No le dirigí la palabra a Vini; no fui capaz. Sé que me dijo algo pero preferí ignorarle, no mirarle, no nada. Sabía que él no había hecho nada pero es que en aquel momento solo quería estar sola. Era como que los sonidos me llegaban velados, lejanos. Como si no fuera la misma persona que se levantó esa mañana esperando tener un buen día.
Los exámenes. No podría hacer los exámenes. Sentía que me mareaba.
Era lo único que tenía claro. Lo único que sabía cuando llegué a la puta Texas de los cojones: que haría los exámenes y me iría de allí a California. O a Nueva York o a Seatle o a donde fuera, pero que me iría. Y ahora nada. Eso. Me quedaba a las puertas.
A lo mejor nunca debí impedir que Peters le partiera la boca a Claire. A lo mejor no debí levantarme esa mañana de buen humor. A lo mejor no debí hacerme amiga de Vini, a lo mejor no debí meterlo en el grupo ni acostarme con él. A lo mejor no debí hacerme amiga de Aaron y Spencer. A lo mejor no debí quedarme con Caleb.
A lo mejor debí huir.
Sentía un zumbido molesto, sudor frío por todo mi cuerpo. Como si acabaran de partirme a la mitad. Tenía ganas de llorar y ganas de gritar a la vez y ganas de desaparecer y de meterme en la cama y no salir.
Joder, joder, joder. No podían hacerme eso.
No podían mandar a la mierda todo lo que me había esforzado.
-No, por favor- fue lo único que le dije a Vini. Y supongo que soné tan derrotada que se dio por vencido. Mientras me alejaba escuché sonar la campana y pensé que me daba igual.
Sentía la mente paralizada. No podía pensar en nada más que en un vacío. A lo mejor estaba demasiado confundida o desorientada, pero el caso era que no podía saber cual era el próximo.
Durante toda mi vida había tenido que pensar con antelación. Con antelación a mi misma, con antelación a Elaine y sus desastres. Cuando me habían dado un palo tenía que recomponerme a toda velocidad: pensar en ponerme a estudiar porque tenía un examen, dormir porque tenía que levantarme temprano para trabajar… Jamás en mi vida había tenido tiempo para pararme, para no saber qué hacer. Era cuestión de supervivencia. Siempre pensé que me habría encantado vivir cosas normales, cosas como volver a casa llorando porque tu primer novio te ha dejado y que tu madre te consuele, cosas como darte una ducha eterna porque no tienes que preguntarte por cuanto saldrá la factura del agua.
Siempre había querido sentirme así y ahora, de golpe, qué. Qué hacía. Un desasosiego terrible me inundó por dentro. Sentí que me desbordaba del todo, poco a poco, como si el océano estuviera dentro. Me sentía terrible.
Peor: me sentía vulnerable. Los ojos se me llenaron de lágrimas.
Aceleré el paso de camino a casa aunque estaba segura de que habían llamado ya a Caleb. Me daba igual. Sabía que él no tenía la autoridad moral de decirme nada. Y, aunque la tuviera, no lo haría. Claro que no lo haría.
Alguien me saludó de lejos. No sabía quién era. Asentí con la cabeza a modo de saludo. Me daba igual.
La entrada estaba embarrada, como siempre. Una chispa de rabia se me encendió por dentro. ¿Eso me esperaba? Limpiar para alguien, cocinar para alguien, tener hijos para alguien. ¿Qué significaba eso?
-¿Vas a dejar de llenar la casa de mierda?- pregunté, sin molestarme demasiado en contener un grito.
-¿Eh?- me dirigí a la cocina, donde Caleb tomaba café. Debía estar recién levantado, con el pelo revuelto. Lo llevaba bastante largo, casi por los hombros. Debería cortárselo o algo. También llevaba esa barba oscura de tres días. No le quedaba mal, pero me repetí que si, que estaba horrible- ¿Qué dices?

ESTÁS LEYENDO
Junk of the heart
JugendliteraturA April le va un poco regular. Tras recibir una paliza por parte de unos camellos que buscaban a su madre los servicios sociales le dan dos opciones: o esperar a cumplir los 18 en una casa de acogida o volver con su hermano Caleb, al que lleva casi...