Jade estaba segura de algo sobre el beso: casi deseaba que Debbie Edwards estuviera presente mientras revolvían en su despacho para que hiciera de revulsivo. Y eso sí que era decir mucho. Ella tenía tantas ganas de enfrentarse con Debbie como de que le mataran el nervio de una muela. Sin embargo, teniéndolo todo en cuenta, sería una buena manera de diluir la tensión que habría entre Perrie y ella.
Porque tensión habría.
Inconscientemente se tocó los labios con los dedos. «Relájate», se dijo mientras esperaba delante de la puerta, tratando de ignorar los nervios que le amenazaban el estómago. La noche anterior le había costado mucho quedarse dormida. Los recuerdos habían estado campando a sus anchas en su memoria: Perrie acercándose a ella, inclinándose para besarla, el instante en que sus labios se habían rozado.
Y el momento en que ella había perdido el control.
Había sido como si algo se apoderase de ella. O alguien. Y eso era lo último que le hacía falta en ese momento. Y eso era lo último que le hacía falta en ese momento. No quería que nadie la controlara. Había estado a punto de darle su vida a Niall y éste casi la había destruido por completo. No estaba en condiciones de dar una oportunidad a nadie más.
Y menos a alguien que no solía respetar las reglas del juego.
El clic de la puerta la sacó de sus ensoñaciones y la criada apareció en la puerta. Perrie estaba detrás de ella.
Los nervios que Jade creía haber controlado aparecieron de nuevo. Esta vez estaba perfectamente despejada y descansada, lo cual sólo servía para darle un aspecto aún más atractivo con sus vaqueros y su jersey con cuello de pico color gris marengo. La camiseta de color azul que llevaba debajo hacía resaltar el verde de sus azules. Unos ojos que la miraban con un brillo de especulación.
—Buenos días.—
—Buenos días —respondió ella mientras la criada le quitaba la chaqueta. Se sintió como si se hubiera quedado desnuda en vaqueros y jersey.
—No estaba segura de que vinieras —dijo Perrie. Ella tampoco lo había estado esa misma mañana, pero había demasiadas cosas en juego.
—Te dije que vendría.—le recordó.
—Eso hiciste.— Para evitar mirarla, Jade contempló la zona de recepción y las habitaciones adyacentes. Debbie apareció en el vestíbulo en ese momento.
—Jade —dijo con tono frío—, es un placer tenerte aquí.— Considerando las circunstancias le resultó un saludo extraño, pero Jade no dijo nada, sino que estrechó la mano de Debbie.
—Siempre es agradable verte.— dijo Jade con la misma cortesía.
—¿Te apetece un café o un té? ¿Tostadas? —ofreció Debbie haciendo gestos hacia la mesa del desayuno.
—No, gracias —dijo Jade—. Estoy bien.—
—Tal vez más tarde. ¿Cómo están tus padres?—
—Bien, gracias.— Debbie se comportaba como si aquello fuera una visita de cortesía.
—Felicítales las fiestas de mi parte. ¿Quién sabe si los veré? Esta época del año es realmente caótica.—
—Sí, bueno, siempre pasa lo mismo en vacaciones —repuso Jade a falta de algo más ingenioso.
Perrie tosió, con un leve tinte de diversión revoloteando entre las comisuras de sus labios.Jade la miró con el ceño fruncido.
—Supongo que tienes razón —continuó Debbie—. ¿Quieres sentarte?—
—De hecho, creo que sería mejor que empezáramos cuanto antes.— Tal vez no fuera su casa, pero si continuaba un minuto más con aquel forzado intercambio de amabilidades bajo la atenta mirada de Perrie le iba a dar un ataque de nervios. Cuanto antes acabara con aquello y antes se alejara de ella, mejor.
—Muy bien —dijo Debbie—. Como le he dicho a Perrie, esta mañana se celebra aquí la reunión del comité que prepara la gala de Navidad de las Hijas de la Revolución, pero tengo unos minutos para enseñarles dónde está todo. Si son tan amables de seguirme... —se alejó del vestíbulo adelante entre el repiqueteo de sus tacones.
Perrie había esperado que Debbie las condujera al despacho de colores pálidos con su escritorio de palo de rosa con labores de marquetería y las alfombras de Aubusson, pero en su lugar pasó de largo y abrió directamente la puerta del antiguo despacho de David. Al atravesar el umbral, Perrie sintió como si retrocediera en el tiempo.
Era la única habitación en la casa que no había cambiado: papel de pared de color verde oscuro, artesonado en el techo, librerías de madera cargadas de libros encuadernados en piel y el escritorio de madera de caoba maciza en el mismo rincón que había ocupado durante generaciones. La lámpara de metal bruñido que había encima de la mesa era la misma, igual que el juego de escritorio de nogal y oro, y hasta el cuenco de cristal de diseño en color azul verdoso. Puede que no estuviera tan escrupulosamente ordenado como recordaba, pero por lo demás estaba igual.
—¿Cuándo empezó a dejar papá los clips en este cuenco?—
—Nunca. Creo que Niall empezó a echar cosas en él. Terminé por dejar de ordenarlo —se volvió hacia Jade y vaciló—. Éste era el despacho de mi marido. Niall lo utilizaba cuando estaba aquí, como creo que sabes. Y el ordenador. Todos los archivos que han sobrevivido al registro seguirán ahí.—
—¿Qué se llevaron? —preguntó Perrie.
—No mucho en realidad. Al parecer ya tenían acceso a mi teléfono y movimientos bancarios— su boca dibujó una tensa línea—. Se limitaron a husmear. Querían llevarse mi móvil aduciendo que podría contener mensajes de texto incriminatorios. Mensajes de texto. Por Dios, como si fuera una adolescente —protestó indignada.
Perrie contuvo a duras penas una sonrisa.
—Probablemente les preocupe algo que Niall haya podido dejar.—
—Aun así.—
—Sin embargo, el ordenador sigue aquí.—
—Al principio querían llevárselo, pero el juez que dictó la orden no lo aprobó —dijo llena de suficiencia mientras abría el mueble escritorio. Era un portátil último modelo en una elegante funda azul metálico que desentonaba en aquel ambiente tan conservador. Cuando Jade presionó el botón de encendido se puso en marcha con un zumbido sordo.
—No creo que vayamos a encontrar nada que los investigadores no vieran, pero deberíamos echar un vistazo aun así —dijo Jade.
—¿Qué podríamos esperar encontrar que ellos no encontraron? Pueden pedir órdenes de lo que les dé la gana —en la voz de Debbie había un deje de impotencia.
—Ellos no conocen a Niall como nosotros. No saben cómo piensa. Y no son infalibles. Puede que se les haya pasado algo. Tenemos que revisar todo, por nimio que nos parezca —los dedos de Jade volaban sobre las teclas—. Hablando de todo un poco, habría que hacer un informe económico sobre la situación financiera de tus negocios, para no llevarnos más sorpresas. Te apuntaré el teléfono para que Perrie o tú lo soliciten. Sólo necesitan tu número de seguridad social.— Perrie se acercó hasta las librerías y empezó a sacar volúmenes al azar.
—¿Y a qué se dedicaba Niall cuando estaba aquí?—
***16 votos y actualizo.
¿Quieren maratón? Dejenme saber en los comentarios.
No se olviden pasar por mi fic Ame Soeur, que trataré de tenerlo actualizado más seguido.
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All I want for Christmas it's you|| Jerrie ✔️
FanfictionPara Jade Thirlwall aquellas sí que eran unas navidades tristes. Había descubierto a su prometido, ahora ex prometido, Niall Edwards, con otra mujer. Después él había desaparecido con millones de dólares y la policía pensaba que ella tenía algo que...