La primera cámara

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Capítulo laaaargo, porque es mi historia y se me permite.


Largo rato después de que hubiera anochecido, las dos reposaban juntas en la cama entre las sábanas revueltas. El acto amoroso había sumido a Jade en una pesada languidez. Tenían que volver, lo sabía, pero no le importaba. En vez de ello, se quedó allí, con la cabeza apoyada en el cuello de Perrie.

—Cuéntame algo sobre ti —le pidió.

—¿Qué quieres saber?—

—Cómo te hiciste fotógrafa, por ejemplo.— Perrie le recorrió la espalda trazando hipnóticos círculos con los dedos.

—Mi abuela me regaló una cámara cuando cumplí once años. Nunca me cansaba de ella. Me gastaba todo mi dinero semanal en revelar y comprar carretes.—

—¿Tu dinero?—

—David estaba decidido a involucrarnos el sentido de la responsabilidad hacia el dinero. Formaba parte de su grandioso plan para convertirnos en los peones de su juego.—

—Supongo que no era gran fan de la fotografía.—

—Quería que yo ahorrara mi asignación, no que la gastara en sandeces supuestamente artísticas.—

—¿Fue eso lo que te dijo?—

—Ya lo creo. Pertenecía a la generación del babyboom, pero él creía más en el hombre creado para la sala de juntas que en la idea del creativo hippie.— Jade no se imaginaba nada menos apropiado para Perrie.

—Supongo que no estaban de acuerdo.—

—En cómo lo veía él no —Perrie le besó el pelo—. Ni en cómo lo veía yo. Yo no quería su mundo. Él ya tenía su idea de cómo y qué debería ser yo cuando creciese, sin peros.—

—Eras una persona, no un pedazo de arcilla —murmuró ella, levantando la cabeza para mirarla a los ojos.

—No, pero yo soy su primogénita y tenía una responsabilidad hacia mi familia y hacia la empresa. No tenía opción. Él veía lo de la fotografía como un acto de rebelión. Hice que se enfadara mucho, sobre todo cuando faltaba a las clases. Lo único que me gustaba era la fotografía. Y se me daba muy bien. La mejor de la clase, premios, todo.—

—¿Ganaste un premio? —preguntó Jade, complacida—. ¿Por qué?—

—Al menos estudio de naturaleza, creo. Una foto de un arroyo en invierno.—

—Eso tendría que haberle hecho cambiar de opinión.—

—Oh, ya lo creo. Me sacó de la escuela y me matriculó en un centro privado para señoritas de alta sociedad en el que no había ningún programa de arte en el currículo.—

—¿Y qué hiciste?—

—Unas cuantas cosas que no debería. Hablé mal de algunos profesores. No era con ellos con quien estaba enfadada, pero tenía catorce años y trataban de meterme en la cabeza las ciencias económicas. Me aburría, de modo que hice algunos trucos estúpidos.—

—¿Escaparte de los dormitorios?—

—Me colé en algunas clases. Solté los animales en el laboratorio de biología, aflojé los tornillos de la puerta de la sala de profesores para que se quedaran encerrados después del recreo, ese tipo de cosas. Cuando se hartaron, me expulsaron.—

—¿Y qué hizo David?—

—Me envió a un internado religioso. Se me daban bien las flexiones —sonrió, aunque sin diversión—. Por entonces tenía dieciséis años y ya nada me iba a hacer cambiar de opinión. David me sermoneaba diciendo que no me estaba empeñando en mis objetivos. O los suyos, mejor dicho. En lo que a mí me interesaba lo hacía bien. Es sorprendentemente difícil que te echen de una casa religiosa, pero lo conseguí, tres veces. Cuando se nos acabaron las academias tenía casi dieciocho años.— Jade le acarició la mejilla.

All I want for Christmas it's you|| Jerrie ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora