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Cuando llegué al gimnasio, me senté en la quinta banca de la fila, un tanto alto, e inmediatamente me eché a tragar una bolsa de papas. Los chicos en cuestión de uso del espacio estaban calentando, el entrenador les evaluaba cada paso, me era sorprendente como tenía ojos de halcón para captar cualquier falla y corregirla en menos de cinco segundos, ni yo podía ubicar bien a todos los chicos, conocidos o desconocidos, pero allí estaba él, gritándole a cada muchacho con las rodillas mal flexionadas o los hombros encorvados; agradecía que no participaba de aquella estupidez insensata. 

Me refería específicamente a... ¡Vamos! ¡Era una escuela de artes! ¿Cómo era posible ver educación física en una maldita institución artística? No había algo más ridículo, pero lo que nos metían a comer cada año era que formaba parte de un arreglo constitucional en el Ministerio de Educación en Corea. Esta clase era necesaria para un infernal papeleo que iba directo a la universidad. Pero... A fin de cuentas yo ni iría a la universidad, probablemente me mantenían en la preparatoria por puro entretenimiento y fachada. 

Ubiqué a mi chico pasar como un rayo por la gigantesca puerta. Siempre tarde... Hizo un par de venias mientras que su castaño cabello caía en su frente una y otra vez con cada inclinación, ladeó su cabeza en mi dirección al pasearse por el medio de la cancha y me profirió un discreto guiño en cuanto llegó a vestidores. 

No quería parecer un pervertido pero anticipaba con ansias verlo en aquel uniforme rojo brillante de dos piezas, además siendo tan apretado como lo visualizaba en el resto. Me preguntaba si sus piernas eran así de torneadas y doradas como mi mente me las mostraba (suponiendo por su color de piel); era un maldito psicópata, pero llevaba tiempo imaginando su cuerpo, bueno, partes de él. 

Sí, y eso sonó mejor. 

Eunbi apareció dando zancadas entre las gradas, tal como un canguro al saltar; se sentó a mi lado y dejó caer su mochila y un par de libros de literatura al suelo. Una pequeña sonrisa surcó sus labios y codeó mi brazo, demasiado fuerte para ser normal, a continuación ya sabía lo que vendría de su suspicaz pensar. 

—Muy temprano para babear, ¿no? —hizo de vizca por un segundo. 

—Nunca es muy temprano para babear, estúpida —bufé y mechones de mi frente volaron hacía arriba; ya era nuestra confianza habitual—. ¿No deberías de estar engatusando a una inocente chica heterosexual o jugandole vergas a la vida de los seres vivientes? —ella me miró sin una expresión y ahora era yo quien le codeaba con la sonrisa más abierta de todas. 

Soltó un chasquido con su lengua y asimiló un semblante impropio de sí. —Mi vida no es sólo chicas y joder —resopló. 

¡Pero vayaaaa!

—¿Hoy no es uno de esos días en los que piensas que sí lo es? —le incliné la bolsa de papas y negó haciendo un ademán con la diestra. 

—Hoy no es un día para pensar como campeona —oí los primeros 'tics' de una bomba, avisando a detonar—. Sólo soy Eunbi después de todo... —plegó los brazos, su voz sonando distante. 

—¿Ocurre algo? Mira que mi vida sí es ser un psicólogo frustrado. 

—Abogado barra psicólogo frustrado, querrás decir... —tomó una profunda inhalación y rió en seco. 

Algo pasaba por esa compleja y escalofriante cabecita. No podía ser bromas y juegos pesados todo el tiempo. Tenía curiosidad sobre este nuevo lado que Eunbi me estaba mostrando, ella nunca lo sacaba y ciertamente, quería darle algo de mi comprensión, era una buena amiga. 

Casi saqué una libreta y gafas de bolsillo. —¿Qué pasa por tu mente ahora? Porque debe de ser toda una eventualidad para que Hwang Eunbi no se sienta como campeona —sentía que trataba con Hansol, inesperadamente. 

My School Days→Vkook/TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora