Capítulo veintitrés

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Maldije la razón que estaba haciendo que el vuelo se retrasara.

Había logrado contactar con mi padre anoche y pedirle el avión privado para evitar todos esos procesos legales que estoy seguro, él puede pasar por alto.

Conseguí un cortante “mañana a las 5 a.m. estará allí”. Al parecer seguía un poco enojado conmigo, y tenía toda la razón del mundo.

Sin embargo, las cinco habían pasado hace más de una hora y no sabía qué era lo que estaba pasando. Intenté hablar con las asistentes de vuelo, pero ellas, asustadas, solo me dieron un café para que me relajara. Como si hubiera algo que pudiera relajarme en estos momentos.

Abrí el asiento reclinable y subí mis pies en alto mientras pensaba, mi corazón aún estaba enmudecido por el recuerdo de lágrimas en el rostro desgarrado de Oly y Aina, a quienes tuve que informarles repentinamente de mi partida de último momento. Sobre todo por Aina, quién creía que la razón de mi marcha era por lo que sucedió en el lago, a pesar de que le expliqué muchas veces que no era así.

No tuve más tiempo que para escribir una carta (en mi idioma por supuesto, por lo que le haría usar el traductor de google) a mi jefe, pidiéndole perdón por esta forma de dimitir y agradeciendo la oportunidad que me dio a pesar de no conocerme.

Tuve que admitir que extrañaría el lugar y me encantaría visitarlo de nuevo en el futuro. Si las cosas no estuvieran tan peligrosas, les habría dado mi número de contacto en caso de que tuvieran cualquier problema.

Dejé salir un suspiro frustrado y miré el reloj en mi celular, habían pasado cinco minutos desde la última vez que miré. ¿Es que no entendían que cada minuto contada? ¿Qué podrían estar haciéndole cualquier cosa a mi niña en estos momentos?

Apreté mis ojos cerrados a todas las posibilidades que llegaron a mi mente. Y temí por ella y por mi niño no nacido. Me había maldecido y llamado de tantas formas hirientes que en estos momentos era más robot que humano. Si no fuera porque me sentía como la mierda, casi podría decir que mi única preocupación es llegar a buscarla lo más rápido posible.

Pero siendo honestos, también sentía un vacío incómodo cada vez que pensaba en ver a mi padre. Nunca esperé sentir tanto anhelo por algo pero, esperaba que me recibiera con uno de esos extraños abrazos estranguladores suyos. Y estaba casi seguro de que no iba a ocurrir.

Antes de que me colgara ayer cuando lo llamé, había logrado sacarle un poco de información sobre Alexander, quien parecía haber salido de cuidados intensivos y podría volver a casa en cualquier momento. También me sorprendí cuando lo escuché mencionar que la Sra. Schneider se había autoproclamado su cuidadora personal, para horror de mi abuelo.

Tuve que sonreír un poco ante eso. Mi abuelo debería estar prefiriendo el hospital a que lo traten como un bebé en estos momentos, eso claro, hasta que pruebe uno de los queques caseros de ella y entonces le pida matrimonio.

Yo lo habría hecho si no fuera por la diferencia de edad. Y por Lily.

Pensar en ella casi me hizo creer que podía olerla, recordé cómo era enterrar mi nariz en su cuello e inspirar profundamente el coco. Su piel blanca y suave me provocó un cosquilleo en mis dedos y sus ojos, tan dorados, tan míos, me hizo doler mi corazón.

Todo esto ha sido mi culpa. Desde un inicio lo hice mal, alejarme de ella no solo fue mi peor error sino que la dejé sin protección ni advertida sobre el peligro que era yo. Nunca debí haberla besado ese día en que su rostro estaba manchado en lágrimas y jamás debí haberla perseguido como un león lo hace a su presa.

Traté de convencerme de que estaba arrepentido, sin embargo eso trajo todos los momentos felices que tuve después. Quizás ni siquiera hubiera conocido a mi padre si no es por ella, probablemente estaría tan lleno de odio y culpa que no lo habría ni dejado explicarse.

The girl of my eyes - Holding you tight 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora