Era la segunda vez que me veía con un vestido blanco. La sensación, sin embargo, era totalmente distinta. No era ni mucho menos tan bonito como el primero, ni siquiera tan blanco, pero era mío. Era de verdad. Porque la boda, esta vez, sí era real.
― Estás preciosa, cariño ―dijo mi madre detrás de mí.
Yo sonreí como una boba mientras veía mi reflejo en el espejo. Me veía distinta, me sentía distinta. A pesar de que el vestido era sencillo, la sonrisa en mi rostro y la felicidad que me embargaba a cada momento hacían de mí una novia de verdad. Algo que ni siquiera el precioso vestido de Cinna había logrado. Toda la belleza del vestido había sido para ocultar la falta de felicidad y emoción que ahora poseía. Porque ahora si me sentía una novia de verdad.
―Sé que el vestido no es una maravilla… ―dijo mi madre―. He visto todos los vestidos que has llevado y este no es el mejor, sobre todo siendo tu boda, pero…
―Es perfecto, mama. ―dije con una sonrisa―. Es el tradicional en el distrito. Es mil veces mejor que cualquier vestido que pudiera haber llevado.
Mama sonrió al espejo, dónde podía verme a la perfección, y puso una de sus manos en mi hombro. El gesto era tan simple y a la vez tan necesario que no pude evitar cubrir su mano con la mía. Mi madre sonrió y deslizó sus manos por mi cabello. Conocía ese gesto tanto como mis propias manías, iba a trenzarme el pelo con ese peinado que solo ella sabía hacer. Pero esta vez, la trenza terminó en un recogido más sofisticado. Era elegante y totalmente adecuado, como lo era el vestido.
―Gracias… ―dije con la voz entrecortada.
Nos quedamos unos instantes mirándonos como dos bobas. Quería decirle tantas cosas que no tenía ni idea de por dónde empezar. Sabía que no tenía mucho tiempo. Que la boda y momentos como esos eran los únicos que podía ofrecerle. Era mi única familia… Pero eso no era cierto. En ese momento, con el vestido de novia, mi madre delante de mí y yo delante de ella a punto de casarme, supe que ahora tenía otra familia. Otra vida. Peeta sería mi familia ahora. Él sería, como siempre, el pilar donde empezaría a reconstruirme.
Al caer en la cuenta de eso, mis ojos se llenaron de lágrimas. Después de todo lo que había pasado no merecía aquello. No me merecía poder vivir de nuevo. No cuando todos estaban muertos; Prim, Finnick, Cinna… La gente que me había apoyado y por la que había luchado había muerto. Por mí.
―Ni se te ocurra llorar ahora, hija. Vas a estropear el poco maquillaje que te he puesto ―dijo secándome los ojos antes de que las lágrimas empezaran a salir.
―Lo… lo siento. Es que… ―dije tartamudeando e intentando contener las lágrimas―. Es que tengo la sensación de que no me merezco nada de esto… Prim…
―Shh… ―dijo haciéndome callar con un dedo sobre mis labios―. Prim estaría feliz de ver que estas logrando seguir adelante.
Con sus manos temblorosas sujetó con firmeza las mías y me obligó a sentarme en la cama que había cerca del enorme espejo. Los ojos de mama me miraban, pero sabía que no estaban mirando mi cara. Sus ojos miraban al pasado.
―Cuando te rescataron del vasallaje de los veinticinco, cuando vimos el estado en el que estabas… ¿Sabes qué fue lo que me dijo Prim? ¿Sabes qué fue lo que más le preocupaba? ―dijo con un evidente nudo en la garganta. Yo me limité a negar con la cabeza, incapaz de decir nada―. Me dijo; Ojalá Katniss sepa sobrevivirse a sí misma del mismo modo que ha sobrevivido en la arena. Y que cuando lo haga, desearía que aprendiese a vivir en lugar de limitarse a sobrevivir.
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Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEO
FanfictionLa historia después de la guerra. ¡Katniss y Peeta!