que era,  la agilidad con la que dejaba y recogía los
platos, lo linda que se veía... ¿Lo linda que se  veía?, sí, Annie era una chica muy sencilla y eso lo hacía linda, la chica era agradable confiable y muy linda.

Dejo que el chocolate se enfriara, sólo le había dado dos tragos y no lo toco más, siempre era así,  pedía algo que nunca se iba a tomar.

Ya era hora de irse, se sentía lo bastante cansado como para mantenerse despierto, la noche pasada él no había podido cerrar los ojos por miedo de ver en la  oscuridad de sus pensamientos el dolor de su pasado, un pasado que no quería revelar, que no podía olvidar, que no lo dejaba vivir.

Pensó  en Alice, las cosas que le había dicho Annie, él no podía imaginar a   Alice sufrir por su muerte, verla llorar, no verla feliz, pero aun así prefería mil veces ser él quien estuviera muerto y no ella.

— Me das la cuenta — Le dijo Nate a Annie al verla pasar junto a él.

— El chocolate y el pastel siguen costando lo mismo —  sonrió.

— Lo  sé, sólo quiero... Hablar.

Ella sonrió.

— Pues... Hablemos.

Annie se apenó mientras Nate intentaba sonreír.

— Bien, pero de otra forma — Le dijo en un suspiro.

— ¿Cómo?

—  ¿Recuerdas lo que te mencioné ayer?

— A detalle.

Nate respiró profundo frotándose el rostro con las manos, sorprendido con lo que tenía en mente, ella lo miró con una sonrisa.

— Hoy — Suspiró más profundo — Hoy hay un evento al que invitaron a mi familia... Es... Una boda, en realidad — La miró fijamente — El ensayo de la boda... Tú sabes — Le intentó sonreír — El punto es... Es sí.. Bueno  ¿Irías al ridículo  ensayo de boda conmigo?

— Sí — Respondió ella con euforia, como  una adolescente viendo a su ídolo favorito, como si le hubiesen propuesto matrimonio — Por supuesto que sí — Intento contener la emoción.

— Bien — Respondió evitando arrepentirse — Te parece si paso por ti aquí cuando salgas?

— Está muy bien — Sonrió — Salgo a las 8... Te veo afuera.

— Sí... Ah...  Bueno, compra un vestido... O yo lo...

— No, no — Le interrumpió — No te preocupes, te veo a las 8.

— Bien, seamos puntuales.

Annie asintió y se fue a la cocina antes de que la emoción la hiciera vomitar.

En sus 40 minutos de comida Annie salió a las calles de París y se dirigió a una de las Boutiques  más elegantes de esa ciudad, sacó la tarjeta donde tenía prácticamente todos los ahorros de su vida y pago un lindo vestido color negro de un escote discreto y mangas 3/4 le llegaba arriba de la rodilla que estaba hecho para ella y unas zapatillas color plata, quería verse espectacular.

Deseaba con ansias la noche, esa noche iba a ser diferente y especial.

Qué más podía pasar?

París en inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora