Epílogo.

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Zephyra.

Durante la luna de miel había olvidado lo que eran las preocupaciones y los problemas. Todo había sido perfecto. ¿Qué podría causarme afán después del maravilloso mes que disfruté con el hombre que más amo?

Un bebé.

Al cabo de una semana de volver de nuestras vacaciones matrimoniales, comencé a tener los síntomas obvios de un embarazo. Claro que pensé que no sería posible que estuviera esperando una criatura teniendo en cuenta que no había dejado de tomar mis anticonceptivos. No quería quedar embarazada tan rápido, me asustaba que Jimin también se atemorizara... Pero en el fondo, estaba feliz.

Hoy en día tengo 3 meses de embarazo y él aún no tiene idea. Aunque mis amigas se dieron cuenta de inmediato, Jimin no, los hombres no son tan ágiles como las mujeres. Mi vientre estaba un poco abultado, solo un poquito, los síntomas eran obvios, pero él no se daba cuenta de aquello y me creía cada vez que le decía que tenía un dolor de estómago. Por favor, está demasiado claro que solo estoy procrastinando darle la noticia de una buena vez.

Estaba de licencia hasta que me ''recuperara'', ¡incluso parte de la empresa se enteró de mi embarazo y mi esposo seguía en el limbo! Y eso, que el director es él. Mi madre se enteró por culpa de Solange, se le safó un comentario y ese instinto ''maternal'' no creyó en los famosos malestares estomacales que tenían a Jimin distraído de la realidad. Envió una caja con cosas de bebés: pañales, mamelucos, biberones, baberos... La idea de ser abuela la estaba volviendo loca.

Escuché el timbre del apartamento y me puse histérica, no sabía qué hacer con la caja. Jimin siempre andaba por toda la casa arreglando cualquier tontería. Estaba de pie frente al paquete como una tonta, hasta que escuché las llaves entrando por la manilla. Empujé la caja hasta la habitación que teníamos para ''invitados'' ya que estaba libre. Esperaba que no entrara allí esta noche, era el lugar que menos frecuentaba de la casa. Ya había decidido que le diría sobre el bebé, pero no ésta noche.

    —¿Pequeña? ¿Dónde estás? —escuché su voz desde la sala. Mi corazón latió rápido y cerré la puerta del armario de aquel dormitorio.

    —Ya voy —vociferé caminando con prisa. Lo encontré agachado de espaldas con las mangas de la camisa blanca recogidas —¿qué haces? 

    —¿Qué es esto? —levantó entre sus dedos un pequeño beanie que incluía uno de los mamelucos que mamá había enviado. Golpeé mi frente mentalmente, ¿cómo pude haber dejado caer eso? Se supone que estaba enganchado al conjuntito. 

—Ah, es... ¡Rossy! Está pensando en incluir un catálogo de bebés y ropa de mujeres embarazadas para su futura tienda. Ha venido a comentarme sobre la idea —no sé de dónde rayos me salió aquella locura pero estaba feliz en aquel momento de que Rossy tuviera planes de abrir una nueva tienda en Manhattan. 

  —Oh, eso suena bien. ¿Ya sabe cuándo iniciará? —dijo acercándose a mí. Envolvió sus brazos en mi cintura y besó mis labios con ternura.

—Mmm, probablemente en dos meses, aún no tiene el local listo —respondí hundiendo mi nariz en su cuello. —Que rico hueles aún.

  —Mi sudor tiene olor a flores —reí ante su comentario, me alejé un poco para verle la cara. 

—Que ego, amigo. Además, te pasas el día en una oficina desde que eres director, ¿cómo es eso de que el sudor?

—Hace mucho calor, pequeña. ¿Qué es eso de llamarme 'amigo'? Soy tu esposo, no me faltes al respeto —pinchó mi nariz y luego plantó un besito sobre ésta. 

—Es cierto, eres mi marido. Mío, mío, mío —le dí un apretón que más bien parecía un abrazo asfixiante, en los últimos días estaba más cariñosa que nunca. No quería dejar de abrazarlo ni besarlo, me pasaba el día contando las horas para que llegara a casa y me mimara. Su hermosa sonrisa hizo que mi corazón se sintiera hinchado, lo amaba tanto que no podía pensar en estar sin él en algún momento. Odiaba sentirme dependiente.

perfume || park jimin [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora