Librarse de Elaine finalmente fue como quitarse un enorme peso de encima. Y es que estaba bastante segura de que no volvería a dejarse caer por ahí en mucho tiempo. Porque ya sabía que yo le daba igual y que Caleb no suscitaba el más mínimo interés, pero lo que de verdad tenía valor para ella era su orgullo. Y yo lo había herido como mejor se me había ocurrido hacerlo.
Era raro cerrar ese capítulo de mi vida, no podía negarlo. A mi me pasa normalmente que cuando ocurre algo brutal, algo raro sin explicación, me quedo en blanco unos días. No sé qué significa, ni como lo hago, pero ya sea bueno o malo me quedo perdida. ¿Y ahora qué? No había mucho que discutir. Seguir con todo, como siempre. No había cambios perceptibles, pero no dejaba de preguntármelo, ¿y ahora qué?
-Deberíamos volver a salir, como aquella noche- me dijo Spencer el miércoles siguiente.- Joder, putos exámenes, tengo la cabeza frita.
-Claro, olvidaba que tú haces el doble de exámenes que el resto- sonreí. Se estaba haciendo de oro entre trabajos y pasar las respuestas de los test, pero se le empezaba a notar el cansancio.- ¿Además, no es que tú ahora sales con Vini?
-Vini y yo tenemos un fructífero plan para que los que me deben pasta liquiden sus deudas- se frotó la frente. Parecía necesitar desconectar urgentemente.- Y va de puta madre.
-Me alegro en ese caso… ¿Queréis venir a casa a comer pizza y ver algo de no pensar?- bostecé- A Caleb le gustará que no esté sola. Y te puedes traer a Brenda.
-Qué cansina eres, ¿eh?- sonrió.- Que no tengo tiempo ahora para esas cosas.
-Joder, te quiero buscar una buena chica… ¿Qué hacemos en el despacho de la Bourne?
Enarqué una ceja. Ni siquiera me había dado cuenta de que estábamos en la puerta de su mazmorra.
-Tengo que recoger unos papeles para solicitar la beca del año que viene. No tienes que entrar.
-No pensaba hacerlo, te espero aquí- suspiré, desperezándome. El plan de ver una pelo y comer pizza me estaba pareciendo brillante, yo también necesitaba apagar mi cerebro un ratillo.
Entró en el despacho haciéndome un gesto con la mano. Esperé que no tardara mucho, porque lo último que me apetecía era estar ahí perdiendo mi tiempo. Tenía mucha hambre. Me apetecía un montón ensalada Cesar, que era uno de mis platos favoritos. Las ensaladas en general me molaban mucho.
Detrás de mi y frente a la puerta del despacho había una vidriera. Tenía trofeos y fotografías, pero nunca me había detenido a mirarlo. Por las fechas, todos parecían ser antiguos. Había una fotografía grande e imponente de un edificio antiguo con un grupo de personas. Recordé que Caleb me había dicho que antes de que construyeran el instituto las clases se daban en el caserón de una orden religiosa que se había ido descomponiendo con el tiempo. Debajo de la foto, fechada en el 12 de septiembre de 1980, una letra enrevesada rezaba “última promoción”. Qué tétrico. Identifiqué a una Esther Bourne mucho más joven, pero con el mismo moño y el mismo traje de chaqueta. A lo mejor había unos cincuenta alumnos delante de ella. Flanagan también estaba ahí, aunque ya entonces daba la impresión de ser viejo. A los demás no les conocía.
Al lado había otra fotografía, junto a una placa plateada. En la placa una caligrafía cursiva decía “En memoria del Padre Samuel, por su entrega inestimable para contribuir a crear una juventud mejor”
Contribuir a crear una juventud mejor. Pero qué pretencioso. Arrugué la nariz. En la foto, un hombre miraba con semblante serio, pero suave. Me pareció guapo, con el pelo claro y los ojos caídos, como con cara de pena. El mentón fuerte, algo así. Me recordó a esos hombres guapos de Hollywood. Debía haber sido alguien importante, desde luego, porque el salón de actos se llamaba así, Padre Samuel.

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Junk of the heart
Novela JuvenilA April le va un poco regular. Tras recibir una paliza por parte de unos camellos que buscaban a su madre los servicios sociales le dan dos opciones: o esperar a cumplir los 18 en una casa de acogida o volver con su hermano Caleb, al que lleva casi...