—Ahora, basta de conversaciones absurdas y vamos a la habitación. Recuerda que mamá tuvo un día pesado en el trabajo.
Camila asiente y muerde su labio. La tomo en brazos y salgo de la habitación, cruzó la sala y subo las escaleras hasta llegar a nuestra recámara.
La dejo sobre la cama y cuando tomó el botón de mi camisa para desabotonarlo, ella en un movimiento rápido me toma de las manos.
—Yo lo hago —dice.
Comienza a quitar los botones de mi camisa hasta liberarme de ella. Baja sus manos sobre mi pecho y acaricia levemente con sus uñas, pasando sobre mi abdomen haciendo contraer los músculos de éste, hasta el cinturón el cual desabrocha ágilmente hasta deshacerse de el. Desabotona mi pantalón y baja mi bragueta, se pone de rodillas y comienza a deshacer los nudos de las cuerdas de mis zapatos, aflojándolos. Levantó mi pie para que me los saque, uno por uno, después baja mi pantalón y, con mi ayuda, me lo saca de encima.
Ahora sólo estoy en bóxers y sujetador.
Ella, aún de rodillas, comienza a besar mis muslos. Lame toda la cara interna y mordisquea donde más le gusta. Mientras besa y lame, acaricia la parte trasera —de mis muslos— con sus manos y de vez en cuando acaricia mi trasero.
Lamo mis labios y inclinó mi cabeza hacia atrás de manera leve. Cierro mis ojos y me concentro en su lengua y labios haciendo caricias en mi piel.
Saca su lengua y lame desde la parte interna del muslo, que va desde la rodilla, hasta el enorme bulto que hace mi erección.
Gimo con el contacto de su lengua, aún por encima de la tela. Ella comienza a chupar y lamer sobre la tela del bóxer y me vuelve loca.
Su mano acaricia los lugares donde no tiene su boca. Recorre toda mi longitud con su lengua y cuando se detiene en la punta, con su mano le da un apretón a mis bolas, haciéndome soltar un gemido fuerte involuntario.
Ella comienza a mover su cola. Le gusta hacerme gemir.
No quiere perder más tiempo así que engancha sus dedos en el elástico de mis bóxers y los baja hasta dejarlos en mis rodillas. No hace nada en segundos, miro hacia abajo y ella me está mirando con su sonrisa inocente. Sus ojos marrones llenos de lujuria contradicen tanto a su sonrisa. Toma con ligera fuerza mi erección y sin quitar su mirada de la mía se la mete poco a poco en la boca hasta tenerla toda dentro.
La vista me hace gemir y estremecer.
—Sí, gatita, tú sabes cómo me gusta.—Siseo de placer.
Comienza a chupar, lentamente. Encaja sus uñas en mis muslos, manteniéndome firme de pie.
Los sonidos que hace su garganta al engullirme son calientes. Con gran facilidad me lleva hasta el fondo y regresa la cabeza para volver a tragarme.
Después de que me ha estimulado, se saca mi polla de la boca y lame desde la base hasta la punta, limpiando todo rastro de líquido pre-seminal.
—¿Te gusta? —pregunta con voz infantil.
Como me pone.
—Sí, bebé —logró decir a duras penas.
—¿Así? —Arrastra la lengua hasta la base y toma mi erección en su puño, masturbándome mientras comienza a lamer mis bolas.
—¡Maldición, bebé! —gimo.
Deja de lamerlas y comienza a chuparlas, metiéndose una por una a la boca, después de unos segundos me corro en su puño, grito de placer y ella sigue bombeando, haciendo del orgasmo más duradero. Ella lame y limpia mi pene, no deja rastro de mi semen.