Annie estaba extasiada.
Al llegar a casa, lo primero que hizo fue darse un baño rápido con el agua caliente que la hacía olvidar ese día tan helado, al salir se puso su más cálida pijama y se sentó en la cama secando su cabello y entonces sonrió al recuerdo.
El abrigo de Nate estaba sobre la almohada como una reliquia en el museo, suspiro profundo, dejó el cepillo en el borde y con delicadeza tomó el suave y fino abrigo, lo abrazó como si de una persona se tratara, cerró los ojos mientras pasaba la tela por su rostro, olía a él, un olor tan peculiar que se sentía embriagada, lo olía a detalle analizando cada aroma, los bordes de las mangas que olían a tabaco y a ginebra la hacían pensar que Nate estaba sentado frente a la chimenea de su casa bebiendo y fumando, recorrió cada parte del abrigo por su rostro como recorrería el cuerpo de aquel chico, el cuello alía a las más finas de las fragancias masculinas francesas combinadas con un ligero olor a cafeína, en su mente apareció un Nate arreglándose por la mañana y bebiendo café en el desayuno, el resto olía simplemente a él.
Annie se lo puso con delicadeza sintiéndose segura y cálida, le quedaba muy grande, pero ella sentía que estaba en los brazos de él, o al menos así ella lo quería pensar, no podía parar de rosar su nariz con el cuello, olía a Nate, quizá a lo que a él olía en las mañanas al despertar, las mangas olían a lo que Nate hacia en las tardes, el resto olía a lo que Nate era, dulzura y comodidad.
De esa forma lo podía tener cerca, durmiendo con la comodidad de su esencia.
Destendio la cama para acostarse en ella, se aferró tanto al abrigo que ni siquiera se lo pudo quitar, al acostarse dentro de las cobijas, rozó por unas cuantas veces más las mangas del abrigo en su rostro, eso la hacían sentir que Nate estaba con ella.
Annie estaba totalmente enamorada de él, que por el momento era tabaco, ginebra, cafeína y pura esencia.
Pero ella sabia que Nate era más que eso.
❄❄❄❄❄
Nate caminó por los pasillos fríos de aquel velatorio, la gente lanzaba una mirada de sorpresa al ver cada paso que daba, llevaba puesto el traje que había usando un día antes, ese traje de novio arrugado y manchado de sangre seca, la sangre de su amada Alice.
Nate intentaba estar sereno, su cabeza aún no podía entender lo ocurrido un día atrás, pero... Cómo entenderlo?
Había entrado en un estado de Shock causado por la pena, tomó el cuerpo inerte de la novia entre sus brazos y lo abrazo con fuerza, la familia Monett estaba desecha, su hija la más chica, la linda y soñadora Alice estaba muerta en el piso de la iglesia, nadie lo entendía, era como una novela mexicana llena de puro drama, pero... Esa era su realidad... La realidad de Nate y su realidad era que su amada esposa estaba muerta.
Había sido un lío total separarlo de ella desde el momento en el que James Valentine había confirmado su trágica muerte, la bala le había dado en el corazón, tristemente había dejado de latir al momento, deteniéndose junto con el de Nate.
Al llegar los para médicos, hicieron uso de todos los medios posibles para hacer que Nate soltara a la novia, pero era imposible, se había adherido a ella como piel y... Él sabía que una vez soltándola... No la volvería a tener.
Entonces se negó a ver como se llevaban el cuerpo en una bolsa, sólo salió corriendo de ese lugar, caminó la noche entera por las calles frías de París mientras la nieve le quemaba el rostro, era el dolor que le hacía recordar que él seguía con vida.
Hasta el amanecer que llegó al velatorio y se puso de frente al ataúd de la novia.
Alice estaba dentro del ataúd y ya no parecía primavera, su rostro reflejaba el cruel invierno, pálida como la nieve, su rostro ya no tenía vida y en cuestión de horas ella estaría bajo tierra y cubierta por la nieve.
Sus manos temblaban desmesuradamente, acarició el rostro frío de quien era su esposa, acarició su cuello, sus hombros su pecho, la lágrimas brotaban con cada centímetro de piel que acariciaba.
tomó su mano fría e inmóvil, Alice no parecía estar muerta, se vea tan hermosa como siempre, Nate deseaba que despertara, que sus ojos azules se volvieran abrir y lo miraran, quería escucharla decir que lo amaba como él la amaba a ella, en su mano estaba la sortija, la hermosa sortija de matrimonio que se llevaría Alice a lo más profundo de una tumba, se agachó, besó sus labios fríos e inmóviles, Alice había perdido su calor, su sonrisa, sólo estaba inmóvil dentro de una caja que iba a ser cerrada para no abrirse más…
Llegó el cruel momento, el momento donde se iba a alejar de ella para siempre, el momento donde no la vería más, su Alice, su vida iba a desaparecer entre paladas de tierra y
no podía hacer nada para evitarlo, en cada palada que caía en aquel hoyo cientos de lágrimas caían por sus mejillas, no podía soportarlo, no podía verla partir, la necesitaba, necesitaba aliviar todo el dolor que nunca se iba a ir si ya no veía a Alice, su vida iba a ser trágica, rutinaria, dolorosa, no podía perderla… Se arrojó a la tierra, no iba a soportar estar lejos de ella, la amaba y no podía, no quería perderla.— Alice — Le dijo con la voz temblando — Mi vida... Mi amor... Te amo — Dijo.
La gente presente estaba aturdida por la escena, Nate se había había convertido en dolor y pena gracias a la muerte.
— Alice — Le dijo — Mi amada Alice — Chilló — No me dejes... Alice... Alice... ALICE!!!!
Se levantó de golpe al sentir el agua en el rostro, se agitó en la tina al sentir ese recuerdo vivo de nuevo, miró todo a su alrededor para sentirse en la realidad, su cruel realidad, el agua estaba fría, pero el calor de sus lágrimas no lo sentía, limpió su rostro mojado y se sumergió hasta el fondo por varios segundos para luego salir agitado, jalo su toalla de baño y al pararse se la enredo en la cintura para salir, se puso sus pantuflas y salió del baño, se dejó caer en la cama mirando su anillo de matrimonio, preguntándose una y otra vez Por qué de la muerte de Alice, de que debió ser él y no ella, y que ahora no la tenía, ya no quería llorar, ya no le gustaba hacerlo, pero simplemente no podía parar, siempre la tenía que recordar, siempre el invierno había sido cruel, en invierno hacia frío, en invierno se sentía solo, en invierno necesitaba sentir el calor de alguien, el calor de Alice, en invierno ella había muerto.
Limpió nuevamente su rostro, se incorporó en la cama para ver su solitario cuarto, pensando en que en ese momento podía estar abrazando a Alice en un lindo departamento en París, podía estar contándole un cuento a sus hijos, los hijos con Alice, los que nunca iba a tener porque ella simplemente no estaba.
Su tía entró de la nada, él rápidamente limpio sus ojos, no le serviría de nada pues ya los tenía muy rojos, ella se sentó a su lado y le sonrió él hizo lo mismo.
— La cena esta lista — Le dijo.
— Comí fuera.
— ¿Seguro?
— Sí.
— Bueno — Le acarició la espalda — Ponte algo caliente, se empieza a sentir el frío.
— Siempre se siente el frío.
— Nate… amor, yo…
— Me quiero dormir — Le dijo interrumpiéndola.
— Bien, buenas noches.
Nate se soltó en llanto, su tía lo abrazó con fuerza acariciando su espalda fría, era lo mismo de los últimos cuatro años, él era un zombie todo el año, pero cuando llegaba el invierno volvía “ A la vida" para llorar la pena y el dolor que lo mataban por dentro.
— La extraño — Le dijo llorando.
— Lo sé, amor.
— Los suicidas no van a cielo, verdad? — Preguntó.
Su tía de quedó perpleja ante tal pregunta.
Qué estaba pensando Nate en ese invierno?
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París en invierno
RomanceNate odia todas las estaciones del año, en especias el invierno, no por ser la época del año más fría, sino porque pensaba que la gente se unía falsamente, gastaban en obsequios caros que iban a terminar pagando el resto del año, muchos turistas par...