|| Dieciséis ||

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La risa cantarina recorrió todo el lugar con calidez. Tom sonrió ante eso mientras bajaba al menor de su hombro para estar frente a frente, haciendo que Harry sonriera con cariño ante eso.

—¿Cómo se verá mi departamento con tus cosas en él? —cuestionó el mayor recargando su frente con la del ojiverde.

—Tú... ¿Quieres que me mude contigo? —susurró Harry casi sin voz, dejando que sus labios perdieran su sonrisa por la declaración del mayor.

—¿Muy directo? —contestó riendo por lo bajo— Eres mío, Harry, todos lo saben, ¿por qué no vivir juntos?

—Joder, es muy pronto y... Bueno, yo...

—¿No quieres? —La sonrisa que había abarcado la cara de Tom se empezaba a disolver, nunca se había esperado algo así.

—¡No! —respondió Harry con rapidez— Digo, no de no quiero, no, bueno, quiero, era una negación a tu pregunta, no pienses que...

Los labios del pelinegro callaron cualquier palabra que fuera a salir del contrario, haciendo sonreír a los dos. Por primera vez se sentía correcto hacer eso, se sentía libre... agradable. Tom podía jurar que, si no fuera por el oxígeno, nunca se separaría de los labios de su novio.

Un pequeño gemido salió de la boca del menor cuando Tom tomó dominio de su lengua, excitando a los dos amantes. El pelinegro adoraba oír cada uno de los gemidos, jadeos o balbuceos de su chico, por otro lado, Harry adoraba sentir tan cerca a Tom, acariciarlo y ser acariciado, le fascinaba la sensación que hacían el contacto de los dos cuerpos. Le encantaba ser dominado por Tom.

El ojiazul bajó con lentitud su mano hasta la pantorrilla del menor, quien no tomó más tiempo para dar un pequeño salto y abrazar la cintura de Tom como si de un koala se tratase. El mayor agarró a su chico con cariño empezado a caminar hacia su habitación, si el beso se había sentido tan bien, ¿cómo se sentiría fundirse en él?

Jadeó ante el pensamiento y se dejó caer en su cama con Harry bajo él una vez que entraron a la habitación, no se molestó ni en cerrar la puerta, ¿para qué? En ese lugar no había más que Tom y Harry... Como siempre debió haber sido.

Acomodó al menor en el centro de la cama matrimonial y se colocó entre sus piernas con facilidad, no que Harry no quisiera, recibir a Tom entre sus piernas era tan agradable y único... una forma de decirle que le amaba, no solo con su alma, sino también con cada fibra de su cuerpo.

—Tal vez mañana podamos ir por mis cosas al departamento —balbuceó Harry cuando Tom empezó a repartir los besos por su cuello, dejando marcas que, sin duda, se quitarían dentro de una semana—. Tom...

El nombrado gruñó y volvió a atacar los rosados labios con urgencia, adoraba el sabor de éstos, una combinación muy rara entre vainilla y fresas, tal vez sea una coincidencia que Harry adorara ese sabor de helado, pero a Tom no le molestaba en lo absoluto.

Quitó la camisa de Harry con desesperación, recibiendo la cooperación del profesor con entusiasmo. No tardaron ni dos segundos en quitar cada una de sus prendas, quedando admirando el cuerpo que éstas cubrían con tanto fervor, casi pareciera que fuera la primera vez que lo hacían, tanta devoción no podía caber en una sola habitación.

Tal vez era algo precipitado, no llevaban largo tiempo saliendo, ni que se diga de conocerse, pero aún así sus corazones latían con tanta rapidez que parecían correr un maratón... ¿Tal vez están jugando a quién late más rápido?

No tenía importancia, a decir verdad, lo único importante era que estaban ahí, uno frente al otro, entregando todo su ser en acciones carnales, demostrando tanto amor como la acción se lo permitía.

El amante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora