14.

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-Que no fumes- dije, golpeándole en el hombro. 

-Dices, mientras te lías un porro sin siquiera salir de la cama. 

La ventana estaba abierta y fuera olía como a verano. Se escuchaban las cigarras y los pájaros o lo que fuera que viviera ahí, entre los árboles y los maizales. Yo no podía evitar estar atenta al silencio porque me parecía irreal; nunca había visto cielos tan plagados de estrellas ni amaneceres tan limpios y esto había que reconocerlo. 

-Es que no me gusta el olor a tabaco- respondí. No me importaba hacer canutos en la cama porque nunca se me caía nada, era una experta. La maría de Spencer no era la mejor que había probado, pero tenía un pase. Era digna. 

Vini no se había marchado y me gustaba eso: no me apetecía estar sola. Tenía el pelo todo revuelto, se le había quedado muy gracioso así tan rojo. Qué tendría yo con los pelirrojos en realidad. Estaba boca arriba, con la espalda apoyada en el cabeceo de la cama. Aún no se había vestido y tampoco me parecía necesario que lo hiciera llegados a ese punto.

-¿Fumas mucho?- me preguntó. 

-Pues… No, no. Solo cuando estoy muy atacada de los nervios. O cuando no puedo dormir- respondí.- No estoy enganchada ni nada.

-Joder, pues los lías de puta madre- dijo sin poder evitar cierto gesto de sorpresa. 

-Empecé a los 13. Fue la primera gran escapada de mi madre y me llevaron a una casa de acogida horrible. Había muchos niños y me agobié mucho. Fines terapéuticos, ya ves- le sonreí. 

Terminé de liarlo y lo encendí. Di una calada profunda. 

-Mi viejo dice que tu madre estaba de la cabeza, que era una tía de puta madre.- dijo. Se lo pasé.

-No dudo que a él debía de encantarle, sí. A lo mejor tuvieron un rollo raro y somos hermanos o algo asqueroso- respondí. 

-No puedes ser una Sorrentino. No lo pareces- se dio la vuelta, imitándome. Quedó apoyado sobre los codos. Me colocó con dos dedos el porro en los labios.- Yo soy el único que no lo parezco en realidad. 

-No digas tonterías: eres idéntico a tu padre.- me gustó ver su sonrisa entonces, pero no dije nada. 

-¿En serio lo crees?

-Sí. Y también te pareces a tus hermanos. Solo que de otra raza.- se rió. Se mantuvo en silencio unos instantes y no quise interrumpir sus pensamientos. 

El polvo había estado bien. Sorprendentemente bien, de hecho. O sea, no es que fuera una máquina a la hora de follar, pero deduje que tenía algo que me ponía cachonda hasta límites insospechados. Debía ser solo eso, a lo mejor es que mi cerebro estaba más predispuesto a correrme con él. Porque los orgasmos se tienen en el cerebro, digan lo que digan. No sé, tú, menuda movida. 

-Son solo medio hermanos. 

-¿Solo medio hermanos?

-Sí, todo el mundo lo sabe. Mi padre tuvo un rollo con mi madre y… Aquí estoy. Lo que pasa es que ella no quiso hacerse cargo de mi.

-Vaya, no lo sabía.

-Tú no sueles saber nada- no parecía triste al menos. Lo último que necesitaba eran más dramas.- Mi padre estaba enamorado de ella hasta las trancas y aún lo está, lo suficiente como para querer un hijo suyo. Tampoco nos engañemos, seguro que mi viejo tiene más críos por ahí, pero no le importan lo más mínimo… Lo habría dejado todo si ella se lo hubiera pedido.

-¿Y no lo hizo?

-No. A ver, que es puta y ella está muy a gusto siéndolo. La he visto alguna vez y tampoco es que… No sé.- se encogió de hombros- No es que yo la quiera ni nada, no puedes querer a quien tienes tan lejos. Pero mi padre si. Imagina que ella quiso abortarme o algo así y él no se lo permitió. 

Junk of the heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora