Una calma densa, pesada y típicamente texana se había instalado por todas partes. Hacía buen tiempo, una temperatura agradable, clima seco y ningún crimen. Incluso los delincuentes habituales parecían haberse calmado y es que la asistente social había vuelto a pasarse por casa de Vini. Él nos aseguró que lo hacía una vez cada dos meses, que su padre pasaba un par de días tranquilo pero que luego todo volvía a la normalidad.
-Y espero que sea pronto- gruñó, mientras mordisqueaba un palillo- porque puto coñazo vivir como la gente.
Toda esa paz veraniega que yo habría disfrutado tantísimo -tenía muchas ganas de levantarme tarde, de pasar la noche viendo películas y de beber algo de cerveza muy fría- se veía truncada por la proximidad de los exámenes finales. Poco a poco las fechas límites ya estaban encima y Aaron, Spencer y yo estábamos enterrados bajo una maraña de deberes, exámenes y ejercicios que no llegaban nunca a su fin.
Aaron andaba por ahí atacado porque necesitaba una beca para poder marcharse a estudiar, aunque estaba seguro de que se iba a ir a Seattle con su hermana de todas todas.
-Estudiaré, pediré créditos, ¡lo que sea con tal de salir de aquí!- exclamaba, alterado por los litros y litros de café que consumía al día.
Pese a su desesperación y su dramatismo, estaba sacando buenas notas y yo tenía muchas esperanzas puestas en que lo conseguiría.
Spencer parecía sumido en su calma habitual, pero el caso era que trabajaba hasta tarde y nunca dejaba nada por hacer. Él sabía que conseguiría una beca donde quisiera y, de hecho, ya se habían puesto en contacto con él desde más de una y más de dos universidades. Lo que pasa es que a Spencer, aunque no lo admitiera, le gustaba exigirse mucho y hacerse siempre con lo mejor. También sabía que lo conseguiría.
Yo aún tenía claro que quería apuntarme en alguna academia de arte dramático o algo así, pero no me había puesto a buscar aún. Eso estaba mal, pero por alguna extraña razón no me apetecía nada pensar en marcharme de allí, menos ahora que estaba tan a gusto y tan conforme con mi vida. Quería pasar al menos un mes tranquila tras los exámenes y luego ponerme a buscar: quería ir a California, quería encontrar un trabajo basura que me permitiera ganar algo de pasta y quería tomar clases de interpretación. Como un millón de chicas más.
De verdad, no quería pensarlo. Me aterraba casi más que las mates y eso que las mates era lo peor a lo que me estaba enfrentando.
Aquella mañana me encontré de nuevo con la entrada y las escaleras llenas de barro. Joder con Caleb, ¿donde se metería que, en las últimas noches, lo dejaba todo perdido? Tenía tan poco tiempo libre que apenas nos veíamos. Pensé en dejarle una nota, pero llegaba tarde a clase y respetaba escrupulosamente sus horas de sueño. Ultimamente, además, desde que habían puesto tele por cable estaban desbordados con los forofos de absolutamente todos los deportes. Llegaba a casa destrozado y con pocas ganas de hablar. A lo mejor cuando terminara los exámenes podía ayudarle un poco más. Ojalá pudiera.
Aquella mañana tenía toda la intención de tomarme el día tranquilamente. Era el día antes del examen de inglés, el primero de todos, y no me preocupaba lo más mínimo. Me lo había estudiado, había entregado todos mis trabajos y había llegado a la conclusión de que no servía de nada pasar la noche sin dormir o ponerme a agobiarme con otras cosas. No, aquella noche, la previa a los examenes -y al fin del mundo- iba a ser para mi: baño caliente, velas, cenar algo rico, fumarme un porro, irme pronto a la cama.
También podía llamar a Vini. Ahora andaba por ahí todo el día con una moto que no quería preguntar de donde había sacado. Teníamos una relación bastante guay esos días, la verdad, una relación que se centraba en que cuando yo no podía más del estrés le llamaba y echábamos un polvo o algo así. Era relajan y, tras dormir un rato, tenía de nuevo la mente lo suficientemente despejada como para seguir con lo mío y él se iba por ahí a delinquir o a lo que fuera. No eran mis asuntos si veía a alguien más y seguíamos tratándonos igual tanto cuando estábamos solos como cuando salíamos a algún sitio con Spencer y Aaron. No había complicaciones, él iba cuando yo le necesitaba y a cambio, cuando estaba muy aburrido, pasaba por mi casa y perdíamos un poco el tiempo. Lejos de exasperarme, como me pasaba antes en Detroit, creo que incluso me venía bien esa manera que tenía de mandarlo todo a la mierda. Yo no quería ser así y tenía bastante claro que Vini Sorrentino no era ni sería nunca mi novio ideal y no tenía la intención de llamarlo así, pero estaba bien. Era sencillo. Era cómodo. Y me gustaba mucho.
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Junk of the heart
Teen FictionA April le va un poco regular. Tras recibir una paliza por parte de unos camellos que buscaban a su madre los servicios sociales le dan dos opciones: o esperar a cumplir los 18 en una casa de acogida o volver con su hermano Caleb, al que lleva casi...