|| Epílogo ||

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—Pero, Harry...

—Ya estamos aquí, deja de quejarte tanto —calló el menor entrando al hermoso lugar frente a ellos—. A parte, nos invitaron de muy buena manera, no podíamos negarnos...

—Sí, sí podíamos —reprochó el mayor caminando a su lado sin dejar su imponente figura a un lado—, pero mi querido niño quería venir y saludar a sus viejos amigos. Qué felicidad.

—Es una celebración doble, ¿cómo quieres que me pierda de dos eventos tan importantes?

—¿Cómo prefieres estar aquí en vez que en nuestra casa, comiendo, durmiendo y haciendo el amor como dos malditos adictos al sexo?

—¡Tom Riddle! Ten más respeto, estamos en un lugar sagrado —regañó el menor buscando a alguien con la mirada—... ¡Mira, allí está!

Guió a su pareja por la iglesia con emoción, hace mucho tiempo que no se veían. Seis años para ser exactos. Vaya que habían cambiado las cosas después de tanto tiempo, contando que Tom se había convertido en un niño necesitado de los mimos de Harry, aunque para los demás seguía siendo el mismo hombre serio y frío de siempre.

Harry no podía pedir más, había podido desarrollar sus dos profesiones orgullosamente, había metido las ciencias genómicas en Gryffindor's Industry, implementando la ingeniería metabólica, sin mencionar que lo habían contratado para hacer ciertas investigaciones en el área de Antropología en una empresa sudamericana, todo eso sin dejar de lado su trabajo en Hogwarts. Había podido publicar uno de sus cuentos para niños teniendo como título "la piedra filosofal", una forma muy sutil para meter a las futuras generaciones a la ciencia.

Claramente no podía estar más feliz.

Por otra parte, Tom seguía igual de amargado, sólo que ahora podía compartir esa amargura con su chico.

—Oh, me alegro que hayan podido venir —saludó Theo sonriendo con calidez—, sinceramente pensé que no lo iban a hacer —se medio burló dándole un apretón de manos a Tom y abrazando a Harry con todas sus fuerzas—. Me alegra tanto que hayan venido.

—A mí me alegra que nos hayan invitado —comentó Harry irradiando felicidad. Tom se tragó su enojo por un instante, esa felicidad podía estar encerrada en su casa, amarrada completamente en su cama, ¿pero qué pasó? Abstinencia. Su chico lo había amenazado con eso si no iban a la estúpida boda—, pensé que ya se habían olvidado de mí, más tú, contemplando que te habías venido a Francia para estudiar medicina.

—Nunca me olvidaría de ti, Harry Potter —murmuró sonriendo—. Eras como un hermano para mí, ¿cómo hacerlo?

—Claro, no me olvidaría, pero olvidemos estos setenta meses sin algún tipo de contacto contigo...

—Siempre que uno se casa se siente importante, Harry, no lo regañes —intervino el mayor abrazando la cintura de su comprometido con protección.

—¿En serio? Nunca lo había pensado, déjame ver... —puso su dedo índice en su barbilla fingiendo pensar antes de matar a su pareja con la mirada— Puede ser que nunca lo haya pensado porque, claramente, nunca me he casado.

—Oh, vamos, ya te pedí matrimonio —balbuceó levantando sus manos inocente.

Theo sonrió al ver la casi infantil discusión que se presentaba frente a él, claramente aquellos dos había cambiado en demasía, era casi imposible saber quién había cambiado más, pero podía apostar que el ojiverde estaba irradiando amor y felicidad por todos lados. Parecía que había encontrado su lugar al lado de Tom, y eso alegraba mucho al heredero Nott.

—¡Llevamos dos años comprometidos!

—¿No has oído aquel proverbio sobre la paciencia? —cuestionó Tom levantando una ceja.

El amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora