El acuerdo © |TERMINADA|

#6 ¿Eres sordo o qué?

—¡Vamos tarde! ¿puedes apurarte?— grita desde las escaleras.

Éste hombre me tiene harta, no lo soporto, es muy odioso y malhumorado. Parezco pesada diciéndolo pero cómo una persona puede soportar escuchar a alguien que todo el tiempo habla mal.

—Te dije que estaba por terminar ¿eres sordo o qué? —hablo mientras cierro la puerta de mi habitación.

—No pero odio esperar. —me acerco a la escalera y veo que sonríe.

—Y yo odio que me grites. —me cruzo de brazos y lo miro enojada.

—Sólo apúrate y ya —dice mientras bajo a la sala. —¡Rosa! —grita de nuevo. —Nos vamos.

—Está bién. —escuchamos a Rosa que grita desde la cocina.

—Esta noche no llegaré a casa. —le informa a su nana.

—Está bien. Cuídese. —él sonríe.

—¿Puedes apurarte? Vamos tarde. —si  las miradas mataran.

—Estoy hablando. —dice como si fuera lo más obvio.

—Pudiste hacerlo mientras me cambiaba ¿no? —vuelvo a cruzarme de brazos y doy golpes con la punta de mi taco en el suelo.

–Hago las cosas a la hora que se me dé la gana. —se encoge de hombros y deja sus manos en los bolsillos. Es odioso parecer dos niños de bachillerato.

—No. —levanto mi ceja y me acerco a él.

—¿No qué? —me mira desafiante.

—Que no puedes, pronto tendrás una esposa y no querrás que tus socios piensen que vives vida de soltero con una esposa a la cual "amas" —le digo haciendo comillas con mis dedos. Su mirada cambia por una de enojo y yo sonrío satisfecha, sí, lo irrite.

—Se les hace tarde a ambos. —habla Rosa nerviosa por la situación.

Salimos de casa callados, me abre la puerta del auto para que entre, su mirada no se encuentra con la mía, sé que aveces suelo ser insoportable pero él se merece que yo sea así.

—Vaya, tu caballerosidad sigue intacta a pesar de tu estupidez. —sonrío y él me mira.

—Que fastidio eres, solo sube y no hables. —me señala el asiento con su cabeza.

—Oye. —hablo llamando su atención.

—¿Qué? —habla cortante.

—¿A dónde iremos? —me cruzo de brazos.

{Al centro comercial pues ¿Dónde más? —dice burlón. —Tú y tus preguntas estúpidas.

—Sólo preguntaba porque viéndote seguramente eres lerdo para conducir y  tengo cosas que hacer, mucho más importante que estar junto a ti. — sonríe malisiosamente y se encoge de hombros.

—Eso no me interesa. Yo también tengo cosas que hacer y sin embargo estoy aquí, perdiendo mi tiempo contigo.

—Imbecil -digo entre dientes. —No eres el único perdiendo tiempo.

El camino es silencioso e incómodo. No huy música. Estoy tan concentrada mirando por la ventana que me toma desprevenida cuando frena de golpe. Lo miro enojada y él está concentrado en su estúpido manejo.

—Por gente como tú es que hay tantos accidentes. —decir que estoy enojada es poco.

—Y yo pensé que a mujeres torpes como tú no les permitían conducir, pero ya ves como es este gobierno de estúpido.