Capítulo uno

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-Ave María Purísima-Me encontraba de rodillas, las almohadillas en el suelo no hacían nada por ayudar a mis rodillas adoloridas. El Padre David estaba tras la cortina, invisible pero omnisciente. Él es la única persona que sabe toda mi vida y conoce mis razones, no me acusa ni me señala aunque tampoco se pone contento conmigo. Creo que le desilusiona verme aquí todos los días.

-Sin pecado concebido. El señor esté en tu corazón para que puedas arrepentirte humildemente de tus pecados- Me persigné rápidamente junto a él después de escuchar su respuesta.

-Señor, tú lo sabes todo y sabes que te amo

-Cuéntame hijo, ¿hace cuánto que no te confiesas y que has hecho?-David siempre ha sido directo, así es como tenía que ser,  y yo prefería ser claro y decirlo de una porque sabía que él no se conformaría con menos y me haría repetirlo si tan solo titubeaba. Tomé aire profundamente y lo solté.

-Desde ayer, he robado, he usurpado, he sentido codicia, he infligido dolor a mis hermanos, he mentido, me he vendido por un precio… y he cometido homicidio.

Él se quedó callado, creo que al estar en un pueblo así no es algo nuevo para él pero aún así me removí incómodo, esperando que se diera prisa para poder marcharme de allí.

-¿Te arrepientes de todos tus pecados?-Su voz sonó firme, como si le hubiera estado hablando de mi lista de compras de comestibles y no sobre la muerte que cometí.

-Me arrepiento con todo el corazón, Jesús, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy pecador.-Y era cierto, me arrepentía de lo que hacía.

-¿No volverás a hacerlo?-Agaché mi cabeza, manteniéndome en silencio. Él suspiró lo que sonó como frustrantemente- Te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

-Amén-me persigné y cambié el peso de mis rodillas, listo para salir corriendo de allí.

-Puedes ir en paz

Salí apresuradamente, sintiéndome un poco más ligero y aliviado después de confesarme. Doblé la esquina del parque y ensimismado en mis propios pensamientos, no noté a nadie hasta que derribé a una muchacha.-Perdón

La agarré de sus hombros para que no perdiera el equilibrio y mi mente lista de cualquier detalle captó el aroma a coco de su cabello.

-Tranquilo, yo tampoco prestaba atención-Levantó su rostro hacia mí, grandes ojos ámbar llorosos, mejillas sonrojadas y labios temblorosos. Fruncí el ceño sin saber realmente que debería hacer ¿ignorar el hecho de que estuviera llorando? Realmente no soy bueno consolando mujeres.

Le di unas cuantas palmaditas torpes en su hombro y ella sonrió al decirme -Gracias, y gracias por no caerme encima-Ahora, esa es una idea agradable, yo encima de ella.

La escaneé disimuladamente con la mirada, tenía el cuerpo de una mujer, no flacas como a muchos le gustaban sino con curvas en los lugares correctos, curvas desde donde un hombre podría agarrarse para ir al cielo. Un pelo largo hasta sus caderas, lleno de ondas y brillante. Un busto generoso, exactamente como me gustaban, y a la vez se veía tan linda e inocente teniendo que alzar tanto su cuello para mirarme a la cara desde su pequeña estatura.

Me lamí los labios y sus ojos se abrieron unos milímetros, su rostro tomando un gracioso tono rosa, una señal que nadie que no se fijara en detalles habría notado.

Era comestible.

The girl of my eyes - Holding you tight 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora