12.

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No entendía muy bien qué estaba pasando. Todo se movía muy rápido y alguien me tapaba la boca y un poco la nariz. Me costaba respirar e intenté gritar, pero no podía. Creo que era porque estaba muy nerviosa. Soy de ese tipo de personas, destinadas a la extinción, que se bloquean cuando están muy nerviosas. 

No sabría ni siquiera definir qué era lo que pasaba por mi cabeza. Solo me repetía para mi misma “por favor, que no duela, que no duela”. Sea lo que sea que no duela. No puedo soportar la mayoría de las veces la idea del dolor. Porque el dolor en si no me importa, pero esperar a que llegue es un suplicio. 

Escuchaba de fondo la música, las risas, las ramas tiernas que se quiebran. Qué estaba pasando. Me llevaban como si arrastraran un fardo viejo. Algo me arañó las piernas, pero no supe qué. 

Un golpe seco, un chasquido. De golpe todo estuvo muy oscuro. 

Me retorcí metida en aquella gran caja que olía a gasolina tan fuerte que casi pierdo el conocimiento. Tardé unos instantes en situarme: le maletero de un coche. Aquello parecía ser el maletero de un choche. 

Me quedé quieta, intentando dejar de llorar. Nunca en la vida había tenido tanto miedo, jamás. No podía dejar de recordar a Lorelei en el baño y de pensar que, quien quiera que la hubiera matado, ahora me tenía a mi. Me pitaban los oídos. Grité, pero no sirvió de nada. Me acordé de Caleb.

April, cálmate. Cálmate, tranquila. No pierdas la cabeza. Si pierdes la cabeza te quedas sin nada. Y Caleb te espera en casa. 

Cerré los ojos e intenté ignorar todo el aire que me faltaba. Puto asma de los cojones, puta mala suerte. 

Escuché risas. Risas al otro lado amortiguadas por la puerta cerrada. Risas graves y algo ebrias quizás. Me concentré. Me concentré en seguir el hilo de las voces. 

-…¿Entonces qué?¿Dejamos el coche a la entrada del pueblo?…- parecía un gorila. 

-¡No, tíos, mejor delante de su casa!- seguro que no se dan cuenta de que está ahí hasta pasados tres días. 

-¿Tú has visto donde vive?¡Si dejamos el coche ahí en menos de dos horas lo han desvalijado! 

Y luego más risas. Me latía tan rápido el corazón que me dolía. No podía respirar, no podía parar de toser. Golpeé con fuerza el capó con la esperanza de poder abrirlo, pero no cedía. 

-No, vamos a quemarlo.

Hablaba una chica. No sabía quien era. 

-¿Pero de qué vas, Miranda?¿Estás tonta?

-¿Para qué creías que era toda la gasolina?

Quemarlo. Quemarlo. Quemarlo. 

Grité de nuevo, golpeé todo lo que había a mi alrededor. El olor a gasolina me hacía perder el sentido. El aire. Dónde habían puesto todo el aire. Dónde. No. 

Empezó a dar vueltas, el mundo entero empezó a dar vueltas. Escuché gritos hasta que, de golpe, todo desapareció. El olor a gasolina y a aceite se metía en mi cerebro. 

-¡April!

Cuando abrí los ojos de golpe había luz. No mucha, pero algo. Llené los pulmones de aire limpio despacio porque no tenía fuerzas para hacerlo más deprisa. Volví a irme muy lejos. Alguien me zarandeó. 

-¡April, por favor, despierta!

Me costó enfocar a Spencer. Sentía como si me hubieran quitado toda la energía, como si un dementor hubiera pasado por allí. Puse los pies en el suelo pero no pude levantarme, me quedé apoyada en el vehículo. 

Junk of the heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora