-¿Tú eres la que…?
Levanté la mirada del libro con gesto de fastidio. Otra vez. Otra puta vez.
Tenía ante mi a un par de crías que parecían de primero, no más. ¿Qué podían tener, trece años? A saber.
-¿Qué?- respondí con gesto tosco.
-La que…- una con gafas tartamudeaba. Llevaba una horrible camisa verde de cuadros y un lazo en el pelo castaño. La otra le dio un codazo- ¿Eres tú quien pegó a Claire Carlsson?
Dios, era insoportable. Ya ni siquiera en la biblioteca, ni siquiera en la mesa más apartada de la biblioteca, la que quedaba en un rincón con poca luz. Miré con gesto reprobatorio a la bibliotecaria que no paraba de reír a voces en su mesa mientras hablaba con el conserje, un tipo guapo de pelo largo que tenía pinta de expresidiario pederasta como poco. Amiga, te va a follar y luego te va a dejar tirada, eso es lo único que me consuela ahora mismo.
-¡Bueno, soy la que os va a zurrar a vosotras como no me dejéis en paz de una puta vez!- exclamé. Dieron un pequeño salto antes de salir de la sala. Un par de tíos con chaquetas del equipo de rugby me miraron como si estuviera loca- ¿¡Qué coño pasa!?
La bibliotecaria me hizo un gesto. Menuda subnormal. Menuda subnormal profunda. Ojalá ese te pegue todo lo que tiene pinta de tener.
Bajé la cabeza de nuevo. Trigonometría. Céntrate en la trigonometría porque te hace falta.
Mis deberes estaban siendo un desastre. Me repetía continuamente que a una no le daban una paliza y estaba un mes de baja para después volver siendo un genio de las mates pero no me consolaba. Como no me hiciera con ello pronto iba a tener un problema muy gordo para graduarme.
Joder, putas mates. En serio, putas mates. Por qué me matriculé en las putas mates de los cojones. Ni siquiera estaba sirviendo de mucho que Spencer me diera clases.
Spencer era un tío raro de cojones. Siempre andaba metido en sus asuntos de un lado para otro. Si necesitaba maría Spencer la tenía. Si necesitaba un trabajo de ciencias Spencer me lo quitaba de encima haciéndolo él. Me habría sentido halagada de no haberme hecho pagarlo todo, claro. A mi y a cualquiera.
El instituto era una mierda y yo me regodeaba en mi triste desdicha. Desde aquella historia con la tipa desquiciada la gente me miraba como si fuera un bicho raro. Ella apartaba la mirada cuando se encontraba conmigo y hacía que casi me sintiera mal. A lo mejor solo era una pobre infeliz de la que habían abusado de pequeña o algo así.
También me sentía mal inmediatamente después de pensar cosas así, pero el caso es que lo hacía. Era muy tonta.
-¿Está ocupado este sitio?
Solté un ajá desganado y subí la música en mi ipod. No quería nada con el mundo. Y de golpe la música paró.
-¿Pero qué cojones haces?- pregunté. El tipo que se había sentado delante de mi había parado la música.- ¿De qué vas?
-¿Eres April?- sonrió de lado.
Era raro que no me sonara porque ese chico podía llamar la atención de quien quisiera. Tenía el pelo de un color totalmente antinatural, un negro azulado muy extraño. La parte de arriba era lisa, como peinada hacia atrás, mientras que por los lados se había rapado un poco. También llevaba una dilatación negra bastante grande en la oreja derecha, una camisa de cuadros negros y azules y un piercing en el labio inferior, en el lado izquierdo.
Pero el caso era que su cara no pegaba con toda la indumentaria. Me sentí en una comunión extraña con él porque el caso era que también tenía cara de crío. Los ojos pequeños y de un color verde muy suave enmarcados tras unas grandes gafas de pasta gruesa. Tenía los rasgos como muy redondeados, seguro que ni le salía barba. Qué encanto.
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Junk of the heart
Teen FictionA April le va un poco regular. Tras recibir una paliza por parte de unos camellos que buscaban a su madre los servicios sociales le dan dos opciones: o esperar a cumplir los 18 en una casa de acogida o volver con su hermano Caleb, al que lleva casi...