El único motivo por el que la Bourne no nos expulsaba era Spencer. Eso lo sabíamos ella, Aaron, el propio Spencer y yo. Y lo sabíamos porque no era un secreto para nadie por las miradas de odio que nos enviaban ella y el resto de la Comisión.
Me enteré un poco mejor cómo funcionaba este organismo. Era un grupo de seis personas de mediana edad y con cara mustia. Estaba el profesor Flanagan, un anciano muy estricto que enseñaba historia. La profesora Styles, que daba una de esas asignaturas de cuidados domésticos en las que a una la enseñaban a cocinar y a coser y todas esas cosas súper útiles que solo te pueden enseñar en el instituto. Luego estaba la enfermera Dupoint o algo así, una mujer joven, silenciosa y pálida que siempre parecía estar aquejada de un dolor horrible por su gesto agonizante. Y también una de las cocineras, una mujer con el pelo cardado, una verruga en oscura en la mejilla y ojos verdes que parecían atravesarte. Ese tipo de persona que esperas que aparezca en las noticias por haber envenenado a los estudiantes con arsénico de tanto asco que tenía encerrado en la mirada.
Y después estaba el Tucker que daba gimnasia y era el entrenador del equipo de rugby y que, paradojicamente, perdía siempre la vista en los culos de las alumnas más pequeñas. Siempre gritaba y se pavoneaba por ahí entre las crías como si fuera el amo del mundo.
Salvo Flannagan, que parecía más viejo que el propio universo, los demás no hacían absolutamente nada importante. No porque sus asignaturas fueran bastante leves, sino porque no las impartían bien. Tucker solo hablaba de abstinencia y las clases con Styles eran un adoctrinamiento continuado. Además, se permitían el lujo de ir por ahí dando ordenes. Llamaban a su despacho a las chicas que llevaban la falda demasiado corta o a las parejas que veían demasiado cerca.
Era patético. Y no era patético por sus creencias, sino por ese afán de control absoluto que ni siquiera existía: la triste realidad era que aquel centro público era un hervidero de drogas, ETS y embarazos no deseados.
Tenía tela.
Pasé del tema. Claro, como no iba a hacerlo. Asentí, sonreí mucho y pasé de absolutamente todos, de los que susurraban y de los que me miraban por encima del hombro. O sea, sabía que mi único pecado era ser la nueva y juntarme con Aaron. Ya ves tú.
Aaron no lo pasó mal. O al menos no lo demostraba. Algunos se metieron con él pero tampoco eran la mayoría que esperaba. A lo mejor el sur profundo no era tan paleto. O quizás es que si se había follado a gente importante.
-Te habrás pasado tú por la piedra a todo el equipo de rugby, eh- indiqué.
-Un caballero no dice esas cosas- me respondía siempre, sonriendo.
Y seguía sonriendo cuando todo el mundo le miraba y cuando le retiraban el saludo.
Me gustaba mucho Aaron, cada día más.
Spencer también me gustaba mucho aunque me costara más admitirlo. Le había cogido el truco a sus bromas y era realmente interesante hablar con él y buscar una respuesta a nuestro pique constante. Solíamos estudiar los tres juntos y me gustaba ver que Aaron y él recuperaban su relación perdida. A Spencer, además, no le importaba una mierda que le llamaran friki. A Spencer solo le importaba ganar dinero.
Joder, todo lo que quisieras Spencer podía dártelo por un módico precio. Drogas, trabajos, notas. Incluso las llaves del despacho e según qué profesores. Hacía declaraciones de la renta, daba clases a los críos y por unos pavos más les enseñaba a hacer todo tipo de chuletas. Alcohol, carnets falsos. Y yo no sabía si adorarle o temerle muchísimo.
La vida me parecía más sencilla una vez superado el drama innecesario. Porque en eso consistía la adolescencia, en intercalar dramas muy profundos que no eran más que gilipolleces con periodos de normalidad que eran igual de patéticos que el resto. Siempre fui un poco pesimista con la vida en general. Y también en particular.
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Junk of the heart
Teen FictionA April le va un poco regular. Tras recibir una paliza por parte de unos camellos que buscaban a su madre los servicios sociales le dan dos opciones: o esperar a cumplir los 18 en una casa de acogida o volver con su hermano Caleb, al que lleva casi...