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Era cuestión de tiempo que Elaine volviera. No había necesitado que LeBlanc me lo dijera para saberlo; siempre era así. Se daba a la fuga, pasaba un tiempo fuera y después volvía. Me pedía dinero, ponía esa sonrisa encantadora suya que ni Caleb ni yo habíamos sabido heredar y cogía el dinero. Hacía vida normal, de intento de madre y después todo el círculo volvía a empezar, dejándome sin un duro y rehaciendo todo lo que destrozaba.

Normalmente me daba igual, había sido así siempre. Pero esa vez no. Es avez había sido diferente. Lloré mucho y creí que todo volvería a ser como antes y eso me aterraba, supongo. Por primera vez estaba consiguiendo tener una vida cómoda y ordenada y el huracán Elaine amenazaba con destrozarlo todo. ¿Y si lo conseguía? Estaba muy cansada. Estaba muy cansada de todo.

-¿De verdad que te encuentras bien?- preguntó Aaron.

-Sí- forcé una sonrisa, pero no me salió muy bien.- Algo de dolor de cabeza, ya está. 

No me había enterado de absolutamente nada en toda la mañana. Pero es que nada. Tampoco había sido capaz de dormir y dudaba que fuera a serlo.

-¿Te vienes a la biblioteca esta tarde?- preguntó.

-No puedo, tengo algo que hacer. 

-¿Algo que hacer?¿Con quien?- preguntó de nuevo, extrañado. La verdad es que mi círculo social no se expandía demasiado, no había muchas excusas que poder emplear. 

-No, a ver, mates- me encogí de hombros- Quiero ponerme al día- suspiré. Sí, eso era creíble.- ¿Y Spencer, por cierto?

-Con Vini. ¿En qué crees que andan?- Aaron sonrió.- Esperaba muchas cosas menos que esos dos se hicieran amigos… Imagina el cerebro de Spencer y los pocos escrúpulos de Vini. Lo que puede salir de ahí.

-He creado un monstruo- suspiré de nuevo. Saqué mi cuaderno de biología de la taquilla. Qué de hojas sueltas tenía, debería organizarlas en algún momento de mi lánguida existencia. Joder.- Tengo que ir a clase, luego hablamos. 

No había dado ni tres pasos cuando choqué contra algo. Los papeles y todo salió despedido hacia el suelo. Me arrodillé maldiciendo todos los muertos de alguien, me daba igual quien. Joder, por qué no le ponía fin a ese infierno alguien, quien fuera. 

-Andate con más cuidado, subnormal- miré hacia arriba y me encontré con la sonrisa asquerosa de Miranda. Lo que me faltaba. Es que lo que me faltaba.

Me habría dado igual de cualquier otra persona, salvo de ella. 

Cuando quise darme cuenta ya había apartado a Quina de un empujón había agarrado a la rubia del cuello, contra las taquillas. Su cabeza golpeó contra el metal y emitió un chillido agudo. Ojalá fuera más fuerte. Ojalá fuera más fuerte para hacerle daño de verdad.

-Escúchame, pedazo de mierda, estoy hasta los cojones de ti y tus gilipolleces- exclamé, dando voces. Todo el pasillo se paralizó, todo el mundo nos miraba y a mi me daba igual- Vuelve a ponerme la mano encima una vez, ¡una sola vez!- la empujé de nuevo- Y te reviento esa puta cara de zorra que tienes contra el primer bordillo que me encuentre, ¿estamos?

No dijo nada. Se había puesto blanca. Al parecer nadie sabía reaccionar. Quina también estaba totalmente quieta y Aaron miraba la escena como sin creérsela. Bueno, me daba lo mismo. Eso era suficiente. 

Cogí mis cosas del suelo y continué caminando hacia el aula. No me sentía mejor. Ojalá diseccionar algún bicho ayudara. 

Cuando entré en el aula ocupé un sitio del final y procedí a hacerme invisible. Más le valía a la humanidad pasar de mi bien fuerte o tendríamos problemas. Al fin y al cabo tenía a mi alcance mecheros y objetos afilados. 

Junk of the heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora