Peeta; A quien prefiero

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Debo reconocer que jamás habría imaginado que Katniss pensara de ese modo. Jamás sospeché, ni por un momento, que pudiera ser tan importante para ella. Y mucho menos se me había pasado por la cabeza que aún conservara la perla que le regalé en la Arena.

El hecho de que la guardara… significaba que no todo había sido parte de los juegos. Que no todo había sido mentira. Que le importaba realmente si moría o seguía con vida… Tal vez fue ese el motivo que me llevó a preguntar y aclararlo todo. Quería saberlo. Quería que ella me lo dijera a la cara. Quería descubrir lo que significaba realmente para Katniss. Pero todo se había quedado congelado en nuestra habitación en el momento en el que Johanna atravesó la puerta gritando su nombre.

Apenas fui capaz de procesar lo que había dicho, que Katniss ya se estaba poniendo su cazadora y sus botas para salir por la puerta. Gale y Johanna se habían quedado allí esperando a que fuera con ellos.  

― Tranquila, Katniss. ―dijo Gale con la voz suave―. No le ha pasado nada. Simplemente está aquí.

Ella lo miró con esa mirada que sólo ella sabía hacer. Esa que te advierte que no tienes ni idea de lo que estás diciendo, esa en la que te hace pensar muy seriamente si lo que has dicho tiene algún sentido.  

― Está aquí. ―dijo con firmeza―. Eso solo puede significar que ha pasado algo. ―Sin añadir nada más, salió por la puerta bajando las escaleras a toda prisa.  

Antes de que Gale o Johanna se decidan a seguir a Katniss, yo ya me estaba poniendo las botas y cogiendo una chaqueta del mismo sitio de dónde la había cogido ella.  Cuando pasé por la puerta, Gale me dedicó una mirada que escondía una pregunta. Una pregunta que, conociendo a Katniss, no era tan sencilla de responder. Además, tampoco me apetecía comentar nada, mucho menos con Gale. Así que, achacando a la excusa de la madre de Katniss, me apresuré a ir tras ella.

Cuando llegamos donde el aerodeslizador, este ya había empezado a elevarse para marcharse de nuevo. Eso solo podía significar dos cosas; o que la madre de Katniss nos hacía una visita muy corta o que tenía pensado haceros una visita muy larga. Al parecer, era la segunda. Pues en el claro podía ver perfectamente a Katniss acompañada de una mujer de cabellos rubios un poco más alta que ella.  

― Ha pasado algo. ―escuché que decía ella―. Sino no estarías aquí ―Su voz estaba teñida de resentimiento―. ¿Qué ha pasado?

Al instante pude notar ese tono de voz y reconocerlo. Estaba nerviosa, muy nerviosa. Así que supe al instante que su mente debía estar dándole vueltas a un mismo tema; que algo malo había pasado. Porque solo podía ser eso. Solo podía ser malo. Porque nunca ocurría algo bueno. Una visita que no se esperaba nunca podía ser buena. Y si lo era, nunca esperábamos que lo fuera. 

Debo reconocer que en esos instantes yo también me preguntaba la razón por la que la madre de Katniss había venido al 12. Y muy en el fondo, tuve un mal presentimiento.  

― No te preocupes, cariño. ―dijo su madre mientras nosotros llegábamos a su lado. La mano de la mujer acarició la mejilla de su hija y por la expresión de sus ojos supe que aquello era nuevo para ella―. Venga, vamos a comer algo. Vengo con algo de hambre, y allí podremos hablar con tranquilidad.

Katniss apenas se movió mientras su madre la guiaba hacia el pequeño hostal de Sae la Grasienta. A esas horas de la mañana dudaba mucho que hubiera mucha gente, la mayoría estaría empezando sus labores en la reconstrucción del distrito. Nosotros nos tomábamos siempre la mañana libre. Yo ayudaba a Sae añadiéndole pan a sus platos, y Katniss cazaba como siempre, aunque la mayoría de las veces iba a la tumba de su hermana para llevarle flores a pesar de que su lugar de reposo ya esté repleto de ellas.

Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora