Niall Edwards

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—Creo que deberíamos cancelar la boda, Niall. Lo siento, pero creo que es lo mejor —Jade Thirlwall hizo un brusco gesto de asentimiento. El tono sereno, impávido, decisivo.

Qué lástima que se lo estuviera diciendo para sí dentro de un ascensor vacío en vez de a la cara del que, pronto, se convertiría en su ex prometido. Pensaba decírselo esa misma noche, cenando. Había elegido un restaurante íntimo y tranquilo en el que podrían hablar y en el que no era probable que se pusiera a protestar. El truco era hacerlo en un lugar público.

Entretanto pasaría por el apartamento de Niall en Manhattan para recoger sus cosas y evitar así tener que hacerlo después de haber cortado, o que pudiera rajarse en su decisión, puesto que en cuando Niall viera que sus cosas habían desaparecido le haría preguntas.

Y Niall siempre se percataba de las cosas.

Sacudió la cabeza con gesto impaciente y se apartó de los ojos un mechón de pelo negro. Tenía veinticinco años, por el amor de Dios. Tenía una vida, su propio apartamento, una carrera. Si se estaba replanteando su inminente boda era por algo. Era lo bastante mayor para saber lo que quería.

O eso esperaba.

Jade avanzó por el pasillo hasta la puerta del lujoso piso de Niall y buscó en el bolso las llaves. Vale que se había encaprichado de él a los doce años, cuando ambos vivían en el pequeño pero próspero South Shields y él era el niño bonito del club de campo. Antes de que ocupara su puesto como alto ejecutivo en Edwards Technologies, la empresa que fundara su bisabuelo.

Y, sí, puede que se hubiera enamorado de él en serio cuando sus vidas volvieran a cruzarse cuando ella cumplió diecinueve, pero en cualquier caso el encaprichamiento no podía constituir base suficiente sobre la que construir un matrimonio. Había empezado a tener la sensación de que las cosas no iban bien. No sabría que decir qué era exactamente: se trataba más bien de un presentimiento que le decía que si continuaban con la boda, se arrepentiría.

La llave se deslizó dentro de la cerradura con suavidad. Y entonces lo oyó. Un ruido.

Se inclinó sobre la puerta tratando de centrar la atención. Pasaron los segundos. Y volvió a oírlo. Esta vez no fue el mismo golpazo de antes, sino que percibió sonido humano. Sin palabras, inarticulado. Un gemido.

Niall.

El corazón empezó a latirle con fuerza. ¿Se habría caído y estaba herido?

Rápidamente abrió la puerta y entró en el recibidor. Justo cuando estaba abriendo la boca para pronunciar su nombre, el sonido se repitió, más fuerte. Y Jade se paró en seco. No era un grito de dolor. Eran más bien jadeos de placer. Y lo emitían dos personas.

La conmoción la dejó paralizada.

—Así cariño, así, así, justo ahí —exclamaba una mujer al ritmo de los golpes.

Jade avanzó despacio por el suelo de mármol del vestíbulo con cuidado de no hacer ruido. Aunque poco importaba. No era muy probable que ellos oyeran nada. Estaban inmersos el uno en el otro. Giró el recodo que formaba el pasillo y avanzó en dirección al dormitorio que estaba con la puerta abierta. Allí, de pie junto a la cama con el tobillo de una mujer presionando el cuello, estaba Niall, con los hombros desnudos relucientes de sudor.

«Esta mujer es muy ágil» fue lo primero que pensó Jade distraídamente. Parecía haber perfeccionado una postura que Jade no habría creído posible en un cuerpo humano. Y Niall parecía estar llegando al clímax con sonidos que ella nunca le había oído... Entonces la vio de pie en el umbral.

—¡Jade! —exclamó y, soltando a su pareja, se giró en redondo.

La mujer lanzó un grito en protesta.

Con la cara roja de vergüenza y el martilleo de la sangre en los oídos, Jade salió de espaldas de la habitación. La puerta. Lo único que deseaba era salir de allí. Con movimientos frenéticos se llevó los dedos de la mano derecha a la izquierda, con la intención de sacarse el anillo de compromiso que, de pronto, parecía arder. No estar en contacto con nada que tuviera que ver con aquel hombre. Quería largarse.

—Jade, espera.— Era Niall, cubriéndose con la bata.

—¿Qué? ¿A que termines?—

—No es lo que crees. Puedo explicártelo.—

—¿Qué puedes explicármelo? —Jade se giró sobre sus talones y lo miró—. ¿Explicarme qué? ¿Es éste ese proyecto tan especial con el que has estado tan ocupado últimamente?—

—Jade, no lo hagas. Te quiero.—

—Ya lo veo —replicó ella con amargura, mirando por encima del hombro a la mujer que estaba de pie en el umbral de la habitación, envuelta en la bata de seda de color verde esmeralda que Niall le había llevado a ella como recuerdo de Singapur. «No permitas que te moleste. Haz ver que no te importa».

—Escucha, he cometido un error.—

—No, estoy segura de la que cometió el error fui yo —dijo ella. Era como si por sus venas corriera ácido de batería, carcomiéndole todo su ser. La banda de metal del anillo salió por fin de su dedo y Jade lo dejó con un golpe sobre la consola de la entrada—. Me sentía mal por haber venido a hacer esto esta noche, pero me has ahorrado el sufrimiento.—

—¿Estás rompiendo conmigo? —Niall la miraba con incredulidad—. Nos casamos dentro de un mes.—

—No, Niall, no vamos a casarnos.—

—Jade, no seas así —insistió él, tendiéndole una mano.

—No me toques —siseó ella. No sabría decir cómo sería la expresión de su rostro, pero Niall retrocedió.

—Jade, venga. Piénsalo un momento. Te arrepentirás si sales así de aquí.—

—Ya estoy arrepentida, Niall. Casarme contigo no haría sino agravar la situación.—

Mareada, como si estuviera dentro de un sueño, o más bien una pesadilla, se giró y se dirigió a la puerta del piso. No sentía los pies sobre el suelo. Tenía un incómodo pitido en los oídos que no cesó ni siquiera mientras bajaba en el ascensor ni cuando salió al gris y frío día de diciembre.

Hey he vuelto, esta vez con una nueva historia con motivo de las futuras fiestas navideñas, espero que les guste y la disfruten tanto como yo escribiendola.

No olviden pasar por mi OS-She cheats you

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All I want for Christmas it's you|| Jerrie ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora