𝐩𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨𝐮𝐬 𝐈𝐈 | «𝐜» 𝐠𝐢𝐩

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—¡Jamás vuelvas a hablar de lo que yo siento! ¡No de esa manera! —dije.

Limpié furiosamente mis lágrimas.

—Yo te amo, Lolo —dije en un tono más suave, herido—. Me rompe el alma oírte decir todas esas cosas hacia ti, de ti.

Abrió su boca con la intención de decir algo, pero no se lo permití.

—No... déjame hablar. Quizá no lo entiendo ¿Si? Quizá sea muy importante para ti el como luces o cuanto pesas, no lo sé, no lo comprendo. Pero estoy segura de una cosa y quiero que tú también lo estés.—Me acerqué hasta estar frente a ella, tomé su rostro y limpie sus lagrimas con mis pulgares—. Te amo, así, tal y como eres. Me importa una mierda si ayer eras una talla menos o si mañana serás una más. No me importa si tu vientre crece o no. Tampoco si tus muslos ya no entran en tus jeans. Si comes mucho o poco... bueno, si comes poco o no comes, si me importa.

Rió suavemente a ésto último y parecía ser buena señal.

»Lo que quiero decir es, no me importa si llegas a ser big mama, yo te amaré.

Recibí un golpe de su parte en mi abdomen.

—Auch. Bueno, quizá no big mama.

—¿No te importa que ya no sea tan delgada?

—No.

—¿Y aunque parezca una embarazada de 4 meses?

—Podría hacerte un bebé para que dejes de parecer y seas una embarazada.

Me propinó un segundo golpe.

—Es broma, es broma —dije—. Además, no se porque piensas eso, si yo te veo más ardiente que nunca.

Rodé su cintura con mis brazo, acercándola más a mí.

—Por favor, no me has tocado en tres semanas —dijo con disgusto e ironía.

—Creí que no querías que te tocará.—Levanté mi ceja derecha y achique mis ojos.

—Es porque... me sentía... ya sabes, gorda y fea.

Cerré los ojos e hice respiraciones profundas.

—Te pediré de favor que jamás vuelvas a repetir esas palabras, no quiero oírlas salir de tu boca para referirse así de ti.

—Pero yo...

—Ah-ha.

—Está bien.

—Además, yo no veo eso como un problema, es solo... más carne.—Estruje su trasero y acerqué mi rostro a su cuello—. Más lugares para besar y...—Chupé y lamí su cuello—... saborear.

—Haces que mi depresión se convierta en excitación.

—Eso es bueno, porque estoy muy excitada ahora.

—¿A si?

—Si. Siéntelo.

Mi erección golpea su vientre. Mis manos siguen con la carne de su trasero atrapado y mis labios se mueren por encontrarse con los suyos.

—Te amo —digo.

Acto seguido, mi boca y la suya se amoldan la una con la otra.

El único contacto que había tenido con ella en las últimas tres semanas, habían sido besos instantáneos, de pico.

Mi lengua está ansiosa por irrumpir en su boca, para encontrarse con la de ella.

Y como alma gemela, lee mis pensamientos y su lengua, sin permiso alguno, se adentra en mi boca, para encontrarse con la mía. Se saborean y enredan, degustándote y demostrándose lo mucho que se extrañaron. La tomo en mis labios, chupando y disfrutando el sabor de su saliva. Al soltarla, produce un sonido húmedo, que me hace soltar líquido preseminal. Así de necesitada me tiene.

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