|| Once ||

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Harry se estiró con suavidad y miró a su lado, sonriendo con un toque de tristeza al notar que Tom no estaba con él. Se levantó de la cama con cuidado y se dirigió a la cocina, decidiendo cocinar algo sencillo.

Preparó la mesa y sonrió satisfecho ante la imagen que tenía frente a él. Dio media vuelta y se dirigió de nueva cuenta a su habitación, agachándose al otro lado de la cama y tocando la mejilla de su novio con jugueteo.

—Harry —balbuceó el rubio tapando su cabeza con la manta—, no hagas eso...

—Buenos días —saludó el menor riendo ante la mirada dormida que le dirigió su novio—, el desayuno está listo, si no te apuras se enfriará y llegarás a tarde al trabajo.

—¿Qué importa si llego tarde? —cuestionó agarrando el brazo del azabache y jalándolo hacia sí, dejándole abajo de él— Mi padre es el dueño.

Harry bufó ante eso y acarició la mejilla del ojiplata con cariño. Tal vez ya no le quisiera como un novio quiere a su pareja, pero realmente quería al rubio como a un amigo, uno muy apegado, por cierto.

—Sabes que odio cuando dices algo por el estilo —regañó con suavidad, pasando su pulgar por la marca que hizo la almohada en su mejilla.

—Sólo quiero estar un tiempo más contigo, Harry —contestó haciendo un puchero y besando la frente del nombrado—. Hace mucho que no pasamos tiempo junto, te extraño...

—Draco...

Unos labios lo besaron con cariño, un cariño real. Aquel cariño que se demostraban en medio de la escuela superior, cuando el mayor le iba a recoger a su universidad y lo llevaba a comer el casa de sus padres, con Narcissa y Lucius Malfoy. Cuando eran una verdadera pareja feliz.

Suspiró en medio del beso con nostalgia antes de separarse con delicadeza y mirarlo a los ojos. Tan sincero y libre que, hasta cierto punto, asustó a Draco.

—¿Amor...?

—El desayuno está servido, si se enfría me enojaré mucho —se excusó haciendo un puchero de enojo fingido.

Draco rió ante eso y asintió antes de bajarse de él y ponerse sus pantuflas. El mayor adoraba los pucheros que hacía su novio, aunque, bueno, adoraba todo de él, pero aquellos detalles por la mañana lo hacían completamente perfecto ante los ojos del rubio.

—Pero me lo debes —dijo mirándolo con firmeza infantil. Harry simplemente sonrió, incapaz de afirmar.

Y es que no podía serle fiel a Tom, ¿fiel a qué, al final de todo? No sabía, pero entendía que su corazón se sentiría mal por hacer eso, pasaba lo mismo con todos los besos de buenos días que le daba a su novio, con los pequeños detalles que le hacía a Draco que a Tom no... Por darle lo que se merece otra persona.

Harry no podría con todo eso. Adoraba a Draco, le quería y respetaba, pero él sabía mejor que nadie que, si algo te lastima, es hora de dejarlo ir.

No podía decir que Draco era mal novio, no. Realmente no lo era. Los postres que solía comprarle de su pastelería favorita, las veces que le explicaba algo que no entendía de la industria, las veces que prefería darle la cobija completamente para él en las noches de frío... las veces que en la escuela le escondía pequeños regalos por todo el campus.

Pequeñas cosas que lo enamoraron. Pequeñas cosas que lo ataban a él, pero no podía. No debía.

Por otro lado estaba Tom, con las veces que le visitaba en medio de la clase y salvaba a sus alumnos de un castigo, los abrazos en la espalda cada vez que terminaban de hacer el amor, los besos en la frente después de horas contemplándose el uno al otro, el cómo le daba su calor cuando más lo necesitaba, el cómo lo conoce, las pequeñas flores que le regalaba cada semana con distintos significados escritos en una hermosa tarjeta hecha a mano... sus constantes escapadas del trabajo para verlo, y, joder, si Draco decía que no importaba si iba o no a trabajar por su futuro puesto, ¿por qué no dejaba de lado un día por semana para sorprenderlo en su trabajo como lo hacía Tom?

El amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora