11.

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-Yo no debería estar aquí…- masculló Julia. Pensaba que llamarla señorita Candance fuera del colegio estaba feo, a saber por qué. Yo solo me encogí de hombros abriendo la puerta del Nine Round. Aún era de día y no había mucha gente. 

Julia me siguió, mirando con cautela. Seguro que no había entrado nunca antes allí. Me senté en un taburete y me imitó. Maggie no parecía estar a la vista. 

-¡Caleb!- llamé, de un grito. Sabía que tenía que estar allí, había llegado antes para hacer inventario y cuadrar las cuentas. No se hizo esperar; su cabeza asomó rápidamente al otro lado de la cortina que cubría la puerta del almacén. 

-¿Qué haces tú por aquí?- preguntó, levantando una de sus pobladas cejas.- ¿No tenías clase?

-No- me limité a responder.- ¿Nos pones unas cervezas? Mira, esa es Julia, una amiga. Él es Caleb, mi hermano. 

Ella solo hizo un gesto con la cabeza. Parecía un poco atacada de los nervios. 

-Hola…- parecía extrañado, pero no dijo nada. La verdad es que fue un gesto muy cortés por su parte el no preguntar qué hacía yo con una tía tan mayor.- ¿Dos cervezas, entonces?

-Yo no debería…- comenzó Julia. 

-Dos cervezas, si. Bien grandes- respondí.- Las necesita porque es profesora y pasa mucho tiempo en el instituto. 

-¿En serio? 

-S-sí… Y no debería beber con una alumna ni… Será mejor que…

-No, invita la casa- respondió mi hermano- Hace falta tenerlos cuadrados para trabajar ahí. 

-Eso mismo decía yo…- bostecé. Estaba bastante cansada. Intuía que aquel iba a ser un día poco productivo y no me apeteció luchas contra ello. Di un sorbo a la cerveza, me encantaba ese sabor metálico. Seguro que con eso podía dormir bien del tirón y sin acordarme de que estaba sola en casa. 

-Pues… Gracias…- sonrió timidamente. Era bastante tierna. 

-No te he visto nunca por aquí, ¿llevas mucho en el pueblo?- preguntó Caleb. 

-Pues… No. Sí. Vine hace unos dos años pero no salgo mucho…

-Que tampoco me extraña porque qué muerto está todo… Quizás no es el momento más adecuado para decirlo, claro- medité. Julia me miró con cara de susto. Caleb contuvo la risa porque se estaba a acostumbrando a mi sentido del humor. 

-Cierra la boca, anda. Y no te voy a poner más, que tampoco quiero que tu profesora piense que te financio los colocones- gruñó. Julia sonrió un poco.- Y ya que estamos, ¿cómo le va a April?¿Ya no se hacen esas reuniones de padres y alumnos? 

-Le va muy bien. Es una gran estudiante- sonrió un poco más. Me parecía muy bonita con el pelo tan rojo y con tantas pecas. Debía ser un coñazo tener que aguantar a todos los imbéciles del instituto. Suspiré. 

El estruendo de la puerta chocando contra la pared me puso de mal humor. Los ruidos así, de golpe, me molestaban en general. Fruncí el ceño. 

-¡Una ronda para todos!¡Yo invito!

La gente aplaudía y se escucharon vítores. Un tipo acababa de hacer su aparición estelar y pensé, automaticamente, que ya lo había visto antes. 

-Vaya, Fredo, ya te han soltado, ¿eh?- Caleb fingió una sonrisa. Le salían bastante naturales, a lo mejor a él también se le daba bien mentir. Fredo. Fredo. Fredo. De qué me sonaba. 

-Ya ves, parece que las cárceles del estado están hasta arriba…- soltó una carcajada más parecida a un rugido de oso que a otra cosa. No era un hombre alto. A lo mejor medía poco más de 1,70 o algo así y tenía los hombros muy anchos con brazos musculosos. Tenía la piel morena de ese tono que parece que no se va nunca, más oscuro que el mío con diferencia. Su pelo era muy oscuro y estaba alborotado y sus ojos eran pequeños y negros. Tenía un tatuaje gigantesco difícil de descifrar en el brazo derecho y muchas cicatrices entre las que destacaba una especialmente inquietante en una mejilla. De verdad, me sonaba. Me sonaba mucho. 

Junk of the heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora