Peeta; ¿Quieres casarte conmigo?

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Hay ocasiones en las que los sueños pueden hacerse realidad… y otras en las que pueden cumplirse las peores de tus pesadillas.

Siempre había creído que cuando tomara una decisión la tomaría del modo más adecuado posible. También había pensado que cuando esa decisión tomada la exteriorizara, lo haría del modo correcto. Claro que, puesto que también creía que mi vida estaba medianamente planeada, no se me puede culpar de decir algo inadecuado ante una situación desconocida.

Nunca. Nunca me había pasado por la cabeza que tendría una mínima oportunidad de hacerle esa pregunta a la única mujer que he amado en toda mi vida. Tampoco se me había ocurrido creer que ella sentiría alguna vez algo por mí. Así que, teniendo en cuenta esos pequeños cambios en mi vida, ¿Quién iba a culparme de formular la pregunta en un momento y a una velocidad inadecuada? Claro está, si a eso se le puede llamar una pregunta.   

También es necesario decir que Katniss no es una mujer corriente. Cualquier mujer normal que estuviera enamorada y que le pidiera que se casara con ella el hombre al que había dicho que amaba, estaría encantada de decir― sí y mil veces sí― ante la pregunta. Pero Katniss no. Ella no era una mujer normal. Ella… tenía que complicarlo siempre todo.

― ¿Qué?

Sí. Exacto. Esa había su respuesta.

No estaba seguro si era por el hecho de que las cosas habían ido al revés, pues mi pregunta había sido una afirmación y su afirmación había sido una pregunta, o porque todavía no sabía si quería o no decir que sí a mi inexistente pregunta. Fuese como fuese, me había quedado sin palabras.

Me quedé mirándola sin ser capaz de volver a abrir la boca. Ella me miraba a su vez llena de incredulidad y confusión. Con el valor que había creído perder ante su respuesta, me obligué a decir algo.

                ―Yo...   ―dije en un murmullo casi inaudible―. Katniss…

                ― ¿Quieres… quieres que… que nos… ―Su voz se había empezado a quebrar mientras hablaba―. …que nos casemos?

Me sentía estúpido. No debería haberlo sugerido. Sin embargo, las palabras de Johanna se habían colado en mi cerebro y no había sido capaz de pensar en nada más; mientras intentaba consolar a Katniss, mientras llenaba el vaso antes de empezar a escuchar esa conversación entre Gale y Johanna…  Pero sobre todo había sido esa frase, la frase que Johanna le había dicho a Gale. ― Realmente, Peeta debería proponérselo. No deberían perder un solo minuto retrasando lo que va a ocurrir de todos modos. La vida es muy corta para perder el tiempo pensando.

Y tenía razón. La vida era muy corta y el corto tiempo que había vivido me había enseñado que no podía perder ninguna oportunidad.  

Suspiré mirando hacia el colchón. Estaba cansado de dar tantos rodeos, cansado de esconder lo que quería por no querer herir a Katniss. No quería presionarla pero… ¡Maldita sea! Yo también necesitaba ayuda. Y ya que estábamos hablando de ser egoístas quería serlo un poco. Aunque solo fuese una vez en la vida…

                ―Lo siento Katniss. ―dije decidido―. Siento no poder darte más tiempo para que cures tus heridas. Siento no poder dejarte en paz. ―Cuando alcé la mirada y vi sus ojos casi no fui capaz de seguir. Pero me obligué a alzar un poco más la voz y decir lo que quería decirle―. Sí. Quiero que te cases conmigo.

Katniss estaba muda. Sus ojos me miraban pero su sonrisa todavía no se dejaba ver. No sabía qué pensar. Y entonces hizo lo que solo Katniss haría…

                ― Me alegro.

Seguramente, mi rostro sería algo parecido a un trozo de hielo en plena ventisca. No podía creer lo que había dicho y a la vez sí podía.

                ― ¿Que te… alegras? ―dije en un hilo de voz.

                ―Si quieres no me alegro.

Mis labios balbucearon alguna cosa inteligible.

                ―Pe… pero… ¿Qué clase de respuesta… de respuesta es…es esa? ―dije tartamudeando.

Ella enarcó una ceja y se cruzó de brazos mientras dejaba ver una diminuta sonrisa.

                ― ¿Respuesta? ―dijo indignada―. Se podría llamar respuesta a algo si antes se ha preguntado algo. ―dijo dándole énfasis a la palabra algo.

En otras circunstancias habría contestado a eso con algo más inteligente, pero tenía que admitir que estaba completamente atónito.  

                ― ¿Qu… qué? ¿Cómo…?

Primero una pequeña risa y luego una carcajada. Esa fue su respuesta. Estaba riéndose. De mí. No estoy seguro de si tenía que estar enfadado por eso o alegrarme porque pareciera feliz. Estaba riendo. Hacía unos minutos estaba tan triste que apenas había sido capaz de calmarla y ahora… estaba riendo. Su risa era música en mis oídos. Era lo que había deseado más que nada. Quería verla reír, soñar, vivir. Mi último deseo, mi único deseo, era que ella fuese feliz. Con una mano se secó las lágrimas, esta vez de reír, y me miró con una sonrisa en los labios.

                ―Tenía entendido… ―dijo intentando calmar su risa―. Tenía entendido que lo tuyo eran las palabras.  

Al entender lo que ella quería decir, suspiré.

                ―Al parecer… cuando se trata de ti nada es lo que se puede esperar. Soy un idiota. ―dije sin poder mirarla a los ojos.  

Una mano alzó mi mentón y me encontré con sus ojos grises.

                ― ¿Quieres que te eche una mano? Al parecer, cuando se trata de ti tampoco soy lo que se puede esperar… ―puntualizó con una dulce sonrisa.

                ― ¿Cómo vas a ayudarme?

Con su mano todavía en mi mentón, se acercó a mí y me besó en los labios. Aunque fue solo un roce, mi corazón empezó a latir desesperado por cogerla entre mis brazos y abrazarla hasta saber que nunca iba a irse. Había perdido la noción del tiempo. Los minutos pasaban y Katniss no parecía querer terminar esa dulce caricia. Era tan suave como besar los pétalos de una flor y, sin embargo, tan ardiente como acariciar con los labios la brasa de una hoguera. No obstante, lo único que quemaba era mi interior.

                ― ¿Quieres casarte conmigo?

Inconscientemente, mientras seguía con los labios cerca de ella, respondí a la pregunta.

                ―Ya sabes que sí, Katniss. Eso es lo que quiero. ―repetí sin abrir los ojos―. Siento ser egoísta pero…

                ―Con un sí era suficiente, Peeta. ―dijo con una sonrisa.

Yo me alejé de ella para mirarla a los ojos. Fruncí el ceño levemente. ¿Qué quería decir?

                ―Está claro que digo las cosas muy deprisa para tu gusto, Mellark. La última vez fue mi culpa, pero intenta estar más atento. No suelo repetir las cosas.

                ―Espera… ―dije sin poder creerlo―. ¿Me estas preguntando… si quiero casarme contigo? ―Ella asintió―. ¿Quieres… quieres casarte conmigo?

Ella rió un segundo para luego mirarme con intensidad.

                ―Muy bien. ¡Por fin lo preguntas!―Yo la miré intensamente mientras me cruzaba de brazos. Ella empezó a reír a la vez que me abrazaba. ― ¡Sí, Peeta, claro que quiero!

Y por fin… por fin, recibí la respuesta que jamás había esperado. ―Sí quiero―

Los Juegos del Hambre; MI ÚLTIMO DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora