Era ella.
Ni siquiera quise tragar la enorme angustia que estaba atorada en mi garganta.
No le habrás, me decía a mí misma. Pero otra parte de mí ansiaba verla, sentía que había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que la tuve cerca, aunque sé que fue ayer.
—Lolo —volvió a decir, en susurro, melódicamente—. Sé que estás detrás de la puerta. Abre.
No me quedaba otra salida, más que enfrentarla.
Giré lentamente el pomo y abrí con la misma lentitud la puerta. Hasta que estaba totalmente abierta.
Pero no había nadie.
Fruncí el ceño ante el vacío pasillo. Saque la cabeza para ver si alcanzaba a ver algo... pero nada.
—¿Qué mierda? —dije en voz baja.
Metí la cabeza y cerré la puerta. Cuando me giré la puerta del baño de cerro de golpe. Di un brinco en mi lugar y me lleve la mano al pecho.
Un segundo después escuché la ducha.
Me acerqué a la puerta y toque dos veces. Pero no obtuve respuesta.
—¿Camila?
La ducha dejo de escucharse y escuche las pisadas mojadas dentro, se movía de un lado a otro. El seguro de la puerta estaba siendo removido así que me aleje de la entrada y me senté en la orilla de la cama.
La puerta se abrió, dejando salir una enorme nube de vapor, permitiéndome ver una figura femenina que yo conocía perfectamente.
Salió yendo en mi dirección.
—Camila —salió de mis labios, en un susurro, como un alivio.
Tenía un conjunto de encaje color crema. Su cabello estaba húmedo y su piel aún tenia rastro de la ducha.
Sentí mi boca seca y la enorme necesidad de lamer cada gota que resbalaba sobre su piel.
—Lolo —dijo.
Ahí estaba, su voz, llamándome.
Me puse de pie y su mirada fue a mi entrepierna. No necesitaba mirar para saber que estaba dura.
Me quité la camiseta que tenía encima.
Extendió su mano y note que llevaba una pulsera café con esmeraldas incrustadas. Tenía la intención de tocar mi rostro, así que me acerqué para que lo hiciera.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, tome sus caderas y pegue su cuerpo al mío.
El movimiento la tomó por sorpresa pero sonrió de igual manera.
Sonreí, imitando su gesto.
—Aún no estás lista —dijo.
Fruncí el ceño.
—¿Lista para q...
Tomó mis labios, negándome la oportunidad de terminar mi pregunta, dejándome con la enorme duda.
Ignoré el hecho y me concentré en corresponder su beso.
Extrañaba sus labios.
Subió sus manos hasta enredar sus dedos en mi cabello. Mordí su labio inferior con suavidad, chupándolo antes de liberarlo.
Separamos nuestras bocas y nos miramos con pasión, después me empujó hacia la cama.
Se acercó a la cama y se subió en ella, hasta llegar a mí.