Peeta; ...de ti...

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Aún no había llegado a entender porque había ido a ese lugar. Tal vez, inconscientemente, necesitaba que alguien me escuchara y que sus consejos fueran silenciosos. O tal vez necesitaba tan urgentemente que estuviera aquí conmigo que ese lugar se había convertido en el más cercano a él.

Con las manos temblorosas me cubrí el rostro intentando hacer desaparecer el dolor que sabía que nunca se iría. Porque lo había perdido todo. Porque desde el día que fui elegido para los juegos del hambre el destino me había estado jodiendo a cada segundo. Y aunque sabía que estaba totalmente roto por dentro y que las cosas no iban a mejorar, y que era un imbécil al pensar que no cambiaría nada de lo que había sucedido, prefería mil veces antes haber pasado esos días únicos con Katniss que no haberlos vivido jamás.  

Mis ojos vagaron por las tumbas que Katniss había hecho para mis padres. La tinta grasa seguía allí junto con las flores atadas en cintas rojas. Con las manos aún temblorosas cogí la tinta grasa con cuidado y la mire. El espacio vacío seguía allí, esperándome. Abrí el frasco e introduje un pequeño tronco con la punta blanda para poder escribir algo en la tumba de mi padre. Apenas tardé unos minutos. Mis manos reposaron a lado y lado, y la tinta quedó de nuevo donde la había dejado ella. Mis dedos se habían manchado con la tinta pero no me importó. Mientras observaba la tumba, las palabras escritas retumbaban en mi cabeza una y otra vez.

“Creía que lo más valioso que tenía era todo lo que me enseñaste… ahora sé que lo más valioso que tengo es el tiempo que pasamos juntos.

Te necesito…”

― Es muy bonito… ―su voz sonó tan dulce y cercana que mi corazón se detuvo por un segundo.  

¿Qué hacía aquí? Seguramente quería disculparse o darme alguna explicación. Tal vez sentía remordimientos por todo el tiempo que habíamos pasado juntos y quería zanjarlo para que más adelante fuera menos incómodo. Había olvidado que Katniss siempre intentaba no lastimar a nadie.  

No importaba, ya no importaba nada.  

Me negué a girarme. No quería que viera el daño que me había hecho. No quería que se diera cuenta de cuanto me había dolido aquello que yo mismo había ayudado a provocar. No tenía ningún derecho a reclamar nada, Katniss nunca había sido nada mío por mucho que me hubiera gustado. Ojala se marchara y me dejara solo de nuevo, tal vez entonces tendría el valor de ocultar mi dolor y enfrentarme a ella como si nada hubiese ocurrido.  Porque de lo contrario sólo conseguiría darle lástima. No quería que me mirara distinto, no quería que sus ojos dejaran de mirarme del modo que me miraban siempre.

Era comprensible que amara a Gale. Era un buen chico y él también se lo merecía. A diferencia de mí, Gale sí había estado a su lado. Había sido su amigo y había tenido el suficiente valor para hablar con ella sin que la situación fuera extrema. Yo había necesitado los Juegos del hambre para hablarle a la chica de la que había estado enamorado desde que tengo uso de razón…

Era normal que ella le eligiera a él. Yo no me elegiría de estar en su situación…

―Peeta… ―dijo cerca de mí. Por cómo había sonado su voz, podía deducir que se había sentado a mi lado. ―Lo que ha pasado en el bosque…  

Con el poco valor que me quedaba, resistí las ganas de seguir llorando y me giré hacia ella con una sonrisa triste.

―Sí. Me alegra que lo hayáis solucionado. ―dije con la voz más natural de la que fui capaz― Pero no es necesario que me lo cuentes… ―dije mientras me volvía hacia la tumba de mi padre y rezaba por que se levantara y se marchara en esos instantes.

No lo hizo.    

―Ah. Claro, supongo que no te interesa… ―dijo con la voz distante.  

No estaba seguro de qué era lo que estaba esperando, pero en esos momentos su compañía era lo que menos necesitaba.

Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora