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Zephyra


Casi todos los días de semana a la misma hora estaba de pie para ir a la universidad. Si no fuera por el trabajo, no tendría la necesidad de levantarme tan temprano, pero era la única manera de organizar mi horario de clases acorde al de mi turno en la biblioteca.
Las cosas funcionaban así: mi mamá se levantaba primero, en lo que yo me bañaba ella hacía el desayuno y desayunaba seguido, luego yo desayunaba mientras ella se bañaba y cuando se iba a cambiar yo me peinaba. Ella me llevaba a la universidad cuando tenía clases a las 8 de la mañana y no la veía hasta llegar a casa a las 7 de la noche. El tiempo de madre e hija era robado por la universidad y los trabajos pero casi siempre nos poníamos al tanto cuando llegaban los domingos.

—Estás muy guapa hoy —sonreí al ver que su atuendo estaba más colorido que nunca. En ella lo encontraría genial, pero en mí ni hablar.

—Estoy normal, mi amor –sonrió maternalmente hacía a mí. Subimos al auto y emprendimos nuestro día a día. De vez en cuando me lanzaba miradas como si quisiera decir algo, no le pregunté, porque sabía que no aguantaría mucho en soltar lo que quería decir. Efectivamente, al caer en un semáforo en rojo, habló: —Oye, Zeph...

—¿Sí?

—¿No crees que te estás agotando demasiado? —Suspiró. Ya venía con una de las suyas.

—¿Por qué?

–Porque estudias, siento que trabajas sin necesidad. No es que seamos unas ricachonas, pero no hace falta. Hace mucho que no te veo socializar o divertirte.

—Es porque me quiero sentir un poco independiente. A veces no quiero molestarte con el dinero y eso, además, éste semestre voy despacio, si siento que me ahogo entonces puede que deje el trabajo.

—Está bien, solo si sientes que necesitas dejarlo no lo dudes. Puedo con ambas.

Pasaron unos 5 o tal vez 8 minutos cuando habíamos llegado a Fordham. Si tenía suerte, podría ver a Solange después de esta clase, sólo los lunes y jueves teníamos la oportunidad. Este semestre había evitado conocer gente nueva, solo pasaba palabras de vez en cuando con algunos compañeros, pero nunca lo suficiente como para crear una amistad.

Cuando la primera clase de mi mañana terminó, marqué el número de mi mejor amiga.

¿Dónde nos vemos? —Preguntó de inmediato.

—Mmm, podemos encontrarnos en el café.

Está bien —colgamos. Caminé sin prisa al nuevo café del campus que, relativamente, era nuevo. No tenía ni 5 meses, pero era bastante popular desde su apertura.

 Me senté a esperarla pero 2 minutos después ella estaba frente a mí.

—Hola, vaga. ¿Te hice falta?

—Te diría que sí pero eso alimentaría tu ego —reímos juntas. —¿Puedes creer que no tenga otra clase hoy? Siento que es mi día de suerte. Iré a casa, pero te acompañaré un rato.

—Que envidia de la buena, Sol —bufé—a mí aún me quedan 3 horas más aquí.

—No puede ser una clase peor que literatura. 

—Ya no tengo que lidiar con eso más nunca en mi vida. Pobre de ti, amiga del alma.

—Cállate, tengo fe de que el tiempo volará. 

—Ya verás que lo hará. Aunque, si te pones a pensar en ello, probablemente no pase tan rápido como quieras.

—Qué chiste, sabes que soy muy impaciente —negó con la cabeza. Revisé la pantalla de mi celular.

perfume || park jimin [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora