Peeta; Celos y una petición especial

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Como ya había dicho, hay ocasiones en las que los sueños se hacen realidad… y hoy es una de esas ocasiones. Nunca pensé que llegaría a decir esto pero… que me eligieran en la cosecha de los juegos fue lo mejor que pudo haberme pasado nunca. Si no hubiera ido a los Juegos del Hambre con Katniss, yo nunca me habría atrevido siquiera a dirigirle la palabra, mucho menos confesarle lo que siento por ella. Tampoco estaría hoy aquí, prácticamente corriendo de la mano de mi reciente mujer, escapándonos de nuestra propia cena de bodas.

Mi mujer, esposa… Suena tan… raro… Hace apenas unas horas estaba viéndola entrar con ese precioso vestido blanco. Hace nada que había dicho ―sí quiero―. Pocos días antes ni siquiera sabía si ella me amaba, ni tampoco si íbamos a sobrevivir a la rebelión. Hace un par de años ella ni siquiera me conocía. Todo ha pasado tan deprisa…

― ¿Dónde vamos tan rápido? ―dijo detrás de mí.

Aunque había sido ella quien había propuesto irnos de la ceremonia, fui yo quien la arrastró para salir corriendo de la mano de Katniss.

                ―Qué más da. No me importa el lugar donde estemos siempre y cuando estemos juntos ―dije sin parar de correr.

Ella empezó a reír. Hacía tiempo que no la veía sonreír tan a menudo. Saber que era feliz hacía que yo me sintiera más feliz aún.

― ¿Sabes… que cuando dices ese tipo de cosas… haces que desee besarte… hasta que no pueda respirar…? ―En cuanto escuché lo que decía con voz entrecortada por correr, me detuve de golpe haciendo que ella chocara contra mí.

Sin dejar que recobrara el aliento, aproveché para cogerla del mentón e inclinarle la cabeza para besarla con devoción. Katniss pareció sorprenderse al principio, pero no tardó en corresponderme y abrazarme con fervor. La tenía apoyada contra la pared de uno de los pasillos de la casa donde habíamos montado la sencilla cena ceremonial, pero sabía que no podíamos quedarnos allí mucho tiempo. Aunque la gente no nos buscaría cuando descubrieran que no estábamos entre los presentes, no podía asegurar que nadie pasaría por allí. Así que, con un gran esfuerzo, me separé unos centímetros de ella para poder hablar.

―Deberíamos… ―ella asintió con la cabeza antes de que terminara la frase.

―Hay… una habitación en el piso de arriba donde… nunca va nadie. Haymitch me dijo que la utilizaba para los invitados ―dijo con la voz entrecortada para luego reírse. ―Invitados… Si los tuviera supongo que no podríamos subir…

Yo la miré por unos instantes, tenía las mejillas sonrojadas y la mirada baja. Parecía avergonzada, por extraño que pareciese. Entonces supe por qué parecía tan nerviosa. Ante la idea, debo admitir que también me sonrojé. Sin embargo, cogí su mano y la guié hacia arriba.

                Haymitch nos había prestado su casa para hacer la ceremonia. Como era una de las más grandes y una de las pocas que no habían sufrido las consecuencias de la rebelión, nos la ofreció para que todo el mundo pudiese celebrar algo feliz después de tantas penas. Así que era normal que Katniss supiese que existía dicha habitación, y que yo pudiera ir por la casa aunque no hubiese demasiada luz.

Al entrar en la habitación la percibí muy pequeña. Katniss iba delante de mí, andando de espaldas. Estábamos tan pegados el uno al otro que empezaba a quemarme la piel. Nuestros labios, aunque no la besaba, estaban unidos, sintiendo el aliento del otro como si fuese una droga. No había luz, y aunque intentaba a tientas encenderla, no hubo suerte. En esa habitación no había electricidad.  

                Katniss siguió avanzando con torpes pasos hasta que se tropezó con algo y cayó hacia atrás. Como yo la tenía sujeta, caí sin poder evitarlo encima de ella. Sin embargo, no caímos muy abajo. Tampoco nos hicimos daño. Por el contrario, rebotamos sobre una superficie mullida y muy suave. Katniss empezó a reírse de nuevo, lo que provocó que yo también me riera con ella.

Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora