Epílogo

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Mierda. Mierda. Mierda. Mierda

Corrí por la casa y logré alcanzar el bolsito celeste que habíamos preparado con antelación en caso de esta emergencia.

Miré con pánico a Lily quién lucía pálida y sudorosa. Aún así tenía una hermosa sonrisa en la cara mientras se burlaba de mi rostro en crisis y colocaba sus manos en su enorme abdomen.

Hace poco más de tres minutos que había roto su fuente y yo estaba aterrado.

-¡Siéntate por el amor de Dios, mujer!

Ella se rió pero su risa fue cortada por otra contracción, provocando un gesto de dolor en su rostro y que tuviera que agarrarse a la pared para recuperar el equilibrio. Rápidamente corrí hacia ella y la sostuve, o más bien, eso intenté. Creo que lucíamos como si ambos estuviéramos apoyándonos el uno en el otro. Mis manos temblaban mientras la tocaba suavemente y le ayudaba a enderezarse.

-¿Te diste cuenta? ¡Te dije que te recuestes Lilith! Te llevaré al hospital en un minuto aunque tenga que cargarte. ¡Maldita sea! ¿Por qué Alexander está durando tanto?

-¿No era que me sentara?-Lily me sonrió dulcemente y apreté mi mandíbula.

Gruñí con frustración mientras caminaba en círculos alrededor de ella. Miré el reloj y me di cuenta que habían pasado treinta segundos desde la última vez que miré. ¡Maldito ruso! Lo había llamado en el minuto en que ella rompió la fuente y él me había contestado con un tranquilo “dame dos minutos”, su voz grave, llena de emoción contenida.

Entonces había escuchado un par de gritos detrás del teléfono y había puesto mis ojos en blanco al adivinar de quién era.

Mi abuelo y la Sra. Schneider se habían casado hace tres meses. Ahora ambos estaban viviendo juntos y ya no sabía quién era más molesto.

Al menos la Sra. Schneider me da de comer.

Alexander estaba muy feliz sabiendo que el nombre de mi hijo sería Nikolai Vasíliev Evas (habíamos decidido no usar todo el apellido de Lily porque, si no, estoy seguro de que él nos odiaría a futuro, por cada vez que tuviera que presentarse). Sin embargo, la Sra. Schneider estaba determinada a intentar convencernos de que le pusiéramos Emma a la otra niña.

El nombre me había confundido, sobre todo al ver su expresión falsamente inocente. Había investigado, usando una que otra influencia que tenía aún por allí, y me enteré que en realidad, ese era su nombre. Quién diría, para mí siempre sería la Sra. Schneider.

Además, Lily y yo ya habíamos hablado de eso y teníamos el nombre decidido, pero iba a ser sorpresa. Volví a mirar a Lily y entre mi pánico y miedo, sentí mi amor por ella expandirse en mi pecho. Dios, era tan linda. Toda redonda por cargar a mis niños en su vientre, sonrojada por las contracciones y con su cabello pegado a sus mejillas con sudor. Nunca vi nada más hermoso.

Nos habíamos ido a vivir juntos a Rusia después de que le pidiera matrimonio en la cafetería donde tuvimos nuestro segundo encuentro. Entonces nos habíamos casado justo la semana pasada, a pesar de que ella quería esperar ya que según ella iba a salir gorda en las fotos. Puse mis ojos en blanco. Mujeres.

Después de haberla hecho mi mujer incontables ocasiones esa noche, habíamos tomado un vuelo y estábamos de luna de miel en un viaje por Rusia, regalo de aniversario de mi abuelo. Nunca imaginé que fuera aquí mismo, faltando poco más de dos semanas para los nueve meses, que ella comenzara su trabajo de parto.

Me acerqué a ella y tomé su mano, respirando profundamente e invitándola a hacer lo mismo, como he visto hacer en muchas películas. Ella se rió a pesar del dolor pero hizo lo que le pedía con una sonrisa en la cara.

The girl of my eyes - Holding you tight 01Donde viven las historias. Descúbrelo ahora