¿Eh?
Hay demasiada gente... No puedo ver a lo lejos. Me sofocan...
¿Y esa luz?
No es como... ¿Fuego?
Gardienne se despertó al escuchar mucho bullicio afuera, se acomodó el pijamas, y llevando las frazadas consigo, se dirigió a la puerta para poder chusmear lo que ocurría.
O eso quería.
- ¿A dónde vas?- dijo la voz de su jefe, aún acostado en el sillón.
- A ningún lado, quiero saber no más- contestó si retirar la mano de la perilla.
- No tienes permiso de salir de tu cuarto hasta que se aclare la situación- volteó su cabeza para poder verla -quita la mano de ese manubrio, y cámbiate ¿O realmente piensas salir con esas pintas?- continuó ordenándole. Ella se miró, su pijama de verano tenía cierta translucidez, las tiras que lo sostenían resbalaban a cada rato de sus hombros, y la frazadas que llevaba se le escapaban de sus brazos con facilidad.
Suspiró, adentrándose en su habitación dejó las mantas caer en el piso como si poco importaran, a lo que Valkyon miró mal, por lo que ella las levantó junto a su dignidad. Luego se desvistió sin pudor y se acercó a su armario, sin sentir ni un atisbo de su mirada, lo cual le hacía sentir cómoda. Sacó su vestido blanco con cuidado, y lo observó con nostalgia, hoy sería el último día en que lo utilizaría.
Toc, toc.
- ¡Permiso!- exclamó Nevra con apuro, que sin rodeos entró. y como si el cuerpo de ella fuera un imán, quedó mirando como su figura se dibujaba a la contraluz de la ventana.
- ¡¡NEVRA!!- gritó ella abrazando el vestido, sintiendo como la sangre le subía hasta las orejas.
- Nevra...- reprobó el líder obsidiana.
- ¡Ey! ¡¿Qué haces tú sin siquiera taparte los ojos o algo?!- le acusó el vampiro desviando el tema de discusión, dejándolo al peliblanco como el culpable.
- Yo no soy tu- se justificó.
- Mierda, que buen argumento- admitió su propia derrota Nevra de forma reflexiva. Después de esquivar un par de zapatos, cerró la puerta mientras se iba.
- Este hombre...- quejó en sus bajos Gardienne, mientras cubría su rostro.
En cuanto terminó de vestirse, él volvió a entrar. Ella le miró mal, en cambio su guardián se limitó a suspirar.
- ¿Y? ¿Hay noticias?- le preguntó.
- Sí, a eso venía- respondió acercándose a su humana, e invadiendo su espacio personal se le enfrentó - digamos que estamos relativamente seguros- comentó, y luego se le acercó como para besarla, dejando que ella reaccionara alejándose, y luego tras hacerle una trabita, ella cayó al instante en su cama. Se arrodilló y le tendió la sandalia faltante que le arrojó hace unos minutos.
- ¿Qué es lo que pasó?- cuestionó ella mientras ponía el pie para colocarse el calzado. Con cuidado él se dio el gusto de ponérselo. No sin mirar con severidad a su compañero, el mismo captó.
- Nada grave, algún que otro disturbio- le contestó con ambigüedad, ella claramente sospechó.
Mientras le ataba la liga de la sandalia, sus dedos llegaron a rozar su piel.
- ¡Ah! ¡La mierda puta! ¡Joder!- exclamó con dolor llevándose su anular y meñique a la boca.
- ¿Qué? ¿Qué pasó?- preguntó aturdida agachándose junto a él.
- Nada preciosa, son los gajes de un pecador- contestó mirando sus yemas enrojecidas, como si hubiera intentado tomar un sartén al rojo vivo. Ella también observó preocupada, y los tomó entre sus manos.
- Sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana- le cantó con suavidad, y luego dio dos pequeños besitos en ambos dedos.
Nevra observó enternecido aquella acción, cuando sus mejillas empezaron a entibiarse decidió que era momento de proseguir.
- Bueno- reiteró aclarándose la garganta - de momento no hay moros en la costa- se levantaron para poder salir del cuarto.
En el pasillo esperaban Ykhar y Kero muy ansiosos.
Se miraron entre sí.
- Bueno, suerte querida- le susurró al oído el vampiro y empujó la ancha espalda de Valkyon- yo tengo trabajo que hacer por este lado- le guiñó le ojo (o parpadeó) y siguió su camino por le pasillo.
Una vez lejos de ella, el peliblanco se volteó.
- ¿Entonces?- le cuestionó.
- El prisionero escapó- respondió con severidad Nevra.
ESTÁS LEYENDO
Me haces feliz. (Nevra)
RomanceNevra gusta de pasar de cuello a cuello, cama a cama. Su vida es así, su belleza se lo permite. Pero desde que llegó Gardienne, la humana, recurría a esos pasatiempos con menos frecuencia, ella era aún más atractiva, cuya sangre sabía que era del...