Peeta; ¡Sorpresa sorpresa!

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                ― ¡Peeta! ¡Peeta cuéntame otra vez cómo lograsteis ganar los juegos del hambre!

Era un sábado cualquiera por la tarde, Katniss había ido a ver a Johanna, como todos los sábados por la tarde. Desde nuestra boda y desde que Gale se había decidido a seguir nuestro ejemplo y pedirle a Johanna que se casara con él, que habían acordado quedarse en el distrito 12. Aunque seguíamos llamándolos distritos, no existían fronteras entre ellos. Disponíamos de desplazamiento para transportar materias primas a todos los distritos que lo necesitaran. Ahora, nosotros éramos nuestros mayores inversores y fuentes de productos. Nadie se aprovechaba de ello, simplemente lo intercambiábamos por otros que necesitábamos.  Era sencillo.

También podíamos ir al nuevo Capitolio, que ahora era simplemente la ciudad. Una ciudad que podíamos ir y visitar siempre que quisiéramos. Katniss iba a menudo, según había acordado con Haymitch y Effie, para grabar unas canciones. Como habían dicho, su hermosa voz y su decisión por plasmar la rebelión de un modo que ella podría expresar, dieron paso a un proyecto que la ayudó mucho a recomponerse y volver a unir todas sus piezas. El disco que había gravado se hacía llamar Sinsajo, en honor al símbolo de la revolución. Incluía una canción dedicada a Prim y otra a su madre. Por desgracia, su madre sólo permaneció con nosotros un par de años más. Se quedó en el distrito hasta que la enfermedad la venció, sin embargo, en ningún momento perdió la sonrisa.

Las demás canciones, por otro lado, la mayoría era sobre nosotros y los juegos, nosotros y la rebelión, de nosotros…

¡Oh, sí! Es cierto, sorprendentemente Haymitch y Effie habían iniciado una especie de adicción el uno por el otro. Lo expreso de ese modo porque no es oficial y teóricamente nadie sabe nada. Sin embargo, hemos visto a Effie en casa de Haymitch más de lo usual, y viceversa. Así que, simplemente, no decimos nada nosotros tampoco. Sea lo que sea, le va muy bien a Haymitch. Ha dejado de beber y parece estar más centrado, razón por la cual pasa bastante tiempo con Katniss preparando el lanzamiento de sus canciones.

Por otro lado, tanto Katniss como yo le pedimos a Anne que se quedara en el distrito 12. Dado su embarazo y lo sola que se había quedado después de la muerte de Finnick, le propusimos ayudarla con el futuro bebe, el cual le habían puesto el nombre de su padre. Anne decía que de ese modo sería como si él jamás se hubiese ido.   

Así que mientras Katniss y Johanna pasaban tiempo juntas junto con Anne, que se había apuntado hacía relativamente poco ―pues necesitó pasar tiempo con su hijo para recuperarse de todo lo que había pasado― yo me quedaba con el pequeño Finnick.  No me importaba nada hacerlo, había creado una especie de vínculo con el pequeño, y me encantaban los niños. Ansiaba que llegara el día en que Katniss quisiera tener uno conmigo.

                ― ¡Pero si te he contado esa historia un millón de veces! ―dije entre risas.

El pequeño Finnick estaba, literalmente, con las manos en la masa. Estaba enseñándole a hacer magdalenas, algo sencillito para empezar. El pequeño parecía estar pasándoselo de lo lindo. Sin embargo, hacer magdalenas lo que se dice hacer… bueno, digamos que si horneáramos la mesa entera seguramente se podría comer.

                ― ¡Ya lo sé, pero me encanta la historia! Mi parte favorita es cuando Katniss saca las bayas venenosas para desafiar al Capitolio y que los dos salgáis vencedores ―dice el pequeño entusiasmado.

                ― Debo confesar que la mía es una muy distinta… ―dije en un susurro mientras intentaba recuperar algo de la masa.

                ―Ya… Cuando Katniss te besa, ¿no? ―dice mientras pone cara de ascos a la vez que se ríe de mí.

Entre carcajadas lo cojo en volandas y empiezo a hacerle cosquillas.

Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora